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El castigo de Puig a los valencianos

El castigo de Puig a los valencianos
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Diseñar el transcurrir de una legislatura política en base a un proyecto de mejora de la calidad de vida de los ciudadanos debe ser cuidadosamente planificado para que en esos cuatro años los efectos de las ideas aplicadas sean expansivos y reconocibles. Nada de eso se cumple en la Comunidad Valenciana y a menos de un año para que finalice el mandato de Ximo Puig los valencianos ya saben definirlo con claridad: un fracaso.

El primer año se empleó en intentar establecer acuerdos dentro del Gobierno con sus socios nacionalistas-independentistas de Compromís y una vez que esos engranajes de conveniencia funcionaron mínimamente se pusieron en marcha las únicas políticas que han percibido los ciudadanos. En esos dos años posteriores trataron de revertir todo lo que hizo el PP aunque ello fuera contra la Constitución como es el caso del adoctrinamiento en las aulas y la negación de la libertad de los padres para elegir la educación de sus hijos.

Es la enseñanza, junto a las largas listas de espera en el sector sanitario, el eje de las preocupaciones de los valencianos pero nada de eso está en la agenda del Gobierno autonómico porque sus prioridades, de nuevo, vuelven a estar ahora en la pervivencia del pacto anti-PP. Son los dirigentes y sus afines los que se han colocado como piedra angular de la gestión por encima de las necesidades de la Comunidad Valenciana.

La legislatura, por desgracia, nació agonizante y finaliza muerta, vacía de contenido. Carece de impulso por parte de Ximo Puig y Mónica Oltra que, una vez que el Gobierno de España cayó en manos de Pedro Sánchez sin paso previo por las urnas, se han quedado mudos en sus ansias reivindicativas evidenciando que con anterioridad solo pretendían erosionar al adversario y no creían en el bien común.

La falta de financiación de la Comunidad Valenciana ha pasado a ser un asunto menor y ya no forma parte de la reflexión de la Generalitat pese a que supone una merma en las oportunidades para los valencianos. ¿Ya estamos bien financiados por el mero hecho de que Sánchez esté en la Moncloa? Es una burla.

Y qué sucede con la subida impositiva con la que amaga el PSOE. También hay silencio de Puig y de Oltra. La realidad es que esa vuelta de tuerca puede apurar más las posibilidades de las familias valencianas de llegar a final de mes porque se sumaría a la que ya impulsó el Gobierno regional en esta legislatura como suele ser seña de identidad en los ejecutivos de la izquierda española.

Si no hay gestión, no hay ideas y no hay reivindicaciones, al menos, deberían atender lo que les plantea la oposición. Eso aconsejaría el sentido común pero la soberbia con la que se manejan les impide aceptar modelos que rebasen sus rígidos esquemas predefinidos y tamizados por unos ideales tan anticuados como peligrosos. Para acallar a la oposición sí que han estado rápidos y han establecido trabas a un debate clave como el de Política General.

La labor de fiscalización al Consell y la atención a las necesidades de los diversos colectivos sociales que el PPCV ha ido haciendo durante toda la legislatura y, especialmente en los últimos meses, se verá limitada a doce propuestas de resolución en un ataque sin precedentes a la libertad de los grupos parlamentarios.

La descomposición del Gobierno de Puig es evidente y por eso llega este intento de amordazarnos, algo que no lograrán jamás, aunque hayan tenido la inexplicable colaboración de Ciudadanos en esta cuestión. La ineptitud en la gestión les ha condenado, la prepotencia en el trato con la oposición les ha definido y lo que ha dado por concluida la legislatura es el acoso de la corrupción a Compromís y PSPV.

La presunta financiación ilegal –ya certificada por la Agencia Tributaria– es una mancha irrefutable que ha provocado en el PSPV la descomposición interna. La detención del presidente de la Diputación de Valencia, Jorge Rodríguez, y su equipo en la corporación provincial, junto a otra dirigente de Compromís, ha sido la puntilla.

Ahora mismo Ximo Puig tiene su liderazgo cuestionado y torpedeado desde Ferraz con José Luis Ábalos como ariete y Compromís ha quedado retratado por su inacción a la hora de suspender de militancia a sus afectados por corrupción. Con esos vaivenes internos la Comunidad Valenciana está en el último lugar de las preocupaciones de estas formaciones y también de Podemos –que trata de reeditar el pacto tripartito ante su evidente pérdida de apoyo social–.

El horizonte anticipa así una larga precampaña electoral porque la actividad legislativa y ejecutiva es casi inexistente y resulta tremendamente injusto para los valencianos constatar que estamos ante una legislatura perdida. Cuatro años de retraso en la oportunidad de despegar y poner distancia con la crisis económica es un precio muy elevado que pagamos pero en unos meses tendremos la oportunidad en las urnas de revertirlo y recuperar la cordura, la seriedad, la certidumbre y la capacidad al frente de las instituciones valencianas.