Política
La extrema izquierda al timón
La extrema izquierda al timón
Los valencianos tenemos mucho de qué preocuparnos después de las elecciones del pasado 28 de abril. Por apenas 4.000 votos el centro derecha no pudo provocar un cambio en el Gobierno autonómico que habría sido más que necesario viendo la parálisis y el sectarismo en la gestión de PSPV y Compromís la pasada legislatura.
Y hay motivos para la preocupación porque Ximo Puig ya ha sido incapaz (por acción u omisión) de contener las políticas extremas de Compromís con Mónica Oltra a la cabeza, principalmente en materia educativa con el ataque a la concertada o la imposición lingüística.
La sanidad también ha sido objeto de las políticas de ideología trasnochada con la reversión de conciertos sanitarios que funcionaban bien y que ahora presentan más quejas por una calidad asistencial y de la cartera de servicios menguada.
Han demostrado su obsesión contra todo lo privado que ha provocado de igual modo impedimentos a los inversores y una evidente falta de impulso desde la Administración autonómica en las ayudas a emprendedores y pymes.
Este relato es sabido porque sus consecuencias se están dejando notar en la sociedad valenciana que ya no es libre, ni siquiera, para celebrar con tranquilidad sus tradiciones y cultura propias. El Consell de Ximo Puig lleva en el bolsillo el decálogo del independentismo catalán con cuya cultura se siente más identificado como lo demuestran sus ayudas desde diferentes administraciones públicas a asociaciones de la órbita pancatalanista.
La incapacidad para llevar un rumbo adecuado en la sociedad valenciana ha quedado puesta de manifiesta en estos últimos cuatro años. ¿Y ahora qué? Más leña al fuego. Los resultados electorales abocan a Podemos a ser un socio parlamentario que no actúe como mera comparsa de PSPV y Compromís en las decisiones del Ejecutivo autonómico sino que forme parte de ellas.
Pablo Iglesias ya ha dejado claro que Podemos quiere entrar en el Gobierno de España y así lo ha explicitado durante la campaña electoral de las generales y también durante las conversaciones para formar el nuevo Ejecutivo.
Y este cambio del líder de Podemos –al que ya no le importa ser parte de la “casta”– es imitado por sus terminales regionales. La valenciana no va a ser una excepción y de ahí que los valencianos tengan motivos para hacer cábalas sobre qué incidencia va a tener en sus vidas la entrada de la extrema izquierda en el Gobierno autonómico.
Tienen una respuesta fácil porque la combinación del socialismo alejado del centro, que representa Ximo Puig, el independentismo de Compromís y el populismo de Podemos puede provocar una legislatura de difícil digestión para los valencianos. Queda claro que, sobre el papel, habrá un aumento de la dificultad para sacar adelante medidas que busquen el interés general.
El Partido Popular, como principal partido de la oposición, va a seguir ejerciendo de manera responsable su tarea de fiscalización del Gobierno autonómico y todo el mundo debe ser consciente de que la reedición de un pacto del Botànic –más extremado aún que en su primera versión– va a suponer un retroceso para la vida de los ciudadanos.
La Comunidad Valenciana no se merece esta coyuntura política que la aleja de la moderación, aperturismo y acogida que siempre han mostrado sus gentes.
Cobra así una especial relevancia la cita electoral del 26-M porque es la única posibilidad de ejercer de contrapeso a las políticas extremistas del Consell que se dibuja en el horizonte. El papel de los ayuntamientos y las diputaciones puede resultar determinante para frenar la deriva radical que ya pudimos ver en la pasada legislatura y ejercer una gobernanza responsable de los intereses públicos.
El Partido Popular sale a ganar esas elecciones con el convencimiento de que desde las administraciones locales se pueden cubrir muchas de las deficiencias exhibidas por la autonómica que ha quedado en manos de personas que han demostrado su incapacidad, si quiera, para ejecutar un presupuesto de manera eficaz.
Durante décadas la formación a la que pertenezco ha certificado un gran nivel en la gestión al frente de las instituciones y ese valor añadido sin duda que es apreciado por los ciudadanos. Encaramos un futuro lleno de incertidumbre sobre qué rumbo va a fijar el Gobierno de Pedro Sánchez en materia territorial, educativa, sanitaria y de políticas sociales que garanticen el Estado del bienestar.
Y esa incógnita se extiende a la coyuntura económica. Después de años de reformas del PP, costosas pero necesarias, que ayudaron a salir de la recesión ahora las políticas del PSOE ya están elevando de nuevo el déficit público y pueden dejar a España en una situación delicada frente a una posible nueva recesión no sabemos de qué calibre.
Son temas capitales para la vida de los españoles y nos va a pillar con la extrema izquierda al timón de algunas instituciones de máxima responsabilidad. Si el 26-M puede enderezar ese camino trazado hacia el caos debe plantearse como una gran oportunidad y el Partido Popular está convencido de que será la primera piedra para recuperar la cordura y centrar la actividad política en la vida de las personas.
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