Terrorismo yihadista

Valls advierte de que se libra una guerra de civilizaciones

Yassine Salhi, tapado con una toalla es conducido al juzgado
Yassine Salhi, tapado con una toalla es conducido al juzgadolarazon

Yassin Salhi, el autor del atentado del viernes en Saint-Quentin-Fallavier, asegura que su acción no tiene nada que ver con el terrorismo. El hombre, sospechoso de haber decapitado a su jefe, Hervé Cornara, ha dicho a los investigadores que le mató porque se había peleado con él y, presionado por otros problemas personales, habría pasado al acto. Estas explicaciones no parecen convencer a la Policía, que ayer le llevó de nuevo a su casa para proceder a otro registro en busca de su pasaporte para verificar si ha estado en Siria, como asegura un testigo. A primera hora de la tarde, la Policía antiterrorista trasladó a Sahli desde la comisaría de Lyon hasta su domicilio en Saint-Priest. Lo llevaron con el rostro cubierto, esposado y con un chaleco antibalas y durante dos horas registraron su casa. Poco antes, su mujer y su hermana, que habían sido detenidas la misma mañana del atentado, fueron puestas en libertad sin cargos.

Los investigadores también estuvieron recogiendo elementos en el escenario del crimen, un parking situado entre su lugar de trabajo y el lugar del atentado, en el que el presunto terrorista estranguló a su jefe y lo decapitó. Un testigo ha confirmado que dos días antes del asesinato Salhi había dejado caer una paleta con material de valor, y al ser recriminado por su jefe, habrían mantenido una fuerte discusión.

Por otro lado, ya han podido determinar la identidad de la persona a la que estaba dirigido el mensaje con el «selfie» que Salhi se hizo junto a la cabeza de su víctima. Se trata de Sébastien Younès, un amigo de la infancia que frecuentó cuando vivía en Besançon y que se encuentra ahora en Siria. Habría llegado allí en noviembre de 2014, al sector de Raqa, donde fue para combatir en las filas del Estado islámico. Younès es el propietario del móvil con un número canadiense al que Salhi envió un WhatsApp, y la Policía estudia qué relación había entre los dos hombres y si Younès ha podido jugar un papel ordenando la comisión del atentado.

Ayer, a las 19:15, Yassin Salhi salía de nuevo de la comisaría de Lyon rumbo a París, hacia la sede de la Subdirección Antiterrorista, situada en el oeste de la capital francesa. Allí permanecerá sin duda hasta que expiren las 96 horas de detención que permite la ley antiterrorista. Los investigadores se encuentran ante un hombre que parece tener dos caras. Por un lado, es descrito como un buen padre (tiene tres hijos), un buen musulmán, «discreto», «sereno», con un trabajo estable... mientras que la Policía lo conocía por frecuentar redes salafistas, y concretamente a un tal Frédéric Jean Salvi, que se hacía llamar «Grand Ali», sospechoso de participar en un proyecto de atentado con militantes de Al Qaeda en Yakarta. En las páginas de «Le Parisien», el antiguo profesor de deportes de Yassin Salhi afirma que le intrigó mucho cuando fue a verle y le dijo que quería hacer «free fight»: «Es una forma de arte marcial ultraviolento, en el que todos los golpes son permitidos», afirma, «y era sobre todo sorprendente porque era un hombre muy suave en sus gestos y en su forma de hablar». Él es quien ha comentado a la Policía francesa que Salhi le había revelado que había estado en Siria.

En el ámbito político, Manuel Valls, ocupó ayer todo el terreno. El atentado le había sorprendido en el transcurso de un viaje oficial a Colombia, y suspendió de inmediato todos los actos previstos para regresar a Francia y seguir de cerca el desarrollo de las investigaciones. En una entrevista a i-Tele, el primer ministro afirmó que estamos ante «una guerra de civilizaciones», un término que ya utilizó el pasado mes de enero Nicolas Sarkozy tras el atentado contra la sede del semanario «Charlie Hebdo». «Es una guerra declarada a la civilización, y la civilización tiene la responsabilidad de defenderse », dijo entonces el presidente de Los Republicanos. Este comentario fue duramente criticado, incluso por personas cercanas al propio Sarkozy, como su antigua ministra de Justicia Rachida Dati, y Valls contribuyó afirmando que «no estamos en una guerra contra una religión, contra una civilización».

Pero seis meses más tarde, Valls ha cambiado de opinión y, como dijo ayer, «un responsable gubernamental debe ser lúcido y compartir esa lucidez». El primer ministro galo aseguró que se trata «finalmente de una guerra de civilizaciones». Eso sí, precisó que esa guerra «se sitúa también en el seno del islam, entre un islam de valores humanistas y otro islam oscurantista y totalitario que quiere imponer su visión a la sociedad». Sin embargo, a la derecha le faltó tiempo para regocijarse con este alineamiento del primer ministro al análisis de su líder. No ocurrió lo mismo entre todos los socialistas, como el diputado Pascal Cherki, que escribió en un tuit que no comparte «esta visión heredada de [George W.] Bush». Según Valls, Francia, Europa y el mundo en general viven «bajo una amenaza terrorista mayor, y esa amenaza va a durar».