
Editorial
La mayoría se gana en las urnas
El horror de los ciudadanos ante la tragedia de la población civil de Gaza, sometida durante décadas por Hamás, no significa acuerdo o aplauso a unos dirigentes que azuzan a los radicales y se envuelven en la muerte de inocentes para alimentar la estrategia del enfrentamiento político

Presume el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de una «mayoría social» que legitima decisiones políticas tan pueriles como la extensión de las lenguas regionales al mundo de unas grandes empresas con vocación globalista, al tiempo que, forzado por la aritmética de los hechos, se vanagloria de que su minoría parlamentaria no afecta a la estabilidad del Ejecutivo, afirmación que presupone la adhesión entusiasta de la opinión pública española al ejercicio de malabarismo dialéctico del equipo ministerial de opinión sincronizada. Como viene siendo habitual, confunde el inquilino de La Moncloa sus deseos con la realidad, y donde, al parecer, él ve un respaldo popular general a sus políticas anti sionistas, como la suspensión de la Vuelta Ciclista por imposición de unos grupos violentos, no advierte que el horror de los ciudadanos ante la tragedia de la población civil de Gaza, sometida durante décadas por Hamás, no significa acuerdo o aplauso a unos dirigentes que azuzan a los radicales y se envuelven en la muerte de inocentes para alimentar la estrategia del enfrentamiento político. En cierto modo, Sánchez demuestra que es factible mantenerse en el poder, incluso en una democracia, sin contar con el apoyo mayoritario de la sociedad, pero, también, que sólo es factible cuando se consigue el cierre de filas gobernando contra la otra mitad de la población, sobre la que se ejerce sin complejos la presión de todos los poderes del Estado. En cualquier caso, como ya hemos señalado en notas editoriales anteriores, si tan seguro está el sanchismo de su respaldo social, hasta el punto de aventar la idea de que el PSOE sacaría 9 puntos de ventaja al PP de celebrarse hoy las elecciones, como afirma sin que se le mueva un músculo de la cara el inefable Tezanos, la acción lógica, incluso obligada, sería la convocatoria adelantada de las urnas, dada la promesa de un paseo militar socialista entre banderas palestinas. Sin embargo, creemos, como algunos de sus propios socios de gobierno, que, políticamente, se están jugando los «minutos de la basura» de la actual legislatura, porque la presión de los nacionalistas de Junts –que también sufren desgaste electoral– en la negociación de los Presupuestos Generales puede llegar a hacerse intolerable, más en unos momentos en que el avance sistemático de la acción de los tribunales no deja de hallar nuevos flecos en las supuestas corruptelas del entorno político y familiar del presidente. De ahí que estemos ante algo mucho peor que un mero ejercicio de voluntarismo, del que la opinión pública ya está al cabo de la calle, sino de la intensificación de la tensión social con la búsqueda de un enemigo externo desde el parapeto de las buenas intenciones y jugando con los intereses comunes, presentes y futuros, de todos los españoles. Por supuesto, la denuncia de esta deriva no significa apoyar el sufrimiento en Gaza, sino apelar a la racionalidad en la responsabilidad de gobernar España.
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