Televisión
Yo nunca... me he sentido imbécil viendo OT (pero aquí estoy)
Sabela se convierte en la cuarta finalista con el 43% de los votos y Julia, en la quinta con el 37%. Miki se queda a las puerta con tan solo el 20%
Sabela se convierte en la cuarta finalista con el 43% de los votos y Julia, en la quinta con el 37%. Miki se queda a las puerta con tan solo el 20%
Operación Triunfo es uno de esos programas que reconforta tener ahí. Por lo que pueda pasar, por si acaso. Sus versiones posiblemente no copen casi ningún número uno, pero sí la mayoría de listas de reproducción. La realidad es que a su público le tranquiliza (y mucho) saber que alguien previamente ha cantado y vivido lo que ellos ahora también sienten. Y, en eso, los 16 participantes de OT 2018 han sabido retratar con sumo detalle a toda una generación que encuentra en sus historias un efecto placentero y alentador. No le engaño si le digo que usted miente (aunque sea solo un poquito) al asegurar que nunca se ha sentido como un idiota viendo OT. Porque seguramente así haya sido: algún comentario, alguna versión, algún “clickbait”. Pero qué bueno que haya podido compartir un instante de esa sensación porque, entonces, habrá podido entender todo ese conglomerado de sentimientos que el formato despierta entre los más jóvenes. Para bien y para mal, claro. Y con las consecuencias que conlleva reconocerlo públicamente. Así que no se mienta más, alabe o despotrique a gusto sobre él porque, si algo está claro, es que a todos nos ha calado de alguna u otra forma.
Yo nunca... he visto Operación Triunfo. Mentira. Y lo sabe, lector. Si no, no estaría ahora mismo aquí leyendo estas líneas. Basta con un gala, con una actuación, con un minuto para que usted hoy pueda hablar de un concurso que, a lo largo de 17 años, ha copado la atención de sus conocidos. La caspa y la ranciedad que ha revoloteado siempre sobre quienes se confesaban seguidores, hoy se han convertido en un sonrojo y un pundonor generalizado. Es cierto que esta hornada de artistas ha sido duramente criticada por su comportamiento, pero no hay que olvidar que también han conseguido hacer un espectáculo digno de aplauso. Esa duda se despejó precisamente anoche: solo hizo falta la música para entender que las polémicas sobraban y que no hay mejor estrategia de marketing que ser uno mismo. Después de 12 semanas, Miki, Natalia, Sabela, Famous, Alba y Julia demostraron por qué su edición no debe caer en el olvido, por qué su edición está repleta de talento, por qué su edición no es una “mariconez”. Posiblemente, ésta sea una de las más reñidas de su historia y una de las que más arte acumula, pero la rapidez con la que se ha gestado ha desmerecido todas sus aristas. Y no es porque Cepeda, Alfred, Mireya, Ana, Mimi o Miriam sean mejores que ellos, sino porque no se han respetado unos tiempos mínimos.
Yo nunca... he hablado de lo que ocurre en la Academia. Toca (de nuevo) chupito. Si algo ha conseguido el formato es, por una u otra cosa, estar presente en cualquier conversación. Ya sea porque Miki se quedase hace unas horas a las puertas de la final o porque María haya vuelto a generar otra polémica más esta semana. Puede ser que lo primero le sea indiferente: Miki protagonizó una de sus mejores actuaciones hasta la fecha, pero insuficiente para competir por el primer puesto. Su “Some nights” (de Fun) rozó la perfección de quien ha conseguido el reconocimiento de los profesores, del público y del jurado. Y, a pesar de ello, puede entenderse su desdén. Así como su asombro al enterarse de que la concursante madrileña, duramente criticada por la intervención de su pareja hace un par de semanas, hacía “playback” en algunas de sus actuaciones corales. En una entrevista publicada en el portal “BuzzFeed”, reconocía haber movido la boca fingiendo que se sabía la letra de una canción grupal. Ya sea por lo primero o por lo segundo, la gran virtud de este OT ha sido su capacidad para sortear el morbo sin sentido: cada polémica ha tenido su razón de ser y cada desencuentro ha contado con su debate. Incluido el suyo. ¿Qué hay mejor para replantearse las cosas?
