Actualidad

Salud

Trasnochar: un vicio español

Trasnochar: un vicio español
Trasnochar: un vicio españollarazon

Y, al parecer, cronificado desde hace más de un siglo. No se trata, como cabría pensar a la luz de tamaña contumacia, de un condicionante genético y ancestral, sino de una costumbre generada por el deseo de imitar la vida bohemia que imperaba en la Villa y Corte a mediados del siglo XIX. Las gentes de orden querían presumir de vida airada y los provincianos aspiraban a ponerse moños capitalinos. Faltaban aún miles de lunas para que apareciera internet, pero el fenómeno no tardó en hacerse viral. Y así seguimos, con alguna que otra heroica excepción. La mía, sin ir más lejos, pues yo, a contracorriente de todo el «mainstream» de la sociedad ibérica, me emperro en acostarme a las diez para saltar de la cama antes de que salga el sol. Y es, en efecto, heroico, pues me obliga a ir a contrapelo de todo lo que sea gastronomía, espectáculos, ocio, gestiones y vida social. Pero no traigo a colación tan extraña conducta (almuerzo hacia la 1 y ceno a las 8 ) para prenderme en la pechera la laureada de san Fernando, sino para avisar a los lectores de que trasnochar y, sobre todo, hacerlo sólo en los fines de semana, no es inocuo para la salud. Los mamíferos, y el ser humano, por inhumano que sea, lo es, duermen todos los días a la misma hora. Investigaciones recientes ponen el dedo en la llaga de los riesgos que entraña la ruptura de los ritmos circadianos, regidos por la glándula pineal y encargados de regular el equilibrio psicosomático de la alternancia entre las fases de luz y de oscuridad. Daré sólo unos cuantos ejemplos, pues esta columna no permite mencionar más. Aseguran los expertos que acostarse un par de veces a la semana tres o cuatro horas después de lo que suele hacerse en los días laborables equivale a acumular el «jetlag» que se derivaría de ir todos los viernes por la noche de Madrid a Nueva York para regresar al punto de partida el lunes por la mañana. ¿Efectos, decía? Agravamiento de la diabetes, trastorno del metabolismo, deterioro de la memoria, aumento de la inflamación, problemas cardíacos –sin excluir la posibilidad de sufrir un infarto– y cognitivos, alcoholismo, tabaquismo, drástico aumento de peso y camino expedito hacia la obesidad. Ya acabaron las fiestas. Sean buenos chicos, recuperen el trantrán de la vida cotidiana y váyanse a la cama cuando lo hagan sus hijos en edad escolar, si es que los tienen. Y si no, también.