Viajes

Un hotel habitado por fantasmas, perfecto para desconectar

Las estancias están integradas en el entorno e invitan al huésped a relajarse mirando al exterior
Las estancias están integradas en el entorno e invitan al huésped a relajarse mirando al exteriorlarazon

Parece una contradicción, intentar desconectar y descansar en un hotel en el que, paradójicamente, deambulan a sus anchas no uno sino tres fantasmas vinculados a los antepasados de la propiedad. Es lo que dicen las leyendas que rodean la historia del Parador de Limpias, en Cantabria. Pero que nadie se asuste, porque lejos de ser un lugar fantasmagórico, éste es un hotel muy pensado para el descanso y la desconexión en plena naturaleza.

El Parador se levanta en medio de un bosque frondoso conocido como el Castañar. Y es ahí mismo, en el corazón de esta finca de más de 60.000 m2 donde se sitúa el Parador, un palacete de principios del siglo XX. A nivel arquitectónico sobresale un marcado estilo rústico, aunque el edificio es, sin embargo, un claro ejemplo del Modernismo que más se llevaba por aquel entonces: construcción con forma de cubo, mampostería en sus muros, grandes balcones y una portada de carácter monumental. Muy a la altura de su primer propietario, el aristócrata Manuel de Eguilior, conde de Albox –para que nos entendamos, tío de Margarita, la fantasma que, según las leyendas, deambula por el Parador, acompañada siempre de su hijo recién nacido y de un sirviente–.

Las zonas comunes guardan parte del encanto del que disfrutaba la nobleza en aquella época. Se aprecia sobre todo en el salón con chimenea de la planta baja y en las escaleras señoriales. Aunque no todo el conjunto es centenario, pues junto a la edificación originaria, ocupada hoy por 18 habitaciones, Paradores levantó un anexo con un diseño mucho más actual y capacidad para 47 habitaciones más –recién reformadas este octubre–. Muy espaciosas, cómodas y con miradores hacia el bosque, capaces de transmitir al huésped la tranquilidad del entorno.

Salir a dar un paseo por el sendero que conduce hacia el bosque es una de las actividades más reseñables, aunque también es posible nadar en cualquiera de sus dos modestas piscinas –una cubierta, abierta todo el año, y otra al aire libre, abierta sólo en verano–. La gastronomía completa la oferta de servicios, en la que los productos locales ocupan un lugar destacado en la carta de su restaurante. Imperdonable marcharse sin probar las deliciosas anchoas de Laredo que ofrecen, elaboradas artesanalmente por un proveedor local (Codesa), el único de la zona que ha lanzado al mercado las anchoas conservadas en sal rosa del Himalaya.