KARINA SAINZ BORGO, PERIODISTA Y ESCRITORA VENEZOLANA.

Karina Sainz: «Hemos olvidado la capacidad de sentir compasión»

Su segunda novela, «El Tercer País», transcurre en un cementerio fronterizo donde solo hay dos opciones: sobrevivir o morir

En «El Tercer País» (Lumen), un cementerio en la frontera de dos estados, los habitantes de muchos kilómetros a la redonda encuentran el reposo último para sus muertos, el único posible también para sí mismos cuando la vida no ofrece descanso. La escritora y periodista Karina Sainz Borgo (Caracas, 1982) regresa con una historia donde solo hay dos opciones: sobrevivir o morir.

La historia evoca el realismo mágico, por esos personajes que parecen reales e irreales.

Hay que tomar en cuenta que de alguna manera pertenezco a una tradición literaria en América Latina donde ese tipo de atributos forman parte de la naturaleza de escribir y de leer. Pero también en la literatura española hay algo de eso. Uno lee a Juan Benet y tiene esa percepción. Puede que el resultado sea un híbrido entre una tradición de la cual me siento parte y una literatura a la que me he incorporado.

La sitúa en eso que llama «El Tercer País», ¿se lo imaginó como un lugar físico del mapa?

Creo que puede ubicarse en cualquier frontera, donde haya un límite que separa un territorio de otro. Y como buen territorio de frontera es extraño, un tanto espurio, heterogéneo... «El Tercer País» está hecho de muchas fronteras, tanto las que he visto personalmente como aquellas de las que tenemos noticia todos los días. Es gente que huye, que tiene que buscar un sitio a toda velocidad para poderse poner a resguardo.

Todo gira en torno a la muerte, que es, junto al amor, el gran motor en la vida y en la literatura. ¿Cuál mueve más?

Siempre se han concebido como dos partes de un mismo elemento. La vida es el inicio y es tan irracional y tan abrupta la llegada de un ser humano a la vida como su partida, como la muerte. Hay una parte de la novela en la que Visitación Salazar –una de las dos mujeres protagonistas– dice que no todo el mundo puede nacer, pero todos van a morir.

Habla de nacer en el sentido de tener una vida que se pueda considerar como tal, que hoy día es bastante difícil.

Claro. De hecho en la novela hay más supervivientes que personas porque son hombres y mujeres que se abren paso como pueden, cortaron su cabello para venderlo y poder sobrevivir... Es un mundo más real y contemporáneo de lo que pensamos.

Las dos mujeres protagonistas tienen un punto de que han perdido el miedo, ¿por qué les concede esa virtud?

Ellas van servidas de pérdidas: una ha perdido a sus dos hijos, su casa y pierde al marido, no tiene absolutamente nada, ni siquiera dónde enterrar a sus hijos. Y Visitación es un personaje que también ha perdido mucho, pero tiene una capacidad de sobreponerse tremenda. Para mí esta es una novela sobre momentos complicados, pero sobre todo de amistad y de piedad: estas mujeres que no tienen nada son capaces de sentir más compasión por el prójimo que cualquier otra persona. Creo que nosotros como sociedad occidental donde hay parámetros comunes de bienestar, hemos terminando olvidando la capacidad de sentir compasión. Somos incapaces de sentir con el otro.

Ellas buscan de alguna manera calmar a través de dar paz a los muertos.

Los personajes logran entender lo que les pasa al confrontarse con otros. La experiencia de la pérdida Angustias la tiene muy vívida en el acto de enterrar a otros y Visitación no concibe otra manera de vivir que no sea ayudando a los demás a enterrar a sus muertos, lo cual me parece una imagen poderosa porque por muy pobre que seas alguien en algún lugar va a devolverte a la tierra.

¿Por qué las pérdidas unen, qué hay de común?

La pérdida iguala, como la pobreza o la muerte, te hace sentirte parecido a otro que tiene que sobreponerse de algo que no esperaba. En este caso será la muerte, la enfermedad o la persecución. Angustias y Visitación son diferentes pero como presas, sometidas a una persecución, se relacionan y se parecen cada vez más.

Muchos se convierten en «delincuentes» en el momento en que abandonan su país de manera «ilegal» porque hay una ley que dice que no te puedes ir así. El libro habla de la época actual, aunque parezca de otro tiempo.

Me gusta mucho que las novelas sean ambiguas, en el tiempo sobre todo. Uno de los grandes ejercicios de la literatura es su capacidad de generar incertidumbre.

Esa red que forman sus personajes, es lo contrario que tenemos hoy con el neoliberalismo, y con la excusa de la pandemia estamos andando en el sentido contrario.

Yo tengo la sensación de que durante la pandemia hemos empezado una especie de peregrinación, buscando la propia tranquilidad, buscando la vacuna, buscando tratamiento... y como no sabemos muy bien dónde está, tendemos a perder la cabeza con una figura que se parezca a Moisés y nos lleve a algún lado, que creo que son las grandes figuras populistas. Pero no es nada nuevo.

¿Está consiguiendo el periodismo contar grandes historias o se está perdiendo en la tragedia sin más?

Evito pontificar sobre el trabajo en general. Sí me preocupa que percibo una sensación de ruido, de confusión, generada desde los propios medios. El medio que más está haciendo un trabajo responsable es la radio, son los que más trabajan con información y menos con especulación. Sin duda, seguir la actualidad también te condiciona para bien porque te da una perspectiva más amplia. Es como humanismo contrarreloj.

¿Cómo está viviendo la situación política tan convulsa en Madrid?

Creo que llevamos en constante movimiento por lo menos desde 2011 para acá. Lo que hemos visto es una sucesión de episodios políticos que introducen cambios: lo vimos en 2015, con la eclosión de dos formaciones políticas que parecía que iban a desgastar el bipartidismo, y hoy vemos que el bipartidismo está más enrocado que nunca.

Y se ha colado por la parte extrema de la derecha algo que no se esperaba...

Y que había tardado en aparecer respecto al resto a otros países.

¿Cree que se va a pisar el freno en ese sentido?

No veo el futuro de Vox tan provisorio como mucha gente cree. Tiene un techo de cristal muy claro: Vox va a crecer en función que crezca el descontento de las personas. Es un voto emocional, un voto de castigo, heterogéneo... entonces no los veo. Vox es populismo puro y duro, ni siquiera han hecho de la migración, del racismo o de la religión su estandarte, ellos tienen sus propias peleas políticas internas, son poco aventajados intelectualmente.