Yo nunca... he escuchado música de un “triunfito”. ¡Cuidado! No vaya a quedar en evidencia. Si no le gustó la exquisita versión de “Seven nation army” (de The White Stripes) que cantó Natalia o la inusitada interpretación de “Solo tú” (de Carlos Rivera), puede entenderse su reproche. Aún así, no hay que olvidar que esto es un concurso y, como tal, tiene un fin. Después llegará el momento de demostrar que hay algo más que una voz afinada y una guitarra bien tocada. ¿Recuerdan el último disco de Raphael? Sus “Infinitos bailes” tienen canciones de Pablo López y Virginia Maestro. ¿Saben cuál fue el disco más vendido en 2006? “Bailar el viento”, de Manuel Carrasco. ¿O que los últimos lanzamientos de David Bisbal, Soraya, Aviónica o Pastora Soler contienen composiciones de Vega? Así es. Ese estigma automático hacia un artista que ha pasado por las tablas de la televisión debería desaparecer, pues la etiqueta que este programa genera no es sinónimo de fracaso. El éxito es tan relativo como la pretensión del que lo trabaja; por eso, habría que detenerse un poco más en escuchar y menos en juzgar lo desconocido. Dicho esto, habrá que estar especialmente pendientes de las primeras incursiones de Julia y Alba Reche en la industria. Sus “Ya lo sabes” (de Marta Soto) y “She used to be mine” (de Sara Bareilles) brillaron por el “pellizco” de la primera y por la “imperfección” de la segunda. Son diferentes cantando y componiendo y eso, en un mundillo tan competitivo, es un plus importante.
Yo nunca... he obligado a mi pareja a ver OT en vez del fútbol. Cuarta trola. No hace falta echar la vista atrás demasiado: el pasado 31 octubre, el Barcelona jugó contra la Cultural Leonesa en la ida de los dieciseisavos de final de la Copa del Rey un partido que fue retransmitido en otra cadena del grupo, pero que no que no se emitió en La 1. ¿El motivo? OT. Porque, al igual que el deporte, la música transmite una serie de valores y de principios: desde el compañerismo hasta el trabajo en equipo, pasando por sacrificio o el orgullo. Eso fue precisamente lo que sintieron los compañeros de Sabela al escucharla entonar “Negro Caravel” (de Rosa Cedrón y Cristina Pato): si algo ha demostrado la gallega es su potencial para hacer suyas las canciones. Cante lo que cante, ella está ahí. Es fácilmente reconocible y, lo que es mejor aún, gusta que sea así. Porque, en definitiva, de lo que se trata es de dejar huella, ya sea en el campo de juego o encima de las tablas. Por eso, en ambos casos, el debate no reside en elegir entre uno u otro, sino en exprimir todo lo que cada uno pueda aportar. Eso sí, si algo ha fomentado el programa es que en la diferencia está la variedad y en la variedad la riqueza. De modo que si usted prefiere vivir retirado de la realidad y vivir centrado en su particular “sota, caballo y rey”, absténgase.
Yo nunca... he renegado de Carlos Baute hasta que apareció OT. Aquí le doy toda la razón. Volver a ver al cantante venezolano (acompañado de Marta Sánchez) no fue solo una pesadilla, sino un mal recuerdo que aún perdura. Por lo que sí, si usted acabó saturado de tanto “Colgando en tus manos” allá por el 2008, es entendible que hoy no quiera volver a saber de él. Hay clásicos que es mejor dejar enterrados en ese lugar que, con el paso de los años, se olvida y nunca más se vuelve a encontrar. Reconforta tenerlos ahí, alejados y bien escondidos. Las canciones, como las personas, tienen el defecto de envejecer. Y algunas lo hacen peor que otras. Este es el caso. Por eso, lo mejor que pueden hacer estos aspirantes es trascender con dignidad y no dejarse llevar por embelesos insustanciales. No hace falta que sea mañana ni dentro de un mes, el arte brota siempre de forma espontánea. Forzarlo solo precipitará su extinción. Por eso, si algo deben intentar Natalia, Famous, Julia, Alba y Sabela es no someterse a lo que el mundo espera de ellos y ser siempre lo más sinceros posible consigo mismos. Como usted al terminar de leer esta crónica.
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