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Marchas de la Dignidad: por las cadenas del Estado
Por David Muñoz Lagarejos
Un año más la manifestación conocida como “Marchas de la Dignidad” han acudido a la capital española para protestar contra el Gobierno de Mariano Rajoy, los recortes, los bajos salarios, la pérdida de derechos de los trabajadores; en definitiva, protestar por lo que llaman el sistema neoliberal.
¿Qué tiene de digno anular la esencia del individuo y dejarse controlar aún más por las cadenas del Estado? Movimientos sociales de este tipo, encabezados por el 15M, han desvirtuado la función del Estado, haciéndonos creer que somos como niños pequeños, que no nos valemos por nosotros mismos y el propio Estado, como si fuera nuestro padre, tiene la obligación de dar todo lo que se le pida. No es de extrañar, pues, el lema de estas Marchas de la Dignidad: “Pan, Techo, Trabajo e Igualdad”. Es decir, debe ser el Estado quien provea todos los ámbitos para alcanzar lo que ellos llaman un modelo digno de vida.
Es por ello que no dudan en manipular el lenguaje, la realidad y mentir para sacar adelante sus objetivos. Uno de los temas presentes en estos movimientos sociales es la recuperación de la política democrática (abandonada, dicen, en el poder económico neoliberal). La realidad es bien diferente: ha sido el Estado quien ha crecido ocupando posiciones de la sociedad y el mercado y ha usurpado derechos y libertades de los ciudadanos, superando incluso lo moralmente admisible (nunca antes hubo un nivel de gasto público, impuestos, regulaciones, leyes, etc. tan alto); y sí, parece que el poder económico abarca prácticamente todo, pero es en connivencia con el poder político, por lo que no se puede relacionar con el liberalismo (lo llaman neoliberalismo de forma peyorativa), puesto que éste promulga todo lo contrario: la separación de la política y la economía y la limitación de los ámbitos de actuación del Estado.
Las Marchas de la Dignidad son un claro ejemplo del síndrome de Estocolmo hacia el Estado del Bienestar, y es que pese a que éste no cumple sus objetivos, muchos lo defienden aunque les haga mal. Y al igual que ocurre en el citado síndrome, los defensores del Estado del Bienestar también muestran miedo e ira hacia aquellos que quieran liberarles de la carga del ‘secuestro’, es decir, las políticas liberales, de empoderamiento individual y cooperación humana.
Quienes defienden estas ideas no han aprendido del pasado, ni del presente. Algunos con banderas comunistas, otros con banderas de Venezuela e incluso algunos con banderas de Corea del Norte. Sin lugar a dudas, la dignidad que defienden estas personas va por el camino de las cadenas del Estado y la anulación como individuos (no decidir nada sobre sus vidas por ellos mismos y hacer todo colectivo, ordenado desde arriba) y utilizar los medios coactivos del Estado para sus objetivos, bajo una manta de intervención total que acaba siempre de la misma forma: con menos pan, menos techo, menos trabajo y más igualdad, pero en la miseria. Cuando todo eso ocurre, se le echa la culpa a factores externos, a políticas que no se han aplicado (de nuevo el neoliberalismo), pero nunca hacen autocrítica ni reconocen la realidad.
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