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¿Cáncer?

Células cancerosas / Foto: Dreamstime
Células cancerosas / Foto: Dreamstimelarazon

Así, entre signos de interrogación, porque a esa enfermedad hay que acercarse con las mismas dudas que reservamos a la existencia de Dios o del Demonio

Así, entre signos de interrogación, porque a esa enfermedad hay que acercarse con las mismas dudas que reservamos a la existencia de Dios o del Demonio. Es, de hecho, además de una dolencia del cuerpo, un mito del mal, un ídolo diabólico, un espectro que escenifica el terror en el imaginario de las gentes. Poco cabe decir de él que no se haya dicho ya. Casi no hay día en el que los medios de información, que a menudo, en este caso, lo son de confusión, no traigan alguna noticia relativamente novedosa, o corroboración de lo que ya sabíamos, o «fake news», sobre la enfermedad, complejísima, y de desenlace siempre problemático, que más angustia produce en quien la padece y en quienes, por los lazos de la cercanía o del afecto, la compadecen. Se libra, además, en torno a ella un permanente encontronazo de cifras contradictorias, ya sean oficiales, ya oficiosas, a veces bienintencionadas y otras dolosamente interesadas, que siembran el desconcierto y desaconsejan la opinión. La mía, sin ir más lejos. Llevo ya casi 11 años escribiendo esta columna y jamás, que yo recuerde, he dicho nada en ella a cuento del Moloch al que hoy dedica este suplemento de salud un número monográfico. Me atrevo, sin embargo, a disentir, entre remilgos y titubeos, acerca de lo que la ciencia médica suele sostener cuando insiste en que el cáncer no es una enfermedad que se transmite por herencia, aunque admite que eso puede suceder, aproximadamente, en el 10% de los casos. Tengo yo, en cambio, la impresión –sólo es eso, una impresión, carente de fundamento estadístico y no digamos científico– de que en la práctica totalidad de los casos de cáncer cercanos a mí siempre había antecedentes familiares, a veces muy numerosos. Entre mis parientes directos, por fortuna, nunca ha habido ninguno, aunque sí han menudeado, por desgracia, entre las tías y las primas de mi madre. El cáncer, como tema de una columna, es mucho cáncer. Me quedan muy pocas líneas. Las justas para dar respuesta a una cuestión que siempre me ha inquietado. Si me diagnosticaran –Dios no lo quiera– un cáncer y el oncólogo me aconsejara recurrir a la quimio y/o la radioterapia (dos frentes de ataque con graves efectos secundarios que cuentan con muchos detractores), ¿acataría el consejo? La verdad es que no lo sé. Ya se vería. Siempre digo que no conviene plantearse problemas antes de que los problemas se planteen. Ojalá no tenga que responder nunca a tan antipática pregunta.