
Pacientes
El tsunami del hígado graso, una enfermedad silente e invisible
Una de cada cuatro personas sufre esta patología y la mayoría no lo sabe. El culpable: la obesidad

Una de cada cuatro personas tiene hígado graso en España, según la Asociación Española para el Estudio del Hígado. Se trata de una patología que pasa desapercibida hasta que ya es muy tarde, pues esta enfermedad, por lo general, no suele dar síntomas, excepto en las fases más tardías, que es cuando se producen las descompensaciones (se altera la forma normal del hígado y la presión de los vasos sanguíneos de dentro de este órgano aumenta y se produce la cirrosis por descompensación).
Y ese comportamiento silente hace que esta enfermedad, que consiste en la acumulación de exceso de grasa en el hígado, esté infradiagnosticada.
Urge su diagnóstico precoz, porque ya es la tercera causa de cáncer de hígado y podría convertirse en la primera en una década, dado su avance. Así, «en los años 90 su prevalencia era del 5,5%. Hace 25 años la prevalencia aumentó al 9,8% y hace 10-15 años en torno al 15% (y ahora un 25%)», afirma el doctor José Pablo Robles Ruiz, especialista en Medicina Interna de Quirónprevención.
Esto se debe fundamentalmente «a la pandemia de obesidad que vivimos en el siglo XXI», incide.
Y el problema es que, «teniendo en cuenta que en las últimas décadas se ha producido un aumento de la obesidad del 10% cada 10 años, la progresión del hígado graso es imparable si no tomamos medidas para detener este ascenso», añade el especialista.
Para hacerle frente, recomienda «lo primero perder peso», ya que «un descenso de más del 10% de peso lleva en muchos casos a la desaparición de dicha patología», asegura.
«Por otra parte –prosigue–, el sedentarismo es uno de nuestros peores enemigos. La práctica regular de ejercicio de moderada intensidad es preventivo para dicha enfermedad».
Además, seguir una dieta mediterránea, dejando de lado productos procesados, favorece la mejora de nuestros parámetros lipídicos, lo cual ayuda al control del depósito de grasa a nivel hepático», incide el doctor Robles Ruiz.
En cuanto al diagnóstico, «se suele diagnosticar a los 40-50 años por estudios rutinarios de otras patologías y nuestra intención», según el doctor, «es diagnosticarla en revisiones periódicas de salud». De hecho, Quirónprevención ha realizado un estudio sobre más de 3.500 personas aprovechando los datos obtenidos de «reconocimientos médicos de empresa», durante los años 2022 y 2023. Y denota que el examen de salud laboral es una buena ocasión para descartarla.
Así, el empleo de diferentes índices y análisis de parámetros les ha permitido saber que el 85% de las personas que daban un FLI alterado (un índice llamado Fatty Liver Indez que mide IMC, perímetro abdominal, triglicéridos...), presentaban signos ecográficos de hígado graso no alcohólico al hacerles una ecografía de ratificación. Esto pone en relieve la idoneidad del uso del FLI frente a otros indicadores estudiados.
Diagnóstico
El segundo de ellos es el cociente o división entre dos enzimas hepáticas, las conocidas como AST (aspartato aminotransferasa) (antigua GOT) y ALT (alanina aminotransferasa) (antigua GPT).
Por último, si los anteriores han dado indicios de posible esteatosis y afectación hepática, se utiliza el índice NFS (Non alcoholic fatty liver disease Fibrosis Score), que permite determinar si la enfermedad del hígado graso no alcohólico identificada ha evolucionado a situación de fibrosis que ya es un estadio de mayor riesgo y de peor pronóstico.
Conocer el grado de fibrosis hepática es muy importante para saber el pronóstico de los pacientes que padecen cualquier enfermedad del hígado. La biopsia hepática es la prueba diagnóstica por excelencia para detectar de forma precisa la existencia de daño o lesión hepática.
Pero existen otras pruebas no invasivas que pueden ayudar a realizar un diagnóstico precoz y preventivo, entre las que se encuentra la ecografía hepática (prueba no invasiva) que puede identificar posibles lesiones por diagnóstico de imagen, así como mediante un equipo de elastografía de transición, denominado comercialmente FibroScan, que ofrece una estimación indirecta del grado de fibrosis hepática de una forma no invasiva.
«Medimos la fibrosis de forma indirecta a través de una sonda que emite un pulso de sonido de baja amplitud de frecuencia. Dependiendo de la velocidad con la que esta onda atraviese el hígado se deduce el grado de fibrosis. Por ejemplo, si la onda viaja rápido nos indica que el hígado está más duro, lo que quiere decir que sufre más fibrosis», explica el Dr. Álvaro Rojas, especialista en Aparato Digestivo del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid.
¿Por qué es más común en hombres?
►El hígado graso es más frecuente en los hombres, ya que el «acúmulo de grasa en el varón es más a nivel abdominal que en la mujer, lo que favorece una mayor afectación hepática», explica el doctor Robles Ruiz.
Y no solo, esto se debe también a que «parece ser que el sexo femenino muestra unos niveles más bajos de expresión hepática de la proteína que determina el crecimiento de las gotas de grasa a nivel hepático». Ahora bien, esta falta de expresión «está en relación con los estrógenos. De hecho, tras la menopausia, la tendencia tiende a igualarse», añade.
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