Obituario
Comellas en su cielo
Tuve la suerte de escuchar por primera vez “Comellas” de la boca de mi profesor de griego, Francisco Antonio García Romero, en una mañana de instituto. No se me olvidó porque fue tal la luminosa admiración con la que me habló de él y de su obra que esas tres sílabas me acompañaron durante los años siguientes como una suerte de señuelo para saciar mi curiosidad por todas las cosas interesantes. Más tarde, ya en la universidad, también en una clase volvió aquel apellido, Comellas, pero antecedido por el nombre Mercedes, excepcional profesora de literatura en la Facultad de Comunicación. Yo sabía que era su hija, de Don José Luis Comellas, pero no me atreví nunca, quizás por pudor, a comentarle con qué afán leía los libros de su padre y cómo su apellido había causado aquel efecto cuando era tan sólo un adolescente. Pero sobre todo, no le dije nada del influjo que “Comellas” tenía sobre mí cada vez que lo escuchaba o leía. Pues, como si fuera una palabra mágica, como “Abracadabra”, al pensarlo me abría las puertas hacia una amalgama de conocimientos que iban desde la Historia Moderna hasta la astronomía pasando por la climatología o la música clásica. Daba igual, podía con todo. Ya con el tiempo tuve el privilegio de entrevistar a Don José Luis en alguna ocasión donde ya no sólo me sorprendió su sabiduría y didáctica, sino su incansable ilusión por conocer nuevos ámbitos de la cultura y por continuar trabajando en futuras publicaciones académicas. “Soy una persona de este tiempo. No recuerdo el tiempo pasado. Aún hay muchas cosas que no conozco. ¡Ésta es mi época y no renuncio al saber!”, me confesó entre risas. Toda una lección de vida contra el aburrimiento y la memez, desde luego.
Catedrático de la Universidad de Sevilla, este gallego nacido en 1928 conoció como pocos los entresijos del cielo, dejó una importante bibliografía en el ámbito historiográfico y estará siempre presente en aquellos que le conocimos cada vez que suenen los primeros compases de una sinfonía de Anton Bruckner. Descanse en paz en su cielo, viendo ahora desde cerca sus estrellas dobles, novas y asteroides.
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