Francisco Rodríguez Adrados

Una esperanza

Me refiero a que el PSOE ha entrado en razón, aunque sea por propia conveniencia, y ha roto su unidad de acción con ETA (digan Bildu) y seguido la línea de la razón y España. La historia empieza en Zapatero.

Desde siempre he criticado a Zapatero: sus decisiones erradas por mala información, una crítica suficiente. Esto ocurrió, me creo, cuando gestionó la paz con ETA. Le siguió, por desgracias, Rubalcaba («comparto todas y cada una de las decisiones de Zapatero»). Esa paz la aceptaron luego los demás. La he criticado siempre.

Ahora Rubalcaba, ya se ve, se ha caído del burro: ha recapacitado, ha obligado a los socialistas de Navarra a no hacer de lacayos de Bildu y de ETA. Tarde, pero bien. Porque desde Madrid Rubalcaba, enmendando su propia plana, de un manotazo ha frustrado, en Navarra, a un socialista tan ambicioso como equivocado. Quería mandar, claro, aunque fuera como súbdito de ETA. Ha salvado así a una mujer que supo decir NO a esa falacia. Ha salvado el honor del Partido Socialista.

Sólo una vez hablé con Zapatero, mejor dicho, habló él conmigo, se me acercó en una de esas tediosas celebraciones no sé de qué, copa en mano los dos. Me dijo que él tenía mucha fe en el futuro de España. Respondí: «Yo no tanta, lo siento». Él: «Es que yo tengo noticias». Ahí quedó la cosa.

ETA le había hecho promesas, vaya por Dios. Ofrecían la PAZ. La paz para conseguir una victoria que se les escapaba. Ofrecimiento mentiroso. Aquel acuerdo pacífico era la antesala de ETA continuando de otro modo su búsqueda de la victoria: Bildu, Sortu, unos cuantos faisanes y unos cuantos tontos útiles y otros cuantos malvados. Ya está.

Contra lo que hicieron Italia y Alemania con sus terroristas, España se dejaba engañar. Aceptó gobernar junto con/bajo los mismos terroristas de siempre, esta vez con pieles de cordero.

No hay sustituto para la victoria, ya lo dijo Mac Arthur. Y Rubalcaba se ha reencontrado, al fin, a sí mismo. Contra su plan de aceptarlo todo, con tal de fastidiar al PP (y de paso a España), ha dado ahora una receta limpia, salvando a una mujer valerosa que les hacía frente (y de paso a Navarra y España). Ojalá siga así.

No hace falta otra cosa sino que el socialismo navarro, y todo el socialismo español, sigan por la línea justa y sigan alejándose de la línea que supuestamente le daría los ansiados votos. Y aunque se los diera. Esa línea al final les dañaría: los socialistas están dentro de España, con sus errores y todo son España, hay cosas que están por delante de unos votos miserables. Ya ven su política en Cataluña y el País Vasco: su «comprensión» se ha convertido en votos separatistas. Hay una línea clara, no vale jugar con ella. Esa línea de llama España.

Hay muchos ahora que claman porque en Madrid el PP – y supongo que todos– proponga a la persona que pueda ganar. Esa persona en Madrid se llama Esperanza Aguirre. Propónganla, no fallará. Compensando por tantos hombres blandos tenemos al menos un puñado de mujeres bravas.

Y esto no es tirar contra Rajoy. Cierto que no es posible darle aprobado en todo, hay cosas que debería haber dicho y hecho antes. En mi opinión. Y me parece un disparate castigarle con el voto en blanco. Con votos en blanco no se gana, es rubricar la derrota. Y Rajoy, aunque haya hecho dudar su táctica galaica, engaña a unos y otros, ha parado lo peor del turbión y ha conseguido ganar tiempo y permitir que el tiempo, cosa tan corrosiva, les corroa a ellos. Ya saben.

Ese señor Mas, con su maximalismo iluso, incontrolado, ha creído que, por cálculo basado en la debilidad de los hombres ante las trompetas, el dinero y las adulaciones, iba a ganar.

Pues no, la misma cobardía, el mismo egoísmo, la misma mentira, cuando en ello se repara y llega el día del balance, hace a las gentes alejarse. Ahora el Sr. Mas es el Sr. Menos, la farsa no puede seguir eternamente. ¡Ven que va a perder!

Y hasta retoña en esos hombres débiles y vacilantes la vieja idea honorable: Cataluña y España, aparte de minucias y mentiras, son una y la misma cosa. Es, en último análisis, aquello que es lo seguro. Lo único seguro. No se puede apostar siempre contra la verdad. La verdad puede demorarse, ante ella se puede trampear. Puede llegarse a un punto en que parece que no existe. ¿Qué es la verdad?, preguntó escéptico Poncio Pilatos.

Malherida, arrastrándose, la verdad llega al final. Trae lo que es, aunque para algunos signifique la derrota. Debe terminar el juego con España: el imponer fronteras dentro, el criticar que España defienda las suyas. Ya ven, Zapatero y los socialistas, que tanto han sufrido por los males de España, rechazan ahora a los que quieren prolongarlos. Se niegan ya a seguirlos, aunque les den, de momento, ilusorias ventajas.

España tiene sus derechos: derecho a no dejarse dividir, a no dejarse invadir. A no dejarse engañar.

Los antiguos valores son, al final, lo seguro. Lo verán algún día los separatistas, los demás. Lo vieron ya los comunistas, casi todos, aunque hubieron de pasar setenta y dos años: el comunismo es un error. Un error que ha durado demasiado.

Tras errores, así han decidido, en último análisis, los socialistas, tras mil vacilaciones. Y esperamos que todos lo harán. Aunque sea duro. Y todos ganarán.