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El juicio del “procés”: el reto del nacionalismo al proyecto europeo

El juicio del “procés”: el reto del nacionalismo al proyecto europeo
El juicio del “procés”: el reto del nacionalismo al proyecto europeolarazon

Europa no puede permitirse no reaccionar, o hacerlo tarde. El riesgo es cierto, evidente, y no va a desaparecer por el transcurso del tiempo. La caída de España significaría el principio de la caída de Europa, pasando seguramente a continuación por Francia o por Italia. Es imposible construir más Europa si no se reacciona frente a intentos de desintegración. Hay muchos grajos volando bajo, esperando como hienas hacerse con su parte del botín tras el hundimiento de una Europa que fuerte les resulta peligrosa.

Carmen Serrano

Estas semanas se desarrollan en el Tribunal Supremo las sesiones del juicio del “procés” al objeto de depurar las responsabilidades penales derivadas del órdago soberanista catalán. Pero no estamos ante otro proceso judicial interno de España, y no sólo por el reiterado, cuando no cansino, intento de internacionalizar el proceso por parte de los secesionistas catalanes. Se evidencia que el juicio del “procés” representa en sí mismo la necesaria respuesta común ante este órdago al proyecto europeo, que no puede quedar sin consecuencias.

En el fondo, lo que está en juego es la esencia de la democracia tanto en España como en Europa. Porque no cabe hablar de democracia fuera de la legalidad. Porque fuera del respeto al orden constitucional, sólo queda la ley del más fuerte. Porque la ley del más fuerte descansa en el uso de la fuerza y la violencia de las que, precisamente, pretender huir la Unión Europea tras dos guerras mundiales.

Europa no puede permitirse no reaccionar, o hacerlo tarde. El riesgo es cierto, evidente, y no va a desaparecer por el transcurso del tiempo. La caída de España significaría el principio de la caída de Europa, pasando seguramente a continuación por Francia o por Italia. Es imposible construir más Europa si no se reacciona frente a intentos de desintegración. Hay muchos grajos volando bajo, esperando como hienas hacerse con su parte del botín tras el hundimiento de una Europa que fuerte les resulta peligrosa.

El nacionalismo es uno de los principales enemigos del proyecto democrático europeo, causante del derramamiento de sangre durante demasiados años de nuestra historia común. Un proyecto común, la Unión Europea, que nace precisamente para sustituir el intercambio de balas por el intercambio de palabras.

El enfrentamiento de los políticos catalanes secesionistas contra el orden constitucional español y europeo, desatendiendo reiteradamente los requerimientos realizados por las autoridades judiciales españolas, busca la ruptura de ese proyecto común que representa tanto España como Europa, saltándose todos los valores y principios que fundamentan la democracia en aras de un mítico derecho a elegir que no sólo no está recogido en el ordenamiento jurídico europeo ni en los órdenes constitucionales de los Estados miembros, sino que incluso tampoco se reconocía en la Constitución de una incoherente cuando no burlesca República Catalana, de la que en instancias judiciales hasta sus padres reniegan una y otra vez. Porque sus actos, señorías, no tenía relevancia jurídica.

Si bien es cierto que desde las instancias europeas se ha manifestado a los políticos secesionistas catalanes en multitud de ocasiones que Europa no reconoce el derecho de autodeterminación de las regiones de los Estados miembros, que ni son ni fueron colonias, exigiendo la vuelta incondicional al orden constitucional de las instituciones autonómicas catalanas, no es menos cierto que las palabras han resultado excesivamente tenues para la gravedad de los hechos a los que nos enfrentamos. Es necesario que se exija el sometimiento al principio de legalidad de los representantes públicos a nivel europeo, nacional y autonómico. Depuremos, también, responsabilidades políticas. Europa no puede negociar la democracia, ni pagar a traidores.