Entrevista

María José Casero: «El turno de oficio no es justicia de segunda»

Asegura que los letrados de este servicio hacen un trabajo "esencial pero invisible"

La letrada María José Casero
La letrada María José CaseroLa RazónLa Razón

Con más de veinte años de ejercicio, María José Casero, del despacho Gaona Grupo RocaJunyent, sabe bien lo que significa estar de guardia una madrugada de domingo o aplazar unas vacaciones por una llamada inesperada. Reivindica la dignidad del turno de oficio como servicio esencial. En el Día de la Justicia Gratuita, pone voz a quienes garantizan cada día el acceso a un sistema que no debería depender de los recursos de quien lo necesita.

Justicia universal y gratuita. ¿Utopía o realidad?

Es una realidad imperfecta, pero real al fin. Cada día vemos cómo personas que jamás pensaron que necesitarían asistencia jurídica la encuentran gracias a una abogada o abogado del turno de oficio. Hay mucho que mejorar –baremos, tiempos, medios–, pero cuando ves a una madre defender a su hija, o a una trabajadora reclamar sus derechos sin recursos, sabes que esto no es una utopía. Es un derecho que funciona.

Abogada por vocación… y de oficio por convicción.

Elegí ser abogada porque me gustaba el Derecho, pero abogada de oficio porque creo profundamente en la justicia como herramienta de igualdad. Estudiar leyes es una cosa; ver cómo cambian vidas, otra muy distinta. La justicia no puede ser un lujo reservado a quien puede pagarla, sino un derecho real para toda la ciudadanía.

El turno de oficio no descansa: 24 horas, 7 días a la semana… y 365 al año.

(Ríe). Es cierto, y eso marca tu vida. Tu teléfono puede sonar un domingo a las tres de la madrugada. Tus vacaciones se planifican sabiendo que pueden torcerse. Pero también es lo que hace este trabajo único: estar ahí cuando más se te necesita.

Nadie está libre de entrar en un juzgado. ¿Ese carácter imprevisible es lo que da sentido al servicio?

Exacto. He asistido a profesionales, trabajadores, víctimas de delitos graves… Nadie piensa que le tocará. Pero la vida te pone ahí: un accidente, una estafa, un divorcio. Y ahí estamos nosotros, sin preguntar de dónde vienes.

¿Se siente reconocida como garante silenciosa de los derechos de los demás?

«Silenciosa» es la palabra. Hacemos un trabajo esencial, pero casi invisible. No salimos en los medios cuando evitamos una condena injusta o logramos justicia para una víctima. El premio viene en una mirada, unas palabras, o la certeza íntima de haber hecho lo correcto. Aún falta reconocimiento social… y una compensación económica justa.

En las series parece todo más limpio y rápido. Pero, cuando el turno es tu realidad, ¿cómo se sobrevive?

Las series no enseñan las esperas, los expedientes, los plazos, el trabajo que te llevas a casa. Te adaptas porque es tu vocación, tu compromiso. Sabes que detrás de cada expediente hay una persona que confía en ti. Aprendes a resistir, a optimizar lo poco que tienes.

¿Hay algún caso que le haya marcado especialmente?

Muchos, pero recuerdo uno en 1999: una mujer víctima de violencia de género, madre de tres hijos y embarazada. No existían aún servicios de atención a víctimas ni turnos especializados. Las denuncias se repartían por juzgados distintos y tenías que intentar unificarlas para que no quedaran en simples faltas. Ella me dijo: «Eres la primera persona que me ha escuchado de verdad». Eso no se olvida. Y me hace agradecer la lucha de tantas compañeras que han abierto camino.

¿Qué le diría a la administración sobre el turno de oficio?

Que somos profesionales. Que necesitamos medios dignos para hacer un trabajo digno. Los baremos actuales son de otra época. Si quieren una justicia de calidad, deben invertir en quienes la hacemos posible. No pedimos privilegios, pedimos recursos.

¿Y a la ciudadanía?

Que el turno de oficio no es justicia de segunda. Que estamos aquí, formados, comprometidos, que elegimos estar pese a las dificultades. Que no duden en solicitar ayuda cuando la necesiten. Y que recuerden que la justicia debe estar al alcance de todos, no solo de quien puede pagarla.