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Falsa cultura subvencionada
Por Carlos Navarro Ahicart
Forma parte de la actualidad de los últimos días el polémico asunto de lo que algunos llaman “la cultura”. Concretamente, el cine español. La celebración de Los Goya, el fracaso absoluto de la última película de Fernando Trueba por sus ataques a España en declaraciones pasadas y, cómo no, el libre mercado, son solo algunos de los elementos que han puesto en pie de guerra -una vez más- a los arrogantes “artistas” de nuestro país.
Este es un tema peliagudo. Tenemos una panda de adictos a las subvenciones enseñando las uñas como gatos enfurruñados porque el negocio no les va bien. No es que les haya ido bien nunca, porque, de lo contrario, no necesitarían concesiones y ayudas millonarias para poder seguir fabricando material de bajísima calidad como el que fabrican. Sí, bueno, alguna cosa interesante sale de vez en cuando. Pero, mayormente, no es que ninguna producción del cine patrio esté en el top 10 mundial de películas must see.
Y es que topamos, nuevamente, con la eterna evidencia que nadie parece querer comprender. Si algo necesita ser subvencionado para sobrevivir, es que, evidentemente, no funciona. Pasa lo mismo con todo, no solo con el cine. Tenemos ejemplos por todos lados, y cada día hay más. Ese enfermizo vicio del gobierno y de los distintos agentes sociales por no dejar caer los proyectos, negocios o iniciativas que no son capaces de salir a flote por sí mismos nos ha llevado justo donde estamos hoy: tenemos a todo el sector cinematográfico español viviendo del dinero de todos los españoles, independientemente de si son, o no, espectadores de estas producciones.
A eso hay que sumarle el tremendo sectarismo rampante presente en el gremio. Pocos actores o demás “artistas” españoles se atreven a alzar la voz contra el socialismo, el marxismo cultural y el odio al contrario del que hace gala la gran mayoría de compañeros de oficio. Primero fue con lo de “la ceja”, apoyando al expresidente Zapatero, y luego lo de subirse al carro de “el cambio” con Podemos. Eso, claro está, siempre que al que rinden pleitesía en el momento concreto les prometa más de lo que se les da de por sí. Sin duda, tienen bien asumido eso de “no muerdas la mano que te da de comer”...
Resulta indignante, a su vez, que muchos de ellos se proclamen adalides y escuderos de la cultura. Una cultura exclusiva para aquellos que gocen de la misma superioridad moral y respalden exactamente lo mismo que lo dictaminado por los líderes espirituales del movimiento. Se crea una brecha ideológica en materia cultural que no debería existir, y se separa a los partidarios y detractores de la misma de acuerdo a su color político y no a su apoyo u oposición real.
Por supuesto, en todo este debate tenía que recibir, también, el libre mercado. Porque, claro, para esta gente es impensable que haya alternativas a sus producciones y ofertas extranjeras como Netflix, que ya es como el mismísimo Satanás para ellos. Ahora centran sus esfuerzos en evitar que estas empresas sigan avanzando y les arrebaten la cuota de mercado que nunca se han sabido ganar. Proteccionismo puro y duro que choca frontalmente con su falso carácter globalista e integrador. Pero tampoco debemos presuponerles más coherencia de la que pueden llegar a alcanzar...
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