Francisco Rodríguez Adrados

Estamos estupefactos

Estamos estupefactos ante la inacción del Gobierno ante la chulería separatista del 9 de noviembre. Y, también, ante la reacción honorable de las dos terceras partes de los catalanes: no se hicieron presentes en aquel contubernio. Pese a presiones y televisiones y tergiversaciones intolerables. Y coacciones, amenazas, chulerías de todas clases. Son como ocupas de sus puestos, puesto que los llenan de ilegitimidad. Habrían debido dejarlos, ya que no estaban dispuestos a desempeñarlos para gobernar según las leyes. Pues bien, a pesar de todo, el pueblo catalán no ha fallado. A ese señor le ha dejado en ridículo. Y parece que no sabe contar. Dos tercios son dos tercios, pese a todo: han ganado. El del tercio ha perdido. Después de eso, ¡todavía envía cartitas proponiendo negociar! ¿Negociar, qué? ¿Los términos de la capitulación? Yo daría orden al portero de que devolviese las cartas sin abrirlas. Y cortar el teléfono y el email y todo lo demás. A ver si desaparece y aprende a contar. Cataluña y España viviríamos felices. Y el Estado Español, en tanto, como si no existiera. Los edificios del Estado, los funcionarios que cobran del Estado, los mossos que también cobran del Estado por una vía u otra, todo eso, al servicio de la subversión. Sin oír, en respuesta, una palabra más alta que otra. ¡A qué nivel de humillación ha descendido la orgullosa España, que decían! Vergüenza da.

Menos mal que la Sra. Sáenz de Santamaría (una Señora, de verdad) ha puesto las cosas en su punto, ha elevado su voz diciendo que sólo hay una respuesta: NO. Como otras tantas veces, parece que las mujeres son las que conservan el valor. Y no quiero seguir. Menos mal, también, que el fiscal general del Estado, nombre pomposo, ha decidido recurrir ante el Tribunal de Justicia de Cataluña. Y leo de ese otro señor, Vdes. saben, que dice que «España no se defiende a base de querellas. ¿Cómo la defiende él». Yo diría que no la defiende.

Y en tanto el señor Mas y los demás siguen en sus puestos: puestos del Gobierno español, de acuerdo con la Constitución española, a la que hace la guerra, aunque sea con palabras mentirosas. ¡Resulta que un tercio es mayoría! Hay en la Constitución artículos a través de los cuales se podría suspender esa Autonomía, según está. Ya aludí a ello el otro día. Y mil veces lo he dicho.

En fin, no quiero insistir, parece que es inútil por ahora. Pero hay que dejar escrita la verdad, que algún día será reconocida como verdad. Sólo insistiré en un punto. Esto no es sino un ejemplo de la debilidad en que ha caído España. No es que haya anomía en el sentido de «falta de Ley». Leyes hay en abundancia, demasiadas, quizá. Pero hay una suprema ley, no escrita: hay anomia en el otro sentido, en el de que no se cumple la ley. Son los ocupas los que ocupan su lugar. Como ese señor de Barcelona que no preside otra cosa que el desastre.

Y otros tantos, contaré un modesto caso. Dejo los casos grandes, esos tienen ya su publicidad. Yo soy un modesto catedrático de Universidad jubilado, aquí en Madrid. Vivo en unas casas que el Estado o la Universidad construyó para nosotros. Pues ahora, por misteriosas razones, docenas de estas viviendas están vacías, el rector no se digna abrir un concurso entre el profesorado. Y aprovechando este vacío, cuatro señoritas forzaron, ¡el domingo 9, por más señas, vaya día! la puerta de una de esas viviendas vacías y se declararon ocupantes (o, si quieren, ocupas): no tenían dónde vivir, dijeron, se quedaban allí. Se abrirá un largo proceso legal, Dios sabe lo que de ahí saldrá. Por los precedentes, suponemos que nada. Entre tanto, ahí está el modelo, ante la vista: el jardín, absolutamente abandonado, inmundo, un escándalo a las puertas de Madrid, lleva meses ocupado por docenas de rumanos: ahí viven, encienden hogueras, son un riesgo. Ni el rector ni nadie ha sido capaz de expulsarlos, parece que legalmente es difícil. Los pisos, que el rector no llena con el profesorado, para el que fueron construidos (que se las arreglen como puedan), vienen ahora otros de fuera a ocuparlos –ahora es un piso, otros seguirán sin duda–. Estas cosas no son espontáneas, son organizadas.

¿Para esto tenemos rectores? ¿Para esto tenemos gobernantes de alguna Autonomía? Esta es la situación. Y el PP, que ganó por mayoría las elecciones o, mejor dicho, aquel famoso Zapatero las perdió. Muy justamente. Y ahora el Sr. Rajoy, nuestro presidente del Gobierno o del Desgobierno, Dios no lo quiera pese a todo, hace todo lo posible para perder las elecciones. Tanta timidez no lleva a parte alguna. Sólo a un triste final, triste para todos.

Los rumanos son el ocupa número uno (bueno, antes hubo otros), las cuatro señoritas son el segundo: si hay un espacio abandonado, alguien viene a ocuparlo, es ley de vida. La naturaleza aborrece el vacío, dijo Aristóteles o alguien así. Parece que es difícil expulsar al ocupa, parece que la legislación, las infinitas y engorrosas legislaciones, en vez de ayudar, lo que hacen es, más bien, estorbar.

Vean mi ejemplo de ocupas modestos frente a otros importantes (o eso se creen ellos): los del famoso 9 de Noviembre, sus elevados autores en el Gobierno y Parlamento. Ese es mi ejemplo. Ya ven el panorama, no hace falta que lo explique yo: así no se puede seguir. ¿Quién lo arreglará?