El punto
¿Qué entiende Mónica García por corrupción sanitaria?
Cabe preguntarse si el nuevo órgano no será en realidad una nueva treta, otra más, del Gobierno de Sánchez para atacar bajo una apariencia de seriedad a sus rivales sanitarios
Desde un punto de vista objetivo, la puesta en marcha de un Observatorio contra el Fraude y la Corrupción Sanitaria como el que ha anunciado el Ministerio de Sanidad podría constituir una excelente noticia.
A pesar de la clásica inutilidad de los observatorios en la práctica administrativa, la creación de uno específico de este tipo en un área que mueve tanto dinero podría ayudar a corregir malas prácticas y a evitar tentaciones peligrosas que luego vacían los bolsillos públicos.
A lo largo de su trayectoria profesional, todos los agentes que operan en el sector han tenido noticia de actuaciones irregulares, otras que bordean la legalidad y unas pocas que directamente la quebrantan. El pastel sanitario es suculento y siempre hay bocas, afortunadamente escasas, dispuestas a comérselo a dentelladas.
El contexto en el que se produce su constitución, en pleno esperpento sanchista, no invita sin embargo al optimismo. Cuando estamos a las puertas de una ofensiva sin precedentes democráticos en España contra dos de los principales contrapoderes del Gobierno como son los jueces y los periodistas díscolos, cabe preguntarse si el nuevo órgano no será en realidad una nueva treta, otra más, del Gobierno de Sánchez para atacar bajo una apariencia de seriedad a sus rivales sanitarios o, al menos, poner en solfa sus actuaciones.
Cabe aquí preguntarse qué es lo que entiende el actual Ministerio de Mónica García por fraude o corrupción sanitaria. ¿Cargará, por ejemplo, contra ex altos cargos que están imputados por presuntas compras irregulares de materiales, como ocurre ahora, o usará el observatorio para reanudar la cacería contra Ayuso por su apuesta por la colaboración público-privada o el levantamiento del Hospital Isabel Zendal?
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