Política
¡Qué desastre de política!
Por no decir ¡qué desastre de políticos! El espectáculo de las eternas precampañas, campañas y post campañas, fundamentalmente con descalificaciones mutuas, cuando no insultos y ofensas gratuitas y, ahora con las redes sociales tan desarrolladas y al alcance de todos, las noticias falsas se cuentan por miles, el poner en boca de los contrincantes cosas que no han dicho, adjudicar a los programas ajenos ideas que puedan perjudicarles. Una auténtica guerra sucia.
Pero lo peor estaba por llegar. Con la aparición de nuevos partidos a la izquierda y derecha, los resultados ya no son tan claros como los “felices” años del bipartidismo. Los pactos entre los dos partidos hasta ahora hegemónicos con los nacionalistas moderados catalanes y vascos bastaban, aunque a muy alto coste para el estado, para gobernar una o dos legislaturas.
Ahora esa fórmula ya no sirve. En el centro derecha tres partidos constitucionalistas, PP, Ciudadanos y Vox, que lo es sin duda aunque le quieran etiquetar de lo contario, (desear cambiar la Constitución siguiendo lo previsto en el propio texto constitucional está dentro de la legalidad) y por el centro izquierda dos partidos, el PSOE y Podemos, llamémosles también constitucionalistas (si no existieran las hemerotecas todos creeríamos que Podemos lo es, movía a la ternura ver la campaña de Pablo Manuel Iglesias con la Constitución del 78 en la mano y pidiendo que se cumpla en todos sus términos, el mismo Iglesias que no acude a los actos de homenaje a las víctimas del terrorismo de ETA, no vaya a ser que moleste a su amigo Otegui, tan necesario para gobernar).
En votos y escaños en las comunidades y ayuntamientos la cosa está bastante igualada pero al no llegar a las mayorías necesarias para gobernar, el centro izquierda constitucionalista tiene que recurrir, una vez más, a los partidos regionalistas, y si no le llega a los nacionalistas y si tampoco llega a los independentistas como el Bildu de Otegui, ese “hombre de paz” que sigue sin condenar los asesinatos de ETA, o sea de ellos, a pesar de las oportunidades que le dan incluso en la televisión de todos los españoles.
No sé si finalmente el Dr. Sánchez decidirá que volvamos a votar en los próximos meses y tengamos en cuatro años (2015 – 19) cuatro elecciones generales. Pero si, por fin, logra alguien formar un gobierno, es tarea prioritaria modificar la Ley Electoral vigente. No sé si el modelo griego que agrega cincuenta escaños al ganador, o el francés (presidencialista) que va a una segunda vuelta con los dos más votados, o cualquier otro sistema electoral de los muchos que hay en otras democracias. Un sistema experimentado y del que se puedan valorar sus resultados.
En cuarenta años de sistema democrático ningún partido ha querido esa modificación, sencillamente porque era fácil comprar los apoyos nacionalista con dinero y transferencias, sin ser conscientes, quiero creer, del enorme daño que se estaba causando de forma irreversible a la convivencia de los españoles, como ahora se evidencia, alentando el independentismo, que subía constantemente, aunque con porcentajes todavía muy minoritarios, y facilitando cuarenta años de adoctrinamiento a las juventudes catalanas y vascas.
Esa división creada en las sociedades catalanas y vascas dando dinero y competencias, sobre todo educativas, a los gobiernos regionales, se extiende al resto del estado cuando el gobierno del presidente Zapatero, a quien muchos españoles calificamos como el peor presidente de la democracia, (veremos si no le superan pronto) presenta y es aprobada, la sectaria Ley de Memoria Histórica resucitando la dos Españas del poema de Antonio Machado.
Socialistas de la primera época, los Gonzalez, Guerra, Leguina, Vazquez, Corcuera y algunos presidentes autonómicos actuales, no reconocen al PSOE actual y su intento por eliminar de la secretaria general al Dr. Sánchez, que pareció exitoso en un principio, solo sirvió para fortalecer su regreso. El título del libro publicado por el ahora presidente en funciones, “Manual de Resistencia” lo dice todo. Su único objetivo era cambiar el colchón de la Moncloa y ya lo ha hecho, pero algo debe estar pendiente porque ahora, ya con un a poyo popular más consistente, no quiere, de ninguna forma abandonar palacio.
¿Y qué decir del marqués de Galapagar? De momento una vicepresidencia o, como poco, un ministerio y luego, una vez metida la patita en el gobierno, ya veremos. Esa es nuestra política y esos nuestro políticos.
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