Cuartel emocional

Hablemos de libertad

Quieren cosernos los labios para que no denunciemos el pillaje de quienes nos gobiernan

Si en universidades de Europa y Estados Unidos se están produciendo manifestaciones pro palestinas, que no antisemitas, dejemos claras las cosas porque a veces la noche nos confunde como a aquel cubanito que hacía compañía a Sarita Montiel, es porque existe algo que se llama libertad, algo que la mayoría de los seres humanos buscamos desde que salimos del seno de nuestra madre, en ese momento en que comenzamos a lidiar con la vida. A nadie le gusta estar preso ni amordazado, porque la naturaleza nos ha dotado de voz y de movimiento para hablar, gritar y denunciar; para cruzar el mundo a grandes zancadas buscando el terreno que ha de servirnos para echar raíces y crear nuestro nido, nuestro ambiente, eso que llaman nuestro arraigo y experimentar la felicidad. Ahora quieren cosernos los labios para que no denunciemos el pillaje de quienes nos gobiernan, y atar de pies y manos a la justicia para que no pueda ejercer con ecuanimidad las labores para las que ha sido creada y designada. En definitiva para convertirnos en un país como algunos que existen en los trópicos donde la miseria y la riqueza conviven absurdamente en una rigurosa falta de libertades; los pobres, ahuyentando la melancolía a base de un hambre que los marea y los poderosos manejando dólares, colocándolos en paraísos tolerantes y comiendo langosta con buenos vinos bajo una sombrilla de oro. Eso es el bolivarianismo que planea sobre nuestras cabezas, la política del enmudecimiento y las manos atadas a la espalda, de la falta de libertades, de la supresión o la directa eliminación de las tradiciones. “Todo lo que no es tradición es plagio”, dejó dicho el divino D’Ors, y la belleza y la historia de nuestro país pretende la ultraizquierda gobernante cargársela de un plumazo. Da pena ver imágenes de la plaza de toros de Oviedo, llena de yerbajos y abandono, pero para hacer contrapeso están la de Madrid o la de Sevilla repletas de esplendor y de afición, algo que nunca podrán erradicar los que hoy tanto daño están haciendo.

Y de repente piensas, “me voy del país hasta que vuelva la normalidad para no ver lo que está pasando”, pero esconder la cabeza debajo del ala es de cobardes y hay que hacer frente a lo que ocurre; no podemos legar a nuestra descendencia los harapos, los jirones de una piel de toro que, mal que bien, ha vivido un esplendor glorioso, con sus más y sus menos, sí, pero con un pueblo que ha luchado por un futuro con visión de esperanza. Los engaños masivos de Sánchez no pueden calar hasta lo más profundo de una tierra de valientes; él no es el “puto amo”, como pretende Oscar Puente. Caerá más pronto o más tarde como cayó de su curul en el Ayuntamiento de Madrid allá por 2009. Le faltaban cualidades para ser un concejal. ¿Qué le falta para ser presidente del gobierno? La respuesta es de cajón: honestidad, verdad y valía propia, no la de los 1.700 asesores que le pagamos los contribuyentes. Que no se empeñe en asegurar que ganó unas elecciones: él es el gran perdedor que tiene que bajarse los pantalones ante separatistas y etarras para sostenerse en la silla presidencial. Me pregunto si al apagar la luz de su mesa de noche no sentirá pena de sí mismo…

CODA. Siempre nos quedará Leonor, testigo de la jura de bandera renovada por su padre el Rey en la Academia Militar de Zaragoza, bellísima Princesa, futuro de una Institución que muchos esperamos que prevalezca pese a las humillaciones inferidas desde el gobierno en los últimos años. Me gustaría pensar que por tradición de familia -su abuelo el Rey Juan Carlos, su tía Elena o su abuela doña María-, pudiera ser la gran defensora de la Fiesta por antonomasia, hoy sometida a un grave vilipendio con la supresión del Premio Nacional de la Tauromaquia.