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Esposito, un actor en contra de las animaladas

El intérprete, ayer, en Madrid
El intérprete, ayer, en Madridlarazon

Presenta en Madrid, «Okja», una película que solo se podrá ver a través de Netflix, lo que generó críticas en Cannes al presentarse en la sección oficial

No es un advenedizo de la interpretación; al contrario, Giancarlo Esposito (Copenhague, 1958) es un actor de largo recorrido. Empezó su carrera en el cine en 1980 como extra en «Al final de la escalera» y, al igual que todo el gremio, asiste con expectación a la metamorfosis que está experimentando la industria audiovisual. No ya tanto por la pujanza de las series de televisión, que también, sino por la forma de ver el cine en el tiempo de las múltiples pantallas. No solo es testigo, también es arte y parte, ya que es uno de los protagonistas de «Okja», la película del surcoreano Bong Joo-ho –que únicamente se podrá ver en la plataforma en «streaming» Netflix a partir del 28 de junio–, ante la que el presidente del jurado de Cannes, Pedro Almodóvar, puso el grito en el cielo al estar en la competición oficial aunque no se vaya a distribuir en salas.

Gran audiencia

Esposito no se quiere meter en aguas pantanosas, pero está instalado en la contradicción que vive el sector: «Amo el cine y siempre me fascinó ese sitio oscuro en el que había una gran pantalla donde pasaban muchas cosas. Sin embargo, la situación está cambiando. «Okja» va a tener una gran audiencia potencial y felicito a Netflix por ello», comenta durante su visita a Madrid para promocionar el filme. «Respeto mucho a Almodóvar y al festival, pero si creen que por su rechazo las personas van a cambiar sus hábitos son muy ingenuos. Ahora quieren verlas en casa y repetir la experiencia si quieren. Creo que ambas opciones son compatibles, la vieja escuela de cineastas y actores, entre los que me incluyo, tenemos que aprender a convivir con ello», reflexiona.

Pasado el trance de la polémica, que traerá cola, mejor detenerse en «Okja», un título fronterizo que toma la apariencia de un filme infantil, que lo es, que también es una crítica al capitalismo y al capricho contemporáneo de experimentar con los animales. Todo ello sazonado con humor absurdo y algunas dosis de terror para los espectadores más aprensivos.

Manipulación genética

La protagonista es una niña que ha mimado a un gigantesco cerdo proveniente de una raza creada específicamente para saciar el apetito de las personas. Esposito es uno de los jerifaltes, un personaje ambigüo, de los que le gustan. «No quiero implicarme en historias que ya se han contado y Joo-ho se arriesga. Tiene una gran capacidad para cambiar el tono de la película a su capricho», dice. «Okja» anticipa un futuro que puede estar a la vuelta de la esquina. Esposito observa las técnicas de mercadotecnia cuando va a los supermercados estadounidenses. «Solo hay que fijarse. Las piezas de carne están muy bien colocadas y envasadas según las preferencias de cada cual. Bien cortadas y con una apariencia extraordinaria, están listas para que nos las comamos sin pensar en la crueldad que han padecido los animales hasta que han llegado a nuestro plato», explica. Sin embargo, va más allá y critica a las grandes corporaciones que no se acercan a crear nuevas especies, pero están en ello, ya que «emplean la ingeniería para avanzar el cultivo del maíz y el trigo además de experimentar genéticamente con todo tipo de especies. Y luego nos sorprendernos de que la gente muera de cáncer...». De ahí viene que sea un vegano convencido, «porque no quiero que mis necesidades les sirvan de argumento para cometer sus atrocidades», culmina.