"De ésta salimos"
Eutanasia en la fiesta de los afectos
El recurso a la eutanasia será principalmente demandado por los más pobres de la sociedad; aquellos que, desasistidos de familia y recursos, encuentran en la muerte administrada una puerta para escapar del dolor y de la indigencia
El 21,3% de todos los embarazos en España durante 2019 acabaron en aborto. Una mella sangrante para cualquier sociedad pero una avance muy eficaz si lo que se buscan son atajos hacia el suicidio demográfico de España.
Ahora se celebra la despenalización de la eutanasia como un nuevo avance hacia la libertad. Se festea como un triunfo de la racionalidad al servicio de una sociedad que no soporta el dolor; no sólo padecerlo sino siquiera verlo. El dolor es feo en el camino hacia la efebocracia; el gobierno o «la tiranía» de los más jóvenes en los que no asoman arrugas ni apenas dolencias.
En ese contexto me ha sorprendido especialmente la celebración de mis colegas economistas académicos de esta ley de asistencia a la muerte. Me ha llamado la atención porque no pocos la exponen como otro ejemplo de una sociedad que camina a gobernarse por leyes racionales liberadas de ataduras morales. Me sorprende, digo, porque los profesionales de los cuidados paliativos no dejan de reivindicar que las posibilidades científicas de esta rama de la Medicina están muy poco desarrolladas. A pesar de ello, resulta difícil imaginar a casi ningún gobierno dedicando esfuerzos inversores a este campo científico. No me sorprende tanto que no pocos de mis colegas economistas académicos, buenos conocedores del desequilibrio del presupuesto de la Seguridad Social, no reconozcan en público lo que exponen en seminarios privados; la eutanasia es otro de los caminos para equilibrar las cuentas de la Seguridad Social.
Si extendemos aún más el enfoque económico sobre la eutanasia, se han echado en falta otros dos argumentos habituales en este tipo de reflexiones. El primero es su previsible inequidad. El recurso a la eutanasia será principalmente demandado por los más pobres de la sociedad; aquellos que, desasistidos de familia y recursos, encuentran en la muerte administrada una puerta para escapar del dolor y de la indigencia. Efectivamente, la manera de enfrentar una enfermedad es muy diferente en la casa del rico y en la buhardilla del pobre.
El segundo argumento es el de los grupos de presión. Si nos preguntamos por los colectivos a los que la eutanasia impacta negativamente en sus cuentas, emergen las residencias de personas mayores como las primeras entidades. Pues he aquí que ni un solo portavoz de las mismas ha tenido hueco en los medios de comunicación para siquiera reivindicarse como lugares donde cuidar a estas personas que, en definitiva, es su modelo de negocio. Claro está que las muertes de residentes víctimas de la Covid-19 han dejado a este sector en una situación de grave cuestionamiento público.
La discusión desde la religión también ha tenido un hueco próximo a cero en los grandes medios de comunicación. Quizá ayude a entender esto dos apuntes. El primero que, como señala Ignacio Varela, en 40 años el porcentaje de creyentes en España ha disminuido 24 puntos y el de no creyentes ha crecido en la misma cuantía. Cada punto porcentual equivale a alrededor de 350.000 personas y comprobarán la magnitud del cambio. El segundo que el tema está casi completamente al margen de cualquier formación catequética. La catequesis de jóvenes es cada vez más un tiempo de debate sobre los «hobbies» de los catecúmenos antes que lugares donde se debaten respuestas desde la religión a los desafíos de la sociedad. Apenas la solidaridad se abre hueco en estas sesiones de las que queda extramuros cualquier tema relacionado con el derecho a la vida o a formar una familia.
Miguel Ángel Loma ha escrito con acierto que tanta proclividad hacia la muerte entre los legisladores actuales y –no se olvide– pasados, explica su empeño en sustituir el «Feliz Navidad» por la «Fiesta de los afectos». Todo por eclipsar la referencia al nacimiento del Rey de los cielos a cuya Madre, de poder persuadirla, la incluirían en el grupo del 21,3% de las embarazadas que abortaron y al padre terrenal le hubiesen vendido una eutanasia de segunda vuelta, con tal de liberarlo de la pobreza y la vejez.
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