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Íntimos y desdichados clásicos

Íntimos y desdichados clásicos
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Quien espere una novela al uso sobre el septeto que ilustra esta reseña (su vida, sus obras, sus relaciones) se ha equivocado de libro, porque «La música de la memoria» no lo es. Está a caballo entre el ensayo, la narrativa y la biografía. Xavier Güell, que en la música clásica no sé si sabe todo, pero sí una barbaridad, ha trufado la triste realidad de todos estos artistas con elementos narrativos que añaden bastante atractivo (incrementado por el uso de la primera persona en que está narrado) a este libro, por el que desfilan en situaciones muy concretas grandes maestros. Los momentos están sabiamente elegidos y no tiene desperdicio. Nos presenta, por ejemplo, en el lecho del dolor, a Beethoven, grande, inmenso, a punto de perder la vida y que hubiera deseado ceder su testigo, ahí es nada, a un joven Schubert, que ante la presencia del maestro derrama gruesas gotas de sudor. Encoge el corazón escuchar al genio hablar de su sordera: «Sin ser sordo jamás habría compuesto de la forma que lo he hecho», escribe. Y lo creemos. Güell es uno y siete a la vez, y a cada sabe darle su voz. De Schubert retrata su supuesta homosexualidad, que ciertos estudios historiográficos apuntalan, y su relación con Franz von Chober, que trabajó con el propio compositor y junto con quien padeció el tormento de la sífilis. Brahms es un «ángel exterminador», capaz de hechizar a Schumann, que al conocerlo lo considera un heredero natural, y de enamorar perdidamente a la esposa de éste, Clara.

«No tengo miedo, jamás lo he tenido. Cuanto más he sufrido, más he amado. El peligro constante que siempre asumí ha servido para acrecentar mi amor por la vida». Con esta cita inaugura el capítulo sexto, el dedicado a Wagner. Ahí está Bayreuth, su sueño puesto en pie, la representación del «Anillo», la inauguración de un teatro majestuoso. Ya puede descansar tranquilo. Vemos a Liszt en su refugio religioso, donde realmente es él, «amigo fiel y leal que merece los mayores honores», según Wagner. Y Mahler, al que hallamos en plena travesía y de quien sentimos su desesperación por la muerte de su hija María.

Para que el lector no se quede desamparado, el musicólogo incluye una discografía seleccionada de las composiciones analizadas en el volumen. Nada, pues, queda al azar.