Alfonso Ussía

El rabo de la plaga

La Razón
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La plaga del resentimiento ha invitado a un terrorista de la ETA al Parlamento europeo. Ningún sujeto perteneciente a la plaga asistió al homenaje que en el Parlamento europeo se rindió a las víctimas de la banda terrorista de la que formó parte el invitado. La plaga se opuso a que el Parlamento europeo y el español condenaran a la tiranía venezolana y fueran excarcelados los presos políticos de Maduro. La plaga ha recibido muchos millones de dólares procedentes del carcelero. La plaga se derrite de gratitud cuando se refiere a Irán, la teocracia que asesina a los homosexuales colgándolos de lo más alto de las grúas por el mero hecho de serlo. Existe una gran confusión al respecto en la plaga. Un cómico de la plaga, que se dice asimismo «intelectual», ha contribuido al desconcierto. Se llama Fernando Tejero, o Tejera, que lo mismo da una cosa que otra. «A ver si me explico: Soy artista, homosexual, apoyo a Podemos, y a los que me faltan al respeto les seguiré pidiendo que me coman el rabo». No se ha explicado bien. Me alegra que se considere un artista. Le doy mi enhorabuena por su generosa consideración. Lo que no entiendo, y ahí no se ha explicado bien, es que apoye a Podemos, un partido financiado por quienes ahorcan a quienes tienen las mismas inclinaciones sexuales que el supuesto, y siempre según su criterio, artista. Resulta curioso lo disciplinados que son los de la plaga. Respecto a lo último, a su petición gastronómica de que le coman el rabo, nada tengo que opinar. Se trata de una proposición culinaria con muy escasos incentivos. Pero el autodenominado artista de la plaga insistió obsesivamente en lo del rabo, y en un segundo mensaje tuitero ratificó la solicitud: «Dedicaros –un intelectual y artista hubiera escrito “dedicaos”–, a hacer algo productivo. Por ejemplo, comerme el rabo». Espero que no se moleste el artista si le informo de mi nula predisposición a degustar ese plato de la Nueva Cocina. Prefiero el tradicional rabo de toro.

Eso del rabo suena mal. En el ingenio satírico español hay alusiones a los rabos de los políticos, pero no coincidentes en la ubicación corporal con el rabo ofrecido por el solicitante. Cuando falleció, en tiempos del exilio de Isabel II el duque de Valencia, la Reina recibió un telegrama del Departamento de Comunicaciones de las Calderas de Pedro Botero: «Llegó el duque de Valencia/ y le están poniendo el rabo./ Se espera con impaciencia/ al señor González-Bravo». Parecido telegrama se recibió cuando falleció don Ramón Narváez: «Ayer llegó don Ramón/ y hoy le ponemos el rabo./ Se espera con ilusión/ al señor González-Bravo». Al pobre González-Bravo lo tenían frito. Mas bien, el que tenía frito a González-Bravo era don Manuel del Palacio, el más grande poeta satírico de entresiglos, dueño de un talento, una palabra y un sentido de la libertad que la plaga no está capacitada para entender su obra poética. También a Godoy le mencionaron el rabo los poetas, y me temo que se referían al ofrecido gastronómicamente por el artista de la plaga. «Era de Castuera/ y medró, ¡quién lo dijera!/ Y en las alforjas traía/ ambición e hipocresía,/ y además de la ambición/ poquísima educación./ Amor desatado al vino/ y a la carne del cochino./ Con la Reina se ha metido/ y todavía no ha salido,/ y su omnímodo poder/ viene de saber j... cantar». Y finalizan los pareados: «Es un mal bicho al que al cabo/ habrá que cortarle el rabo».

En Irán es un plato prohibido, y de ahí mi desconcierto. Me propongo llamar a algunos amigos que aún me quedan en la Cofradía de la Buena Mesa para que me expliquen pormenorizadamente el proceso de su condimentación. Pero que Tejero o Tejera, el «artista y homosexual» de la plaga no cuente conmigo. Soy muy antiguo para probar nuevos platos. Séame permitido renunciar a la experiencia. Artista e intelectual. Eso, la plaga.