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Abducidos por la palabra “crisis”
¿Quién no ha oído hablar de la crisis?
Desde que los niños de mi edad estamos en Educación Infantil, tenemos esta palabra continuamente a nuestro alrededor; televisión, padres, abuelos, amigos, conocidos y no tan conocidos, políticos, tertulianos, periodistas y economistas, están continuamente bombardeándonos con esa palabra maldita que hace chirriar los oídos de 47 millones de personas.
Pero mi reivindicación no se queda aquí. Quiero que a todos nosotros, que sufrimos cada vez que oímos esta palabra y sus consecuencias, se nos explique verdaderamente, a qué se refieren cuando la pronuncