Crítica de cine

Una voz contra Sacristán

Javier Rebollo estrena la curiosa «road movie» «El muerto y ser feliz»

Una voz contra Sacristán
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El verbo de Javier Rebollo es tan florido como contradictorio. El rey «outsider» del cine español se define como el caballo de Troya de la industria (quiere estar dentro para dinamitarla) y, al mismo tiempo, llama «cabrones» a los distribuidores y exhibidores por no programar su película. En esa misma línea, pocos comprenden que un director de películas voluntariamente inaccesibles admire el «star-system» norteamericano y haya jugado a desubicar a estrellones españoles como Carmen Machi y, ahora, José Sacristán, nominado al Goya por primera vez en su carrera gracias a este papel, por el que obtuvo la Concha de Oro en San Sebastián: «Ése es el sistema de estudios, tener a la estrella y pedirle que interprete algo muy distinto a lo que viene haciendo, entras en cortocircuitos muy interesantes». El veterano actor encarna aquí a un asesino moribundo que recorre los parajes más inhóspitos de Argentina, toda una revelación para el espectador: «Argentina, por su naturaleza y sus dimensiones, es muy difícil de gestionar. Muchos nacionales no han pisado los lugares que retratamos y yo he estado viviendo y bebiendo de ellos. La mirada del extranjero muchas veces es más lúcida que la de los que viven allí porque la cotidianidad anestesia», argumenta.

Pero, sin duda, el elemento más poderoso del filme es la monocorde voz en «off» que enfatiza, contradice o adelanta la acción. Y más, teniendo en el casting a uno de los actores con mejor registro vocal de Iberoamérica: «Sacristán es representante de un determinado cine-radio. Tiene una voz tan buena que se puede volver en su contra. Yo no quería que eso nos distrajese de la película. De ahí que haya una distancia física de la cámara, pero también interpretativa. Existe un tono menor, que es el de Bill Murray. Al desaparecer la voz, surge el cuerpo, ahora envejecido de Sacristán, que es muy potente». Es profesor de Dirección en la escuela de cine, por eso entiende las reticencias a su propuesta, pero insiste: «La voz en "off"es una muleta para suplir carencias narrativas, pero cuando se pone al mismo nivel que la imagen, algo que muy pocos directores hacen, surge el cine. Lo practicó Marguerite Duras o John Ford en algunas películas. Y logran que la palabra sea imagen».