Madrid
Un estudio comprueba cómo el estrés daña nuestra memoria
Estamos hablando del estrés crónico. Ese que nos va minando, poco a poco, la moral. No de un momento puntual de nervios o ansiedad por dar una conferencia o por tratar con alguien que nos perturba. Con esta aclaración como premisa, investigadores de la Universidad Estatal de Ohio han presentado un estudio que intenta hallar una conexión entre la exposición prolongada a una situación estresante y sus efectos en el cerebro, y que ha sido publicado en ‘The Journal of Neuroscience’,
La conclusión es que el estrés prolongado en el tiempo erosiona nuestra memoria, tal y como lo ha puesto de manifiesto un trabajo realizado con ratones pero que, y esto es lo importante, puede tener aplicaciones preventivas para personas sometidas a situaciones de acoso, entre los que los autores del estudio citan a estudiantes, soldados o víctimas de jefes sin escrúpulos.
De acuerdo con el estudio, dirigido por Jonathan Godbout, profesor asociado de neurología en el estado de Ohio, hay un vínculo directo entre la memoria a corto plazo y el estrés prolongado. Los ratones utilizados en la investigación fueron expuestos a las visitas intempestivas de un molesto intruso, con el fin de ver sus reacciones.
Aquellos que fueron sometidos con más frecuencia a este acoso tardaban mucho más en encontrar la salida y escapar de laberinto en el que se encontraban. Según Godbout, los que habían sufrido menos estrés recordaban con mucha mayor rapidez dónde estaba la vía de escape.
A continuación, los investigadores analizaron el cerebro de los roedores para corroborar este comportamiento, y comprobaron que había cambios perceptibles, entre ellos una inflamación causada por la respuesta del sistema inmune a la presión exterior.
En concreto, en los cerebros de los ratones sometidos a esta “tortura” se halló la presencia de células inmunes, llamadas macrófagos. Según los autores del estudio, había una pérdida de memoria a corto plazo en esa inflamación y en el sistema inmunológico. «Es posible que podamos fijar cómo tratar farmacológicamente esta alteración, o bien con una terapia conductual», concluyen los investigadores.
El equipo de Godbout descubrió también que los ratones estresados tenían evidentes problemas con la memoria espacial, y que tardaron en resolverlos 28 días de media. Cuando se suministró a los ratones una sustancia química que inhibe la inflamación, no se resolvieron los problemas en las células cerebrales ni los síntomas depresivos, pero desaparecieron la pérdida de memoria y los macrófagos inflamatorios.
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