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Matilde Asensi: «Lo que realmente nos hace libres es la incertidumbre»

Vuelve con la continuación de «El último Catón», donde la autora recupera a los personajes de la primera entrega para sumergirse en la búsqueda de uno de los grandes tesoros de la arqueología: la tumba de Jesucristo.

Matilde Asensi: «Lo que realmente nos hace libres es la incertidumbre»
Matilde Asensi: «Lo que realmente nos hace libres es la incertidumbre»larazon

Vuelve con la continuación de «El último Catón», donde la autora recupera a los personajes de la primera entrega para sumergirse en la búsqueda de uno de los grandes tesoros de la arqueología: la tumba de Jesucristo.

La literatura tiene sus propios acontecimientos y Matilde Asensi es uno de ellos. Ella es una escritora que cuenta, entre sus virtudes, con el extraño don de que la historia aparezca ante el lector como un juego de secretos y conjuras, un laberinto de intereses y ocultaciones. Lo suyo es levantar, sobre el escenario del pasado, el trampantojo de una ficción para introducir al lector en acontecimientos y fechas de las que se encuadran en los libros, pero siempre con el cebo de una aventura que es un recurso adecuado para repasar sucesos y personajes de otras épocas. Convierte así «El regreso de Catón» (Planeta), su vuelta a las librerías y el reencuentro esperado con los personajes que tejió en «El último Catón», en una persecución de aires detectivescos por descubrir el osario de Jesucristo. Pero en su recorrido habla de muchos más asuntos: de la intransigencia, la fe, las religiones y la tolerancia.

–En el libro hay un lema: «La verdad os hará libres».

–Jesús dijo que «la verdad os hará libres». La verdad, en la Historia, la escriben siempre los vencedores. Por eso, uno de mis propósitos era desmitificar esa idea difundida. Lo que en realidad nos hace libres es la incertidumbre, la duda, la desconfianza. La verdad no existe. Esta es la premisa de la que parto. Un ejemplo de lo que cuento son las herejías cristianas. Lo que nos ha contado la Iglesia es una historia, la que se ha establecido, pero existían más narraciones, las que acabaron tildándose de heréticas. Algunas de ellas proceden, incluso, del siglo I. Jesucristo muere, pero debemos pensar que los apóstoles y familiares de él continúan viviendo. Ellos se quedan en Jerusalén y respetan el mensaje que promulgó Cristo. Quien no lo sigue es San Pablo. Él fue quien creó el cristianismo y predicó entre los paganos. Esta Iglesia original de Jesús desapareció y eran los ebionitas. Cuando Pablo habla de los pobres, habla de ellos. La iglesia que queda ahora no es la de los apóstoles y familiares del Señor, a quienes Pablo derrota y quita en medio. Queda la iglesia que todos conocemos.

–Afirma que la historia es un instrumento de poder.

–Totalmente. La historia no está escrita en piedra y no existe una verdad única sobre ella. Quien tiene el poder afirma su versión de la historia, que pasará a ser la verdadera. Y ese poder puede ser político, económico o religioso. La verdad de un hecho es lo que, finalmente, damos por establecido. Pero hay que tener en cuenta que nos dominan, nos manipulan y hasta, en ocasiones, nos exigen que defendamos verdades que, en el fondo, son falsedades que nos han im-puesto. Somos utilizados por el poder, que lo único que quiere es perpetuarse en él. Por eso se gobierna prohibiendo. Los que están arriba siempre quieren tener el poder. Desconozco la erótica del poder, pero la gente se vuelve loca.

–¿Algún caso reciente?

–Sólo hay que recordar la Alemania nazi. Todo un país entero defendiendo una ideología fascista y criminal. Los populismos también lo son. Me cuesta entender que la gente que no tiene nada en los supermercados, como ocurre en Venezuela, donde la hija de Chávez disfruta de un avión privado, siga a esos dirigentes. El chavismo es como una fe, una religión. Si no es manipular la verdad conseguir que muchas personas pobres te apoyen mientras que otros, que no se lo han ganado, además, disfrutan de riquezas... Lo que ignoro es cómo logran hacer eso.

