Coronavirus
Tragos de unidad
“Nunca he pensado que deba penalizarse a un político por cambiar de opinión ni tampoco de partido”
Lunes
Mis amigos y yo hemos quedado en que cuando nos podamos volver a juntar vamos a poner sesiones del congreso y cada vez que un político diga unidad o lealtad nos vamos a tomar un chupito. Estamos asustados. Ahora en serio, la petición es muy loable pero es complicado casar esas declaraciones con sus actos posteriores. Y ahora, como un tenebroso paso que todos temíamos pero esperábamos no ver, los muertos ya empiezan a saltar de los hombros de unos a los hombros de otros como arma electoralista. Ahora es el PP el que tiene la culpa y el maestro de las vueltas a la tortilla por arte de birlibirloque, Pedro, no exige nada a sus taimados socios de investidura y de moción cuando le dan la espalda en una situación crítica –eso sí que estaba claro que iba a pasar- y culpa a la oposición que le ha apoyado hasta ahora. La estrategia es la misma desde el principio porque así lo ha dictado el líder. Y con él va todo el partido y es aquí donde está la clave. Al PSOE le sobran siglas. Ya no es reconocible ni su federación andaluza, semillero de algunos buenos políticos y referencia moderna del partido; ahora puede recortar y quedarse en PS porque hace tiempo que dejó de ser el partido de estado, socialdemócrata europeo, con visión de futuro y de país que fue en algún momento. ¿Ese orgulloso partido de antaño hubiese pactado un gobierno de coalición con Podemos y se hubiera dejado empapar por su lenguaje callejero, su fanatismo y por sus formas de insultar a la oposición? ¿Hubiera tenido una postura más razonable hacia el PP? Ahora es simplemente Pedro Sánchez y lo que decida ese día durante el desayuno. PS.
Martes
En un país de trincheras los soldados no preguntan a los generales por el motivo de la guerra. Me lo dice mi admirado J cuando le expongo la reflexión del lunes. Pero debería valer para los políticos y sus disciplinas de partido no para nosotros los ciudadanos. En cambio, hay algunos que se empeñan en aplicarse la misma disciplina de partido. He visto a amigos de un lado y de otro criticar el patriotismo de banderas y luego colgar la suya del balcón; reírse de este himno pero emocionarse con el otro; defender abrir el crédito para lo público, sin pensar en que las deudas hay que pagarlas, y negar cualquier ayuda para lo privado sin caer en la cuenta de que la quiebra de lo privado es su propia bancarrota y la de todos. Son directrices demasiado similares, es un discurso aprendido de memoria en el que todo son líneas rectas. Aquí hay sectores empeñados en levantar un nacionalismo andaluz pero luego se ríen y critican lo casposo que resulta ese sentimiento a nivel nacional. Y eso que usan los mismos recursos primitivos de la tierra y la sangre y las mismas llamadas proféticas al pueblo. Para redondear, quieren diferenciarse y hacerse más pequeños pero describen su movimiento como un hermanamiento universal que no entiende de fronteras. ¿Es tan complicado verlo? Por eso tampoco me he creído nunca el sentimiento independentista catalán de los últimos tiempos. No he encontrado a uno solo de sus defensores que no lo defienda con los exactos mismos argumentos que los políticos que lo han creado.
Miércoles
Volvemos a los plenos del parlamento andaluz, ya era hora. La situaciones de emergencia exigen acortar procesos para tomar medidas de un forma más veloz pero el control parlamentario es imprescindible. Por mucho que se dialogue por otras vías, es en la cámara donde reside el poder soberano que otorga el voto. Pero en este debate hay otra, que no otro, corona: la del nuevo escudo del presidente de la Junta de Andalucía; y rodeada de laureles. No sabía yo que a la oposición le iba a molestar tanto el uso de uno de los sacrosantos símbolos de la comunidad: su escudo. Llueven las críticas. El problema no es la crítica, que la verdad es que a todas luces es un innecesario narcisismo un escudo con tantas campanillas y encima en un momento como este, lo llamativo es la deriva surrealista que toma el asunto. Resulta que el PSOE se queja por la manipulación perversa del escudo por parte de la Junta cuando fue creado bajo uno de sus gobiernos autonómicos. En Adelante Andalucía el enfado es mayor porque es una corona real que alude a una monarquía machista. Y de nuevo la crítica es respetable, por qué no. Lo que habría que ver es si se lo tomarían como una ofensa igual si en vez de corona fuera una estrella de cinco puntas o un arcoíris. O un triángulo rosa invertido como luce orgulloso el todopoderoso vicepresidente en Twitter. Las trincheras si se cavan, se cavan bien. Y sí, esto es parte del primer debate parlamentario en Andalucía desde que comenzó la pandemia. Y está bien que lo sea, si algunos de nuestros representantes lo promueven es porque les hemos votado para hacerlo.
Jueves
Sólo los sabios pueden cambiar de opinión, los necios nunca. Lo dijo el filósofo alemán Immanuel Kant, el mismo que me hizo estudiar filosofía todo un verano y al que odié durante un tiempo por ello. Pasado un tiempo me acerqué mejor a su filosofía y cambié de opinión. Recordar su imperativo categórico viene muy bien en estos tiempos. Nunca he pensado que deba penalizarse a un político por cambiar de opinión ni tampoco de partido. Y estos días ha habido un par de ejemplos de cambio de opinión que son del mismo partido, Ciudadanos, y por el mismo motivo, haber apoyado una nueva prórroga del estado de alarma. Aquí en Andalucía, Cassá, y por encima de Despeñaperros, Girauta. Cuando uno no está convencido de lo que defiende debe dejarlo y quedarse al margen o luchar contra ello si es necesario. Kant lo sabía bien, es bueno cambiar de opinión, no se puede pensar lo mismo sobre la vida cuando tienes quince años que cuando tienes sesenta ni tampoco en época de bonanza las medidas y las críticas tienen la misma urgencia ni la misma repercusión que en época de crisis. Considero sabio al que se mueve del radicalismo a la moderación pero no al revés. Ni tampoco por supuesto a los que se cambian de extremo a extremo, que tenemos ejemplos a puñados, porque eso lo que viene a demostrar es que tanto un lado como el otro se nutren de la misma gente que necesita verdades absolutas y enemigos mortales. Por lo tanto no es un problema de ideas – todas similares- sino de actitud y de fondo. Por eso UPyD y Ciudadanos han sido buenas ideas para España, más allá de sus medidas o propuestas o su éxito. Y por eso también es bueno que tengamos políticos que cambien de opinión, que dejen su partido, que se pasen a otro. Eso es señal de salud democrática.
Viernes
Hoy la Pájara y yo hemos paseado juntos por Sevilla por primera vez desde el 14 de marzo. Los dos hemos hecho nuestras salidas permitidas al trabajo o a la compra durante estas semanas, claro, pero siempre por separado. Hemos decidido darnos el gustazo además de esperar unos días y ha merecido la pena, el salado atardecer de la primavera sevillana nos ha recompensado. Desde el puente de Triana hemos podido ver la estampa tropical y moruna que ofrece Sevilla agarrada a su río. Había mucha gente, es verdad, y no nos hemos parado para no hacer tapón pero ha sido un embrujo parecido al que siente el viajero que llega por primera vez a Andalucía. En medio de tanta gente en movimiento de un lado para otro se ha disipado el ruido de rechinar de dientes, las frases lapidarias, los reproches, la agonía; incluso la tristeza omnipresente. Sí, merece la pena.
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