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Tiranía médico-judicial
El principio de respeto absoluto por la vida humana es reconocido tanto por las ciencias médicas como por las ciencias jurídicas. La ética médica considera este principio como constitutivo del arte de curar, y es precisamente el respeto de la vida humana la finalidad última de la medicina, en tanto esta se ordena a la consecución del bien del paciente. Por su parte, el Derecho como ciencia que regula las conductas humanas pondera la vida humana y su incondicional respeto como el primero de todos los derechos.
Ni la praxis médica ni la jurídica están respetando la vida en el caso de Alfie Evans. Así lo advierte la refundada Academia Pontifica Juan Pablo II por la Familia y la Vida que, en un durísimo comunicado, califican de “tiranía médico-judicial” la empleada con Alfie y sus padres. Según la Academia Pontificia, el derecho de cuidar del pequeño corresponde a los padres, quienes no pueden verse privados del derecho a la patria potestad sobre su hijo por la injerencia coercitiva del Estado, ni verse despojados del “interés superior” del menor que es el derecho de Alfie a la vida. El Tribunal Superior de Manchester rechazó que el niño recibiese los tratamientos adecuados en el Hospital del Niño Jesús de Roma, lo cual supone una clara “violación de los derechos humanos básicos” y una “grave injusticia” al conculcar el derecho a la vida.
¿Qué quiere decir la Academia Pontificia con la expresión “tiranía médico-judicial”? Por un lado, la tiranía médica se produce cuando no se alcanza la “humanización de la medicina”, cuando no se reconoce la dignidad de la persona en todo sujeto humano. Dentro del modelo socializado de organización sanitaria británico, el médico llega a depender de la estructura política y a convertirse en expresión de la burocracia de un Estado ético, que pretende erigirse en señor del bien y del mal. Asimismo, la confrontación entre ética y economía sanitaria se hace cada vez más aguda. Mientras que la ideología del bienestar hace de la salud del ciudadano el vértice del bienestar humano, el gasto sanitario crece cada vez más y todos los Estados, que tienen que gestionar económicamente la sanidad, soportan con graves dificultades el aumento del gasto público. Algunos proponen eliminar los gastos destinados a cuidar a los enfermos más graves (“improductivos”), cuyo precio curativo es demasiado alto para que la sociedad se lo pueda permitir. Ante la decisión de a qué pacientes hay que dejar morir, el médico asume una responsabilidad individual que no puede ser sustituida por la responsabilidad social, cada vez más ideologizada.
Por otro lado, la tiranía jurídica está también servida. No sólo se vacía el Derecho de sus contenidos éticos, y en lugar de guiar en la búsqueda de la verdad para la realización del bien común se reduce a un mero mecanismo de búsqueda de consenso, sino que también el sistema democrático, en lugar de proponerse como instrumento para la defensa de todo individuo se convierte en el fin que hay que preservar para la salvaguarda de los intereses de la mayoría. La democracia debe distinguirse por poner el énfasis en el respeto de los derechos individuales y en la tutela de la dignidad de la persona humana.
La ideología se caracteriza por ser un proyecto que pretende conseguir determinados resultados de poder prescindiendo de la valoración del bien objetivo y global de las personas. El punto de referencia de la ideología no es el bien sino la voluntad de poder, no es la persona ni su verdad objetiva sino la eficacia de un proyecto. Lo decía Engels: “La ideología es un proceso que el sedicente pensador lleva a cabo con conciencia, pero con conciencia falseada”. Para Nietzsche, la ideología se funda en el hecho de que el criterio de la verdad se encuentra en el aumento de la voluntad de poder.
La escisión del binomio verdad-libertad dificulta en nuestra sociedad la defensa de la vida humana por parte del ordenamiento estatal, surgiendo, paradójicamente, sutiles pero perversas formas de tiranía en las que unos pocos hombres pueden decidir el destino de otros muchos. Esta confusa situación jurídica refleja el relativismo y el positivismo jurídico en el que nos encontramos. El trasfondo social es el de las ideologías presentes en la sociedad y reflejadas en las leyes, el difícil modelo de gestión ofrecido con relación a la libertad del médico y del ciudadano, las dinámicas económicas que se establecen en el gasto sanitario o el cálculo costes/beneficios.
La “batalla ideológica” emprendida por parte de los médicos y los jueces británicos, finalizada con despótica crueldad, típica de un Estado policíaco y totalitario, constituye un verdadero fracaso humano, incapaz de regenerar la sociedad, la corrupción interior de la cultura occidental que, una vez emprendida la deserción hacia el valor incondicional de la vida humana, deberá encontrar la solución de los graves problemas que la misma ideología ha producido.
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