Terrorismo yihadista

Más de 2.000 menores crecen bajo un intenso odio yihadista

La Razón
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«No han conocido otra cosa». Así se expresa un experto en lucha antiyihadista al referirse a los más de 2.000 niños y adolescentes, entre 12 y 18 años, que viven en las zonas ocupadas por el Daesh en Siria e Irak. La cifra exacta es imposible de conocer, pero se calcula que superan los 2.000. Eso sin contar con los secuestrados por el EI, como el menor de 12 años que ayer estuvo a punto de detonarse en el Kurdistán iraquí. Según los citados expertos, la cifra actual de miembros del Daesh es de 30.000, un tercio de los cuales son mujeres. La mitad de ellas, unas 5.000, huyeron de sus países de residencia a las zonas de combate con sus hijos. Esta circunstancia se produjo de manera masiva en los primeros meses de vida del Estado Islámico, a partir de junio de 2014. Es decir que los niños que llegaron al califato yihadista en 2014 con diez u once años ahora tienen entre 12 y 13, y así sucesivamente.

En función de las elevadas cifras de natalidad de las familias musulmanas y por datos operativos en manos de los servicios de información, se calcula que de los hijos que tienen hay más de 2.000 entre 12 y 18 años. Desde el principio, se les ha hecho participar, primero como espectadores y después como sujetos activos, en ejecuciones en las que se han cometido auténticas atrocidades. Como decía el experto, «no han visto otra cosa» y, además, reciben formación militar sobre el uso de armas cortas (pistolas), cuchillos y se les mentaliza para suicidarse en nombre de la causa de Alá.

En las redes sociales, el Daesh ha difundido vídeos en los que se veía a adolescentes ejecutar con pistola a supuestos espías, algunos rusos; y otro tipo de actos similares, convertidos en auténticos «circos» para que niños y adolescentes se acostumbraran a la visión de los asesinatos a sangre fría y los interioricen como algo necesario para acabar con los infieles. Todo esto, según las citadas fuentes, confirma que el EI, que se ha fijado como objetivo prioritario «derribar la cruz» de los cristianos, con lo que ello supone de intentar una guerra de religión, está dispuesto a utilizar todos los medios, incluidos niños, para alcanzar sus siniestros fines.