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El beneficio oculto de sufrir
¿A quién le gusta sufrir, pasarlo mal, quejarse y vivir de mal humor todo el rato? Imagino que a nadie. Y sin embargo muchos nos pasamos la vida sufriendo, sintiéndonos apáticos o tristes anímicamente, especialmente en esos días grises de otoño, fríos y desapacibles.
Y si no somos nosotros, seguramente conoceremos a una persona que sufre y lo pasa mal. Puede ser un ser querido o un conocido, un compañero de trabajo o alguien lejano.
Y sin embargo todos desearíamos ser felices, plenos, todos querríamos disfrutar o llenar de sentido nuestra vida.
¿Pero por qué sufrimos?
¿Alguna vez te has planteado por qué sufres? Es posible que te parezca algo tan obvio que ni siquiera te lo hayas preguntado. Me dirás que sufres porque algo está mal, sea dentro de ti o fuera de ti. Puede tratarse de tu salud o la de otras personas que te importan, una pérdida o una ruptura, puede ser una cuestión económica que te preocupa, tu trabajo, tus hijos, tu pareja, familia, amigos, la situación política, económica, ecológica, guerras y hambre que hay en el mundo, accidentes y tragedias de todo tipo.
Está claro que no podemos erradicar problemas y dificultades de nuestra vida por completo, pero el sufrimiento sí depende de cómo interpretamos nuestra realidad. Y es que todo lo que entendemos por nuestra vida es una visión totalmente subjetiva de nuestra realidad, que se basa en ideas, juicios y opiniones que hemos adquirido y desarrollado a través de nuestra familia, cultura, educación, círculo social y laboral y un largo etcétera.
Es decir, lo que determina nuestra percepción de la realidad son nuestras creencias. O como leí hace no mucho: “el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”.
Además el hecho de tenerlo todo bajo control o haber conseguido nuestros suñeos, tal como nos hubiera gustado, tampoco es garantía de éxito. Y es que incluso las personas a las que en apariencia todo les va bien también sufren.
¿Nos hemos vuelto adictos al sufrimiento?
Pero como coach y a nivel particular creo que algunos nos hemos vueltos adictos al sufrimiento. ¿A qué se debe esto? Hay personas —muchas más de las que podamos suponer— a las que de forma inconsciente les encanta sufrir, adoran el drama... incluso si conscientemente quieren mejorar su vida.
Aunque tampoco hace falta irnos tan lejos. Me temo que la mayoría de las personas, entre las que yo me incluyo, en algún momento de nuestra vida nos hemos quejado de vicio. De ahí que viajar a lugares en los que ves la verdadera desgracia como pobreza, hambre y falta de recursos básicos para la existencia, nos recuerda que en realidad no apreciamos lo bien que estamos. Lo mismo que no apreciamos muchas veces nuestra salud, hasta que enfermamos.
¿Qué beneficios ocultos hay detrás del sufrimiento?
En realidad, como lo mencionaba más arriba, todo parte de las creencias, por lo que cambiar de actitud no siempre es suficiente. Casi siempre la actitud —en este caso el sufrimiento—, es una consecuencia de una determinada emoción y ésta, viene muchas veces impulsada por un pensamiento o una creencia, es decir, por nuestra interpretación de la realidad. O como dice un autor y experto en management, Francisco Alcaide: “tu forma de pensar determina tus acciones y por tanto, determina tu vida”.
Un ejemplo típico en relación al beneficio oculto o también llamado beneficio secundario podría ser el hecho fumar. Uno sabe que fumar es malo para su salud, pero no puede dejarlo. Por supuesto que hay una adicción a la nicotina, pero no es la única razón en todos los casos. Detrás de mi necesidad de fumar puede estar un beneficio invisible: relajarme, socializar, disfrutar de un momento a solas, etc. Si no logro relajarme o socializar por otra vía que no sea fumando, seguiré deseando fumar para cubrir esa necesidad.
En este artículo, voy a resumir brevemente algunos de esos beneficios ocultos que hay detrás de una actitud negativa y que a priori querríamos cambiar. Ese beneficio oculto puede ser una necesidad, una carencia o una creencia limitante, entre otras muchas causas.
► 1# Recibir atención
Recuerdo que de pequeña leí un curioso cuento de Antón Chéjov. Se trataba de dos hermanos: un niño y una niña. El niño se ponía constantemente enfermo y por tanto recibía cariño y juguetes por parte de los padres, mientras que la niña siempre quedaba en segundo plano y sufría por ello. Al final la niña descubría que su hermano no se ponía enfermo de verdad, sino que fingía estar malo con el propósito de recibir la tan ansiada atención de la familia.
