Solidaridad

Servicios ecosistémicos: una terapia contra el desarraigo social

En la cárcel de Soto del Real (Madrid), Proyecto Hombre dirige una actividad específica en un huerto y un invernadero.
En la cárcel de Soto del Real (Madrid), Proyecto Hombre dirige una actividad específica en un huerto y un invernadero.larazon

Asociaciones como Proyecto Hombre o Albalá aplican terapias de enfoque ambientalista sobre personas que proceden de instituciones penitenciarias o han pasado parte de su vida enganchadas a las drogas.

La oportunidad de reinventarse, de recuperar la autoestima o de iniciarse en el mundo laboral son algunos de los llamados servicios ecosistémicos que la naturaleza pone a disposición de los colectivos en riesgo de exclusión social. Informa Cristina Yuste/Efe.

Asociaciones como Proyecto Hombre o Albalá aplican terapias de enfoque ambientalista sobre personas que proceden de instituciones penitenciarias, han pasado parte de su vida enganchadas a las drogas o ambas cosas al mismo tiempo.

En la cárcel de Soto del Real (Madrid), Proyecto Hombre dirige una actividad específica en un huerto y un invernadero, donde los internos cultivan las plantas, conectan con el medioambiente y adquieren habilidades sociales gracias al trabajo en equipo.

Por su parte, la Asociación Agroecológica Albalá para la Inclusión Social va más allá, al dar a estas personas la oportunidad de aprender un oficio que más tarde les abra las puertas del mundo laboral y les proporcione ingresos.

Para Gabriel Ostolaza, secretario de la asociación, el objetivo es doble: "A nosotros nos va la ecología, pero también el trabajo social, y sabemos que a esta gente, que por educación ha vivido de espaldas al medioambiente, le viene muy bien cambiar de entorno y probar otras fórmulas que le conecten con la sociedad".

Junto a Susana De Eusebio y Carlos Almohalla, Gabriel fundó en abril de 2015 esta asociación sin ánimo de lucro, que cuenta ya con medio centenar de socios, voluntarios y colaboradores con una amplia diversidad de edades "y mucha ilusión".

Una "gran familia"cuyo objetivo final es proporcionar a través del Proyecto Retoño formación teórico-práctica en agroecología a personas en riesgo de exclusión social para que inicien un proceso de inserción sociolaboral efectivo.

La idea, ha explicado Gabriel, es comenzar en febrero con el primer beneficiario, un joven procedente de Proyecto Hombre, donde durante un año ha recibido terapia para abandonar las drogas y "tiene su autoestima por los suelos".

Albalá proporcionará salario, alojamiento y formación en agricultura ecológica a dos chicos durante dos años, tras los cuales estarán en disposición de montar un negocio y ceder su lugar a otros dos.

"Queremos que trabajen en la naturaleza y vean que sus productos son aceptados y tienen retorno -ha afirmado Gabriel- porque si la sociedad no les da una oportunidad, es muy fácil que recaigan".

La aportación de los socios y los beneficios de la venta de productos ecológicos y el alquiler de microhuertos financiarán el proyecto, cuyo presupuesto podría alcanzar los 18.000 euros anuales, aunque el coste del primer año ha superado ya los 46.000.

En los microhuertos, de 24 metros cuadrados, los alumnos realizarán sus prácticas y al mismo tiempo darán una solución al arrendatario cuando éste no pueda cuidarlo; cualquier persona puede alquilar un microhuerto, ha recordado Gabriel, siempre y cuando se comprometa con criterios ecológicos de cultivo y mantenimiento.

El terreno y el agua para regar cuestan 25 euros al mes, 20 más si se contrata mantenimiento y otros 30 euros inscribirse en el curso de formación que se impartirá dos días al mes desde marzo, en que se asignan los huertos, hasta noviembre, final de temporada.

Ubicadas en Navalafuente, en la sierra norte de Madrid, las instalaciones de Albalá admiten además visitas de particulares que podrán participar en talleres y/o actividades para todos los públicos.

Gabriel Ostolaza ha elogiado la labor de los voluntarios, que se encargan tanto de tareas administrativas como de la plantación, mantenimiento de la planta, recolección, extracción de semillas o acondicionamiento de futuras cosechas.

También dependen de ellos el mantenimiento de la web, el diseño publicitario, la captación de fondos, el reclutamiento de socios, el asesoramiento legal o la impartición de talleres y seminarios.

Según Gabriel, "aunque a veces nos quite el sueño, es un trabajo muy gratificante que aporta un valor añadido a la sociedad y ofrece a esos colectivos la posibilidad de salir del agujero en comunión con principios muy arraigados de respeto al medio ambiente".

Y aunque de momento la actividad del proyecto se basa fundamentalmente en la explotación de los huertos, en una fase posterior se complementará con una pequeña granja de ganadería menor.