Feria de San Isidro

Padilla se salva (honra incluida) al borde de la tragedia

Se lidió un enorme encierro de Parladé con toros que rondaron los 650 kilos en la Feria de San Isidro

Cogida a Juan José Padilla mientras banderilleaba a su primer toro
Cogida a Juan José Padilla mientras banderilleaba a su primer torolarazon

Se lidió un enorme encierro de Parladé con toros que rondaron los 650 kilos en la Feria de San Isidro

Las Ventas (Madrid). Vigésima de San Isidro. Se lidiaron toros de Parladé. Seria y grandona presentación. El 1º, noble y manejable por el izquierdo y de corta arrancada por el derecho; el 2º, de mala clase, rebrincado y sin pasar; el 3º,descastado; el 4º, noble y con la casta justa; el 5º, de buen pitón derecho y a menos; el 6º, movilidad a menos, le faltó empujar de verdad en la muleta. Lleno en los tendidos.

Juan José Padilla, de rioja y oro, estocada baja, aviso (saludos); buena estocada (saludos).

Iván Fandiño, de verde manzana y oro, dos pinchazos, media muy baja, seis descabellos, aviso (silencio); estocada caída (saludos).

José Garrido, de teja y oro, aviso, tres pinchazos, un descabello (silencio); tres pinchazos, aviso (silencio).

Grandona, seria y gigante fue la corrida de Parladé. Un tren para desperezar la tarde salió de toriles con 641 kilos. Los mismos que empotraron el cuerpo de Juan José Padilla a la hora de banderillear. Demoledor encuentro. Entre pitón y pitón le zarandeó y le empuñó contra la arena. Un milagro que de ésas saliera sólo con un chorro de sangre que le caía desde la frente por el oído, que tantas penurias le ha dado desde la cornada de Zaragoza. Se repuso y se fue a banderillear de nuevo. Lo que vino después transcurrió entre el silencio de Madrid. Y eso ya es mucho decir. Por el derecho tenía guasa para arrasar y sólo por el zurdo pasaba el toro la frontera del cuerpo, en el centro del ruedo le presentó el jerezano la muleta con sensación de franqueza y honestidad. La espada se le fue un poco abajo, la gente le sacó a saludar. Se fue a la enfermería y volvió para dar muerte al cuarto, otro tren de cercanías. Todos en mayor o menor medida lo fueron.

Clavó en la cara y un suspiro le duró el gas en la sentencia final. Se esperaba al más joven de la terna. A José Garrido. Se le esperó segundo y medio y en cuanto las cuentas, que se debieron hacer a una mano, no salieron algunos empezaron a protestar. Algo tuvo que ver el toro. Fue el sexto, por ejemplo, ese animal con movilidad que aparentó lo que no era. Vibración en las dos primeras tandas en las que viajaba amparado en la inercia de la distancia, cuando después, tuvo que empujar, ya la bravura y la casta no eran. Pero a Garrido se le exigió como sí. Y la faena se convirtió en una disparatada contradicción, como que por mucho que el chaval quiso justificarse a milímetros de los infernales pitones no sólo no sirviera sino que se pitara o en las bernadinas desprendido de la ayuda. Garbo tuvo el saludo capotero al tercero con la rodilla en tierra.Tiró de oficio después en una faena demasiado larga ante un toro descastado que no quería pasar de verdad en la muleta. Y de eso supo latín el segundo, primero del lote de Iván Fandiño. No pasaba el toro, no tragaba, ni por aquí ni por allí. Mala clase y peligro. Le costó taparse al torero. Intentó redimirse con el quinto, que rondaba también la barbaridad de 650 kilos. En el centro lo esperó y ligó con la diestra, aunque la explosión de emociones nunca llegó. Y antes de que aquello tomara cuerpo, al toro de Parladé le faltó la verdad para seguir el engaño. A menos la intensidad del toro y a más en tiempo la faena del torero. No despegó la tarde ni para sacarnos del atolladero.