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Màxim Huerta

Máximo Huerta: «Con las mejores intenciones también se puede destrozar una vida»

El escritor y periodista valenciano presenta su nueva novela, “El amor bastaba”, protagonizada por una familia “llena de peculiaridades”

Máximo Huerta, en una imagen de archivoFoto: Manuel Olmedo
Máximo Huerta, en una imagen de archivoFoto: Manuel OlmedoManuel OlmedoManuel Olmedo

Máximo Huerta (Utiel, Valencia, 1971) ha salido del confinamiento con libro nuevo, «El amor bastaba», una historia sobre el valor de la diferencia y cómo la familia influye en esa vivencia.

El confinamiento por el coronavirus da para novela y para película de terror. ¿Cómo lo ha vivido?

En casa solo, pintando acuarelas y llamando mucho por teléfono. He recuperado el teléfono a la vieja usanza, para llamar y escuchar voces. Luego, con la ansiedad propia de estar encerrado y preocupado por la salud de la gente que quiero.

Su libro se titula «Con el amor bastaba». ¿Cree en esa afirmación?

No lo sé, es un lamento que hace el personaje principal, que forma parte de una familia llena de particularidades, peculiar, que intenta huir, cambiar y ser feliz. Se da cuenta al final de sus días que en muchos momentos de su vida con el amor bastaba.

Parece que el ser humano está siempre buscando lo que le falta, sin ver lo que tiene.

Somos seres insastisfechos, nos pasamos la vida en tránsito, no sé hacia dónde, buscando algo que a lo mejor no es lo que más feliz nos hace. Muchos espero que se hayan dado cuenta de que lo importante estaba cerca, al lado.

Llega esta pandemia, nos confina y como le ha pasado a muchas personas, usted se ha quedado sin trabajo, sin su programa en TVE.

Yo también escribo. Me dio pena porque me lo estaba pasando muy bien. Era un programa estupendo en una televisión pública, pero bueno, ya ha pasado el duelo.

Hay una frase muy bonita al inicio del libro, de Luis Landero, sobre cómo afrontar la vida desde niño, que acaba diciendo: «...y la primera lección de todas consiste en aligerar el alma para poder flotar sobre la vida». ¿Qué le pesa y le tira hacia abajo?

Cuando vas cumpliendo años las cosas importantes son las que más valoras, pero me di cuenta de que lo que no nos hace volar libres son los miedos y los prejuicios. Este libro habla de volar y de quitarnos ese plomo en las piernas, de ser lo que queramos ser. Habla de la belleza de la diferencia, todos somos raros, como dice el hermano del protagonista.

¿De dónde parte la idea del niño que volaba? Parece un poco una fábula.

Nace de ese sueño recurrente que tenemos todos de niños. Creo que empecé a pensarla hace muchos años, todos alguna vez nos hemos soñado volando porque así nos sentimos libres, de hecho nuestros superhérores siempre vuelan.

Pero eso es como el dinero, que no da la felicidad.

Nadie conoce el secreto de la alegría ni de la felicidad, sucede.

Dice un personaje: «El día que dejé de competir, gané».

El día que dejas de competir y de tener prisa disfrutas más de la vida, ya lo decía Bob Marley.

¿Ese día le ha llegado?

Cada día más. Estoy en los cincuenta casi y cada día disfruto más de mi madre, de hacer una escapada con amigos, de pintar... Ahora lo que más valoro es la tranquilidad.

Su protagonista vive como algo muy excitante que todos le reconozcan su hazaña y la protección familiar le hace sentir que volar es algo que no está bien.

Los padres son claves en esta historia. Con la mejor de las intenciones intentan ayudar al hijo, pero con las mejores intenciones también se puede destrozar una vida.

¿Qué pensaría el niño que fue ahora?

Si le llegan a decir al pequeño Maxi que iba a tener una vida tan intensa: que iba a presentar informativos, a hacer programas, a escribir ocho novelas... no se lo hubiera creído. Yo fui un chaval de pueblo, sin ayuda.

Cuando lo nombraron ministro de Cultura parte de su vida profesional se volvió en contra, quizá por el viraje al periodismo «rosa».

Eso me parece fatal. He dirigido prensa, he hecho radio, si solo destacan una cosa no es mi problema.

¿Esa etapa está olvidada?, ¿la política no volverá a entrar en su vida?

Hay un encanto en el olvido que lo hace inexplicablemente deseable. Fue un momento de ilusión y responsabilidad, un momento importante de mi vida que ya ha pasado.

¿Pero volvería a la política?

No tengo ninguna intención, no es mi oficio, ni lo era antes ni lo ha sido después. Simplemente la cultura me gusta y acepté un encargo importante para este país. Me pareció emocionante, pero no pertenezco a la política.

¿Qué le parece la gestión de la pandemia y cómo cree que saldremos de esta?

De entrada, saldremos menos, somos menos de los que éramos antes, y saldremos con miedos, con prudencia, con mucha cautela. Luego olvidaremos, cuando se acabe este paréntesis, porque el ser humano es un superviviente. De la misma manera que el dolor de la muerte de un padre se cura gradualmente, aquí pasará lo mismo. El olvido hará el resto.