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Mas redacta cartas a Rajoy y la ONU para negociar la secesión tras el pleno del 9N

También quiere implicar a la UE y la OTAN para que se reconozca la independencia de la República catalana

El presidente en funciones de la Generalitat, Artur Mas, ayer, durante el congreso de Convergència
El presidente en funciones de la Generalitat, Artur Mas, ayer, durante el congreso de Convergèncialarazon

El presidente de la Generalitat en funciones Artur Mas también quiere implicar a la UE y la OTAN para que se reconozca la independencia de la República catalana

El presidente de la Generalitat en funciones Artur Mas planea enviar a partir del martes, una vez que se haya aprobado en el Parlamento de Cataluña la moción independentista, una remesa de cartas a los principales representantes del Estado y a la comunidad internacional para comunicarles el inicio del proceso de negociación de la independencia de Cataluña e implicarles en el mismo, según confirmaron a LA RAZÓN fuentes nacionalistas. En su delirio por ser el mesías de la autodeterminación catalana, tras haber dinamitado su partido desde dentro y haber fracturado a su sociedad, Mas confirma su nueva huida hacia adelante y su resistencia frente a las presiones desde el propio bloque independentista para que ceda paso. Fuentes conocedoras de la negociación en marcha desvelan, además, que ha existido un intento de «librarse» de él con la excusa de enviarle a Madrid como «cabeza de lista» para que tutelase la refundación de Convergència. Pero él se ha negado, por lo que cabe pensar que estas misivas pretenden ser un instrumento para poner de manifiesto la necesidad de su permanencia en Cataluña como líder del proceso.

Las cartas en las que ha estado trabajando tienen como remitente al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy; al presidente del Congreso, Jesús Posada; y al presidente del Senado, Pío García Escudero, entre otros representantes del Estado español. Y a gobiernos e instituciones internacionales como el Consejo de Europa y Naciones Unidas. Esta maniobra, acabe o no concretándola tras la votación del lunes, confirma también hasta dónde llega la prepotencia de Mas, quien pese a sus problemas para ser investido ya tiene preparadas las misivas que como supuesto líder del proceso independentista catalán dirige al Estado español, a los líderes mundiales y a los principales organismos europeos e internacionales.

Cabe la pregunta de si habrá logrado convencer a la CUP o a algún diputado díscolo de la misma para que vote su investidura y poder así arrogarse el poder de enviar estas cartas con la firma de presidente de la Generalitat. Las fuentes consultadas anticipan que su objetivo es forzar al Estado a reaccionar con escaso margen de tiempo, apuntalar la idea de que con el Gobierno español no se puede negociar y dar por hecho que él es la cabeza visible del proceso a pesar de que ni siquiera ha sido investido y está en funciones. También está obsesionado con neutralizar la acción coercitiva del Estado llamando la atención de intermediarios y de organismos multilaterales.

El contenido de las cartas va en la línea de confirmar que la resolución independentista del lunes supone el teórico inicio del proceso de creación del Estado catalán en forma de República, y que esto es acorde a la voluntad expresada por los catalanes en las elecciones del 27 de septiembre. Dicha voluntad, en unas elecciones con una participación del 77,4 por ciento, sólo representa el 47,8 por ciento de los votos emitidos, con lo que se está obviando al 52,3 por ciento que no está de acuerdo. Dentro de las filas de Convergència hay quien reconoce que «sólo se trata de una huida hacia adelante sin calibrar su deriva porque tiene en contra a la mayor parte de la población de Cataluña».

En las cartas, el alegato independentista de Mas subraya, asimismo, que se inicia el proceso de negociaciones para hacer efectivo el mandato democrático. En realidad, se trata de una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) encubierta ya que se presenta tanto la resolución como la voluntad de negociar como un hecho consumado y sobre la base de un mandato democrático inexistente. El objetivo del presidente en funciones es apelar a la voluntad de permanencia en la UE, cuando está claro que tanto por normativa interna de la misma como por el derecho internacional esto requeriría el inicio de un proceso de negociación para su ingreso que podría durar mucho tiempo. Obviando, por otra parte, que previamente debería ser reconocido su establecimiento como país independiente.

Con esta iniciativa Mas también planea solicitar a las «instancias europeas» que se involucren en el proceso de negociación con el Gobierno español. Y pretende, en definitiva, que fiscalicen un hipotético proceso de negociación con el Gobierno, que, en ningún caso, se dará bajo imposición. En ese sentido, alega que la Cataluña que rompe con España continúa formando parte de los Tratados de los que participa España, dando así por hecho que puede subrogarse a ellos.

La decadencia de la «flecha negra»

Artur Mas que por su velocidad como delantero cuando jugaba fútbol le llamaban «la flecha negra» vive sus horas más difíciles como político. Igual que Ronaldinho después de ganar la Champions, que en la temporada 2007-2008 apenas marcó siete goles, todos excepto uno a balón parado, el president de la Generalitat ya no ríe. Hace poco más de un año, firmaba orgulloso el decreto de convocatoria de la consulta para el 9 de noviembre. Se hacía un hueco en los libros de Historia donde quería ser recordado como el primer president de la Generalitat en convocar una consulta soberanista. Pero un año después escribe otra efeméride, la del hombre que dinamitó CiU, el partido que durante décadas ha representado a la mayoría del pueblo catalán. En 2002, cuando Jordi Pujol le señaló como heredero Mas decía sobre la independencia que era «un proyecto político para el 15 o el 20 por ciento de nuestra sociedad» y que por lo tanto no le convenía defender a CiU. Entre otras cosas porque «yo me quiero dirigir a la mayoría del país y esta mayoría no está por la independencia», decía Mas, y porque «un político que se dedica a hacer un discurso muy excitante dirigido a una parte minoritaria de la población (...) creo que es un político que lleva el país hacia un escenario de frustración». Mas se convirtió en president en 2010 con un discurso en el que estaba vetado la palabra independencia. Sedujo a socialistas y ecosocialistas desencantados con el tripartito con una propuesta a favor de la España plurinacional y, eso sí, que defendía un pacto fiscal para Cataluña. Pero dos años después CDC cambió de guión. Se abrazó a la «estelada» en el congreso que celebró en marzo y tras el 11 de septiembre y la famosa multitudinaria manifestación por la independencia de Cataluña que organizaron la ANC y Òmnium Cultural, enterró el pacto fiscal para apostar por un «Estado propio». Pese a perder doce diputados en las elecciones de 2012 en las que ya abogó por la independencia, siguió adelante con su idea de pasar a la historia como el hombre que intentó construir un estado catalán, sin importarle que se llevaba por delante. Rompió CiU, su nombre despierta cada día más recelos y ya no ríe. CDC asediada por la corrupción, se presenta a una elecciones sin sus siglas ni ilusión. Mas se arrastra por el terreno de juego, como Ronaldinho antes de que Guardiola lo echara. La flecha negra es leyenda.