Pedro Narváez

Amor errejónico

La hija de Hugo Chávez ha visto en Errejón a un galansote de telenovela, el yerno que hubiera querido el difunto, aunque en sus dulces maneras el pequeño de Pablo Iglesias igual no daba la talla de macho alfa, esos que llevan sombrero y montan a caballo como un cortejo erótico de fiera en la selva. Errejón es mas bien Manolito Gafotas y a poco que se descuidara Castro le diría mariconsón sólo porque va limpio y gasta maneras de intelectual si bien su expediente ya tiene un borrón. Y cuenta nueva. Los de Podemos son el amor errejónico de las volcánicas princesas del régimen que arrojan lava de deseo ideológico en el trasunto de un bolero. En el Parlamento europeo bien podrían hacer de «groupies» cuando el partido populista apoya los desmanes del régimen venezolano que le llenó los bolsillos, ese dinero que les hunde en la miseria y el asco. Podemos pide que Otegi, ese hombre, salga de la cárcel, y defiende la eutanasia política para los opositores de Caracas podridos de tanto Maduro. Les honra que no muerdan la mano que les dio de comer. El amor errejónico es fiel y traicionero como todos y ahora intenta la cuadratura del círculo que es pedir el derecho a decidir pero colocarse contra la independencia, salvar la Semana Santa (porque hay consenso) y solicitar a la vez la expropiación de la Mezquita de Córdoba y de la Giralda. ¿Y por qué no del barrio de Las Tres Mil Viviendas que andan más necesitadas? La Giralda, que es la herencia que va a dejar Susana Díaz a su hijo porque la conserva la Iglesia. Un día estaremos muertos y los monumentos seguirán ahí mientras nuestras cenizas, quién sabe, a lo mejor confundidas con cocaína como el episodio torrentesco de esos chavales que fueron a robar un subidón y se encontraron con restos de difuntos. Algo así como a Errejón a quien la cabeza ya le huele a pies.