Medio Ambiente
En 2025 habrá en el mar una tonelada de plástico por cada tres de pescado
Dentro de sólo diez años se estima que pueda haber 250 millones de toneladas de polímero en los océanos. Aunque todos los países contribuyen de un modo u otro a este problema, la mitad de esta basura proviene de China, Indonesia, Filipinas, Vietnam y Tailandia
Dentro de sólo diez años se estima que pueda haber 250 millones de toneladas de polímero en los océanos
Cobrar por las bolsas de plástico es sólo una de las medidas para evitar la proliferación de polímeros. Pero aunque la medida ha supuesto un notable cambio, lo cierto es que el consumo sigue siendo muy elevado, de hecho el Parlamento europeo aprobó este año otra medida por la que los países pueden optar por prohibir las bolsas gratis a partir de 2019 o bajar el consumo de casi 200 (el 89% sólo se usará una sola vez) a 90 unidades por persona y año en el 2019 respecto a los niveles de consumo de bolsas que había hace cinco años y 40 por persona y año en 2025. Una medida que permitirá reducir y con ello evitar que estos polímeros acaben en el mar dividiéndose en diminutos fragmentos que a menudo los animales los confunden con comida, de ahí que estas partículas plásticas hayan sido encontradas en alrededor de 660 especies marinas, desde el zooplancton hasta las ballenas (incluyendo aves marinas). Pero es sólo una medida. La situación actual de los mares es insostenible. Cada año, 8 millones de toneladas de plástico acaban en los océanos. Una cantidad que se suma a los 150 millones de toneladas que se han estimado que hay ya en los mares. Si no se lleva a cabo una medida urgente a nivel global para 2025 habrá una tonelada de plástico por cada tres de pescado, según el estudio «Deteniendo la ola: estrategias en tierra para un océano libre de plástico», publicado por Ocean Conservancy.
Es decir, dentro de sólo 10 años se estima que pueda haber 250 millones de toneladas de plástico en los mares. Aunque todos los países contribuyen de un modo u otro al problema de plásticos, aproximadamente la mitad de esta basura proviene de cinco países en desarrollo donde la producción y el consumo de polímeros sobrepasa la capacidad de tratamiento: China, Indonesia, Filipinas, Vietnam y Tailandia, por orden jerárquico. Según este estudio, implementando un plan que empiece a nivel local, se puede reducir en un 65% la polución de plástico de estos cinco países (es decir, una disminución del 45% de la basura que se vierte al océano a nivel mundial). En concreto, se puede lograr hasta un 26% de reducción al clausurar los puntos de fuga, un 23% menos incrementando la recogida y un 16% menos al dar un valor a este residuo bien avanzando en la producción de fuel a partir de esta basura o bien generando electricidad. Sin embargo, estas medidas no son precisamente económicas a corto plazo: el estudio estima que para ello serían necesarios 5.000 millones de dólares al año (unos 4.431 millones de euros anuales).
Otra opción, no citada en el estudio, es si no pedir multas, al menos que desde organismos internacionales se presione de algún modo. Así, por ejemplo, en la bahía de Ha Long, en Vietnam, hay un reguero constante de basura: los restos de comida, latas de bebidas, papel de aluminio... que arrojan desde las embarcaciones turísticas son habituales (tanto por la noche después de la cena, como a las cinco de la mañana, la tripulación aprovecha para tirar por la borda toda la basura, que después tratan de «pescar» desde pequeñas embarcaciones). Y eso a pesar de ser una de las siete maravillas naturales del mundo, por lo que la Unesco tendría mucho que decir, porque la bahía de Ha Long aporta cuantiosos ingresos al país. Sin embargo, lo cierto es que el Gobierno vietnamita parece más preocupado porque todas las embarcaciones sean blancas (se decidió tras su designación como una de las siete maravillas naturales) que porque las empresas turísticas no arrojen impunemente la basura al mar.
Este tipo de actos tienen sus consecuencias, tal y como denuncian los testimonios recogidos por Ocean Conservancy. Así Pietra Widiadi, de WWF Indonesia, explica que meses atrás, «el gobierno indonesio declaró como emergencia la basura. Los residuos están poniendo en peligro el desarrollo económico del país al afectar en un futuro al turismo y a las pesquerías». No es un asunto baladí. «En Indonesia el turismo aporta unos 9.000 millones de dólares cada año», añade.
La alcaldesa Belén Fernández, de Dagupán, Filipinas, explica que «los residuos plásticos en los océanos están teniendo una consecuencias drásticas para los ciudadanos y la salud de la población de Dagupán. Nuestra ciudad ha tenido un basurero en nuestra playa durante 50 años. Estamos trabajando duramente para acabar con él e incrementar la gestión de la basura».
En cualquier caso, el problema de los residuos plásticos es global. En la Unión Europea cada año ocho millones de bolsas de plástico terminan en la basura y en el medio ambiente. Anualmente se consumen 100.000 millones de bolsas, cifra que se espera que aumente hasta los 110.000 millones en 2020. Es decir, que en cinco minutos se habrán consumido en la UE un millón de bolsas de plástico. Quizá una de las medidas más importantes ha sido la anunciada recientemente por Francia, donde se consumen cada año unos 17.000 millones de bolsas de plástico, y de ellas unas 8.000 millones acaban en el medio ambiente. Y es que para evitar esta «plaga», el país galo anunció que en 2016 prohibirá las bolsas de plástico de un único uso en tiendas y a partir del 1 de enero de 2017 Francia también eliminará las bolsas de plástico para frutas y verduras. Y es que aunque la situación en Europa sea bien distinta a los cinco países citados, cada gesto cuenta para evitar que nuestros residuos acaben dañando especies marinas.
Devora plásticos: de gusanos a barreras flotantes
Esta semana, un equipo de investigadores de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, ha anunciado que han descubierto un gusano, llamado Tenebrio Molitor, que es capaz de ingerir espuma de poliestireno sin que se le dañe su organismo. Tras experimentar con 100 gusanos, los ejemplares devoraron de media 39 miligramos de este polímero no biodegradable al día, que en gran medida excretaron ahora sí en «formato» biodegradable. Estos excrementos podrían ser utilizados como abono en el campo, o tenerlos en casa para hacer compost. Pero éste no es el único «devora plásticos». Con menos años que los investigadores citados, el fundador de The Ocean Cleanup, Boyan Slat, de sólo 20 años, tiene un objetivo claro: limpiar de plásticos el océano. Su prototipo está teniendo bastante éxito. Tanto es así que en 2016 «desplegará» en la costa de Tsushima, una isla entre Japón y Corea del Sur, su sistema recolector de basura que consiste en unas barreras flotantes que situadas con el ángulo necesario permitirán recoger el plástico a modo de embudo a través de las plataformas. O al menos eso afirma la empresa. Este proyecto piloto permitirá a la compañía prepararse para instalar en 2020 una mega estructura para limpiar el Pacífico. A esta iniciativa hay que sumar máquinas que transforman los plásticos en combustible, como la que inventó una empresa japonesa Blest. El problema es la rentabilidad. Y es en eso en lo que investigadores de todo el mundo están inmersos para dar una segunda oportunidad al plástico. Y es que incrementar el valor de un residuo puede permitir que deje de serlo. Otro ejemplo es el proyecto Polymix por el que se consiguió crear un nuevo tipo de asfalto realizado a partir de plásticos reciclados y caucho de neumáticos usados y que se aplicó por primera vez en la M-300, en Alcalá de Henares, en la Comunidad de Madrid.
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