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Trabajo, don de gentes

La Razón
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Cuando la carrera de Periodismo se llamaba Ciencias de la Información y duraba cinco años en vez de cuatro, conocí a José María Gil, ya entonces sacerdote y alumno de la Universidad, en Navarra. Se acercó a mí al enterarse de que, al acabar los estudios de comunicación, me iba al Seminario de Pamplona. Ya entonces puso de manifiesto tres rasgos de su carácter que el tiempo sólo ha potenciado: la amabilidad, la capacidad de trabajo y organización y un don especialísimo para las relaciones humanas. Son testigos de ello sus compañeros de clase, hoy algunos periodistas conocidos, buenos amigos que le veían trajinar con los libros, sin olvidar su diócesis de Mérida Badajoz. A ella seguía sirviendo, primero con D. Antonio Montero, obispo y gran periodista y, en la actualidad, con D. Santiago García Aracil.

Acabados los estudios de periodismo, regresó a Badajoz y renovó «Iglesia en Camino», semanario diocesano, poniendo esos tres rasgos personales al servicio de la Iglesia diocesana y dotando a la comunicación de la Iglesia de una profesionalidad por entonces no frecuente. El mismo D. Antonio Montero lo presentó, en 1998, como director de la Comisión de Medios de Comunicación, en la Conferencia Episcopal Española. En esos años en Madrid, además de conocer el funcionamiento de esta institución, incorporó al círculo de sus amistades personales a todos los periodistas que la vida ponía en su camino. Esas relaciones dieron en muchas ocasiones buen fruto, para bien de la Iglesia y para bien de los periodistas.

Comienza una nueva etapa. Como secretario general de la CEE, el perfil que el cargo requiere se adecúa a las virtudes que él ha demostrado en las anteriores encomiendas: mucha capacidad de trabajo, buen tino en la relación con los periodistas y un especial don de gentes para unir más estrechamente a la Iglesia y a la sociedad. Cualidades no le faltan. Que tenga suerte.

*Director del Secretariado de Medios de la Conferencia Episcopal