–¿Las religiones también se han empleado para someter a las personas?

–Lo que pasa con la religión es que se acerca en muchos puntos a una secta política. En la religión, que toco en mi libro, se corre el riesgo de herir muchas sensibilidades. Para mí es sencillo: cualquier persona puede tener la creencia que quiera y yo voy a defender su derecho a que crea en lo que quiera, pero él también debe respetar mi derecho a lo que yo desee. En el tema de la religión se puede dialogar sobre la doctrina, pero no con la fe. Cuando hay alguien que cree, lo único que cabe es el respeto y su derecho a defender esa fe. Pero en la doctrina eclesiástica, ahí sí podemos discutir. Yo no creo en muchos dogmas. No estoy de acuerdo con que usar preservativos sea un pecado. Pero insisto, el lado de la fe es una cosa y la doctrina, otra.

–¿Qué ha pasado con el islam hoy en día? Se lo pregunto porque en su obra también aparece.

–El problema del islam no es la religión en sí. En el Corán hay pasajes mas o menos agresivos, pero es palabra revelada por Dios. Pero la inmensa mayoría del Corán habla de paz, limosna y caridad. El problema del mundo árabe es la falta de cultura. Cuando tienes ignorancia, fanatismo y un vacío de valores y, de repente, llega una religión que rellena los huecos que deja la frustración, el resultado es que contará con adeptos. El hecho de que prometa que si mueres por ella tienes asegurado un paraíso y un montón de mujeres demuestra que es un problema de ignorancia. Yo no digo que no existan escuelas coránicas, madrasas, pero sí que también se debe enseñar filosofía, ciencias naturales, matemáticas, porque si no sólo surgen fanáticos. Hay personas, que pertenecen a una segunda generación en un país occidental y tienen estudios y después se fanatizan, pero es por otro motivo: no tienen raíces y encuentran un lugar entre estos fanáticos del Isis. ¿Pero qué clase de religión es la que difunden los que matan a cuchillo en un vídeo? Es más bien maldad.

–¿La figura de Cristo, que está presente en esta novela, ha llegado hasta nosotros tergiversada?

–Los cuatros evangelios canónicos que conocemos en la actualidad se aprobaron en Nicea, pero no se parecen entre sí en nada. Apenas coinciden y si resucitó Cristo, los detalles deberían estar grabados a fuego en cada uno de ellos, porque los cuatro pertenecen al siglo I. Nos han llegado unos evangelios manipulados, una historia manipulada y una doctrina que no tiene nada que ver con la de Jesús y su interpretación de la ley judía.

–¿Quién fue el principal artífice de esa manipulación?

–El primero fue San Pablo. No lo digo yo; lo dicen los teólogos. Pero hasta Nicea, también lo hicieron otros padres de la Iglesia y, en realidad, casi todos los jerarcas hasta el siglo V. Hubo manipulaciones hasta esa época, cuando Nicea aprueba esos cuatro. El apoyo de los emperadores romanos fue decisivo. Constantino necesitaba una religión que le ayudara a mantener el imperio. A partir de ahí queda establecida la base de la Iglesia y sólo cambia la doctrina. Hay que empezar a revisar la Iglesia y los evangelios. Se tiene que recuperar la auténtica figura de Jesús.

–¿Cuál es el truco, si existe, de un «best-seller»?

–Yo creo que soy «long-seller». Se siguen vendiendo mis obras. Pero yo, con este libro, todavía estoy temblando. ¿Y si no gusta?, me pregunto. No tengo garantizado el éxito. Pero me parece bien, porque entonces me confiaría. Hay que seguir teniendo incertidumbres. Lo que te da la tensión es decirte: «No puedo fallar». Yo ahora no sé qué va a pasar. Tengo un miedo horrible. Pero le voy a decir algo: si hubiera un truco para escribir «best-sellers» las editoriales nos habrían sustituidos por negros. No existe ningún truco. Quizá, lo que sí te puedo admitir es el olfato periodístico que tengo. He sido periodista y te queda el instinto de la noticia, ser capaz de ver el titular de una información, reconocer qué es lo que interesa a las personas.