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Crítica de cine

«El maestro del agua»: La guerra no ha terminado

Dirección: Rusell Crowe. Guión: Andrew Knight y Andrew Anastasios. Intérpretes: Rusell Crowe, Olga Kurylenko, Yilmaz Erdogan, Cem Yilmaz, Jai Courtney y Dylan Georgiades. Australia 2014. Duración: 111 minutos. Drama histórico.

Joshua Connor, el protagonista, se ve inmerso en la guerra entre los turcos y los griegos en la búsqueda de sus hijos
Joshua Connor, el protagonista, se ve inmerso en la guerra entre los turcos y los griegos en la búsqueda de sus hijoslarazon

Recuerdo todavía, y ya hace varios años de ello, concretamente nueve, una visita a Madrid de Russell Crowe para presentar «Un buen año», una no buena película que dirigía Ridley Scott. Apuró un pitillo apenas unos segundos antes de comenzar la rueda de prensa con bastante retraso y estaba, sí, créanlo, de un humor estupendo. Asustados como estábamos por conocer la leyenda, fue un alivio. Porque tiene fama de todo lo contrario, de malencarado, exigente y divo, pero también se trata de un sólido actor cuando quiere. Y en «El maestro del agua», o su primer filme como director, ha querido, aunque a veces de la impresión de que le cuesta emocionarse. Con ciertos directores clásicos en las mentes (piensen en Eastwood y Spielberg, por ejemplo), la película, o la épica aventura real ambientada cuatro años después de la devastadora batalla de Galípoli de 1915, cuando un granjero australiano cuya esposa acaba de suicidarse viaja a Estambul para saber qué le ha pasado a sus tres hijos, desaparecidos en combate, le sirve a un omnisciente Crowe para desplegar unas buenas dotes interpretativas aunque el filme, de espléndida ambientación y fotografía, posea un ritmo irregular y la relación de amor entre el protagonista y una atractiva turca viuda con un hijo pequeño de por medio resulte demasiado edulcorada. Honesta y sensible con todo, acerca al espectador a ese durísimo, sangriento combate que dejó sobre la tierra la vida de miles y miles de hombres y ratifica la proeza heroica de un padre dispuesto a lo que sea para saber qué ha ocurrido con su prole, si bien da la impresión de que el cineasta ha suavizado la historia y centrado en exceso sobre su parte más sentimental. Qué sangrientas, que absurdas las guerras; ninguna merece ser olvidada. Y, menos, sus víctimas.