Algunos, cuando crecemos, seguimos adoptando, casi siempre de forma inconsciente, esa misma actitud. Cuantos más problemas tenga en mi vida, más personas me prestarán la atención. Lógicamente no lo hacemos a propósito, como el niño del cuento, pero puede que necesitemos una dosis extra de cariño y por experiencia hayamos aprendido que ésta es la mejor manera que tenemos de conseguir nuestro fin de ser escuchados y valorados por otros.
Mientras no seamos conscientes de esa creencia o incluso carencia afectiva que hemos desarrollado, por más que lo intentemos, seguiremos sufriendo o encontrándonos con dificultades de todo tipo a nivel personal.
► 2# Ser merecedor de cariño
Otra creencia que desarrollamos a veces, y muy similar a la anterior, es que si sufrimos o nos pasamos la vida ayudando a los demás, incluso a costa de nuestro propio bienestar, vamos a merecernos su cariño.
En el núcleo familiar se dan bastantes casos de este tipo de comportamientos. Por ejemplo, una hija que se desvive por una madre enferma y renuncia a su vida personal con tal de ayudar. Sufre y puede que incluso se queje, pero cree —la palabra clave aquí es “cree”, o sea, tiene una creencia— que si deja de cuidar de su madre, ésta la rechazará y se quedará sin su amor.
La mejor forma para que esa persona deje de comportarse así sería cambiar su manera de pensar a nivel global, y por supuesto sanar su autoestima. Una autoestima dependiente del cariño y la aprobación de los demás, como lo contaba en uno de mis anteriores artículos, es muy dañina, pues hace que dejemos en manos de otros nuestra felicidad.
► 3# Ser útil a los demás
Esto les ocurre mucho a las personas que se muestran como víctimas de otros o son extremadamente generosas, pasándose la vida ayudando a los demás. Para ellos ser útiles para otros, un poco como en el ejemplo anterior, es su finalidad en la vida. Si no se sienten útiles o necesarios para otras personas, no encuentran un verdadero sentido a su vida.
Les puede suceder a los padres, especialmente cuando son mayores, que desean seguir ayudando a sus hijos, incluso cuando éstos ya no lo necesitan y podrían hacer las cosas por sí mismos. Una consecuencia típica de esta actitud es que la gente acaba aprovechándose de esas personas tan bondadosas.
También puede suceder a profesionales altamente productivos, que realizan numerosas tareas y se convierten en personas prácticamente imprescindibles en su empresa. Se estresan mucho y no son capaces de delegar tareas, queriendo abarcar demasiado y hacerlo todo por sí mismos. Cuando se les pide que deleguen en otros, de repente se sienten culpables o creen que no son tan necesarios para los demás.
► 4# Vacío interior
Cuando te pasas la vida ocupado y preocupado por todo tipo de problemas y dificultades, da la sensación de que tienes un objetivo que cumplir: superar tus problemas. Mientras más problemas haya, más tengas que luchar, menos tiempo tienes para preguntarte por ti mismo, para plantearte qué quieres hacer con tu vida, cuáles son tus verdaderos deseos. Es como si el sufrimiento lo necesitaras para tapar algo más importante que está debajo de la superficie, muy en el fondo: responder a cuestiones esenciales de quién eres, a dónde vas y cuál es tu propósito en la vida.
A muchas personas les aterra enfrentarse a sí mismos, a sus verdaderos deseos, a destapar otros problemas más vitales, más profundos... y por tanto viven enganchados a sus problemas diarios y por mucho que lo intentan, éstos no dejan de estar presentes en sus vidas.
Conclusiones
Como ves, detrás de comportamientos o emociones que nos desagradan, puede haber mucho más y normalmente no somos conscientes de ello. Un proceso de coaching es muy útil para estos casos, pues se trata de ir más allá de lo que se ve, se trata de acercarse a lo que uno no dice o cree no saber, pero que en el fondo guía sus acciones diarias.
Si sufres o tienes problemas que se repiten días tras día que no consigues superar, en el ámbito que sea, trata de ser sincero contigo mismo y preguntarte: ¿hay algo más que no me estoy diciendo, hay algo de lo que deseo escapar o que deseo obtener por esta vía del sufrimiento?
Y es que, como dice uno de los preceptos de la Programación Neurolingüística, todo lo que realizamos en nuestra vida diaria, nos beneficie o no, siempre tiene una intención positiva.
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