Vacaciones
Innsbruck: verano en la capital de los Alpes
Las celebraciones por el 300 aniversario de María Teresa de Habsburgo –festivales de música, conciertos al aire libre y una gran oferta de ocio y deporte en sus espacios naturales– hacen de Innsbruck un fantástico destino estival.
Las celebraciones por el 300 aniversario de María Teresa de Habsburgo –festivales de música, conciertos al aire libre y una gran oferta de ocio y deporte en sus espacios naturales– hacen de Innsbruck un fantástico destino estival.
Su privilegiado enclave entre los Alpes hizo que el emperador del sacro imperio romano germánico Maximiliano I de Habsburgo (1459-1519) escogiera esta ciudad para su asueto veraniego. Tanto le gustó que no sólo la engalanó ampliando el Palacio Imperial, Hofburg, y construyendo ese tejadillo de cobre dorado de 2.657 tejas con motivo de su boda con Blanca Sforza, sino que también la declaró capital de su magno imperio. No es de extrañar, pues pocas urbes hay que tengan tan a mano el espectáculo montañés del que goza Innsbruck. Desde cada rincón asoman los picos alpinos de la capital de los Alpes, matizados por las cúpulas de las iglesias y palacetes barrocos, impronta de la archiduquesa María Teresa de Austria, única mujer de la dinastía Habsburgo que llegó a gobernar. La avenida que lleva su nombre está llena de cafés –ya que la archiduquesa instauró la buena costumbre de tomar café con un «strudel» de manzana o tarta Sacher a media tarde– y culmina con el arco del triunfo que la gran dama mandó levantar con motivo del enlace de uno de sus 17 hijos, Leopoldo, con la española Ludovica, allá por el año1765.
Legado Habsburgo
Con el buen tiempo, los estudiantes de la ciudad universitaria de Innsbruck llenan terrazas y cafés a orillas del río Inn, cuando la ciudad abre las ventanas y, de los deportes de invierno, el fuego en la chimenea y el protagonismo de la nieve, pasa a ofrecer gratuitamente senderismo y mas de 100 rutas ciclistas. Sin obviar otras actividades como las vías ferratas, golf, equitación o rafting en sus lagos.
El verano trae notas musicales que ondean por las calles de Innsbruck procedentes de Innsbruck Got the Blues, New Orleans Festival, el festival de Música Antigua en el patio del Palacio Imperial o los conciertos al aire libre. Mención especial merece la música de los martes en la bellísima Sala Española del Castillo de Ambras, obra del archiduque Fernando II que lo mandó construir, lejos de los dimes y diretes de la corte, como prueba del amor por su esposa plebeya Philippine Welser –con quien se había casado en secreto–. El archiduque era un coleccionista nato y, todo hay que decirlo, el castillo cuenta con una colección de espantos en la Cámara de Arte y Curiosidades como el retrato de Vlad el Empalador o conde Drácula, la pintura de Petrus Gonsalvus que, igual que parte de su familia, sufría de hipertricosis o «síndrome de Ambras», una variada exposición de discapacidades y deformidades.
Siguiendo con la dinastía Habsburgo que accedió al poder en el siglo XIII, llegamos a la iglesia de la corte Hofkirche donde está el cenotafio que Fernando I de Habsburgo levantó en 1553 en honor a su abuelo Maximiliano I. Le custodian 28 imponentes estatuas de bronce en tamaño natural representando familias reales de la época. En la recoleta capilla de plata de Hofkirche descansan el archiduque Fernando II y su amada esposa.
El siglo XX no se quedó atrás y en 1927 se inauguró el trampolín de salto de esquí en Mont Bergisel, renovado en 2001 por la arquitecta iraquí Zaha Hadid, que diseñó el salto más moderno de Europa. El conjunto del trampolín, restaurante panorámico de 360 o «Bergisel Sky» y unas instalaciones para 28.000 espectadores, han hecho de este símbolo de Innsbruck un lugar único en la historia del deporte, no sólo invernal, ya que cuando llega el verano la hierva hace las veces de nieve, y se puede ver a los esquiadores lanzarse por el trampolín con Innsbruck a sus pies y la montaña Patscherkofel en la cordillera Nordkette al frente. A Nordkette se accede en el teleférico Inssbrucker Nordettenbahen, paradas también diseñadas por Zaha Hadid, hasta subir a la última, Hafelekar, a 2.389 m de altura, y disfrutar de las espectaculares vistas. Aunque Bergisel fue tres veces famoso por acoger los juegos olímpicos en 1964, 1976 y 2012, hubo años en que su destino cumplió funciones más dramáticas cuando durante el siglo XIX en sus laderas se desarrollaron las cruentas batallas de los tiroleses contra los ejércitos bávaros y franceses, tal como muestra la espectacular pintura panorámica gigante de mil m2 que sita en el Museo Tirol Panorama, abarca en 360º un detallado testimonio de la lucha tirolesa por la libertad.
En la localidad de Wattens, las nubes de cristal cubren el cielo del mundo Swarovski con estrellas coloridas y tintineantes a la luz solar, grises y solemnes si el día está nublado, abriendo paso a ese fascinante universo cristalino de André Heller que presidido por el gigante de ojos Swarovski se adentra en las 14 cámaras de arte de cristal. Pinturas, esculturas, obras plásticas y ciudades de cristal forman un laberinto onírico por donde el visitante fantasea viendo su imagen reflejada en los miles de espejos, visitando capitales del planeta reproducidas en cristal, o cotilleando las joyas, vestidos o menaje adornados con cristales Swarosvski de la reina Letizia, la diadema de Whitney Houston en el Guardaespaldas, o los últimos mitos como el oscuro manto de Dark Vader en La Guerra de las Galaxias iluminado por lagrimas Swarovski.
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