Sitges
Carretera del vino: un “road trip” entre uvas y rosas
Trece bodegas de siete municipios catalanes conforman la misma ruta que utilizaban los romanos para hacer llegar los caldos al resto del imperio
Trece bodegas de siete municipios catalanes conforman la misma ruta que utilizaban los romanos para hacer llegar los caldos al resto del imperio
En la playa de Sitges revolotea un aroma entre dulzón y amargo. A pocos metros de allí, han desembarcado durante años los vendimiadores que depositaban sus botas de piel de cuero tras varios días de marcha. Hoy, ese histórico olor sigue impregnando los restos del pantalán gracias a la Carreta del Vino que los amantes del caldo inauguraron hace unos años: siete pueblos y trece bodegas han desarrollado una tradición que, cada año, va ganando más adeptos. Y, lo que es aún más importante, ha vuelto a despertar el interés por las viejas costumbres de la zona.
El recorrido, del Penedés al Garraf o viceversa, es un viaje a través de la historia del vino de la comarca, pues cada una de las bodegas se ha adaptado a las necesidades de sus turistas: desde Masía Torreblanca hasta Puig Batet, pasando por Clos Lentiscus o Rovellats. Puede hacerse en coche, en bicicleta o incluso a pie y en su web ponen a su disposición una aplicación gratuita con servicios de geolocalización y guía para realizar el trazado. A través de ella también se pueden seleccionar diversos tramos y se indican las bodegas, los puntos de interés, los restaurantes y los alojamientos cercanos.
Toca remontarse al siglo XIV para reencontrar la relación entre Sitges y el vino. El Hospital Sant Joan Baptista posee un valor vinícola de gran importancia: las últimas viás de malvasía cultivadas en la población datan de hace 700 años. En 1935, Manuel Llopis i de Casades las cedió a la fundación del hospital con una condición: que se mantuviera el cultivo y la explotación de la malvasía de la ciudad. Hoy, la bodega se encuentra rodeada de un entorno modernista, en una finca de más de dos hectáreas que fue construida en 1912.
Esta ruta, que utilizaban los romanos para hacer llegar los vinos elaborados en este territorio al resto del imperio, tiene además un interés arquitectónico, pues permite visitar vestigios íberos, edificios modernistas, castillos, así como arquitectura popular y tradicional del territorio.
En cada uno de esos puntos, el turista tendrá la posibilidad de desayunar en un jardín modernista repleto de geranios y catar alguno de sus mejores caldos (Rovellats). En otros, dormir en un hotel de cinco estrellas en el que tomar un baño nocturno o degustar productos típicos en su restaurante (Mastinell). Por su parte, uno de los precursores del enoturismo catalán ofrece paseos por las viñas, talleres, observación de estrellas a la mitad de viñedo, catas a ciegas, así como gastronomía de primera (Sant Mart Sarroca). Además, organizan actividades en sus inmediaciones, como la Enocursa Torres de 10 kilómetros. Mientras tanto, en mayo, las rosas rodean el centro de visitas en Pacs del Penedés de Torres, excelente punto de partida o descanso.
Como parte de la oferta, existe la opción de adquirir un pasaporte por tres euros en cualquiera de las bodegas. Tiene validez por un año y, para quienes efectúen seis visitas, tiene recompensa: una caja con media docena de botellas de vino. Algo que también recibirán quienes la concluyan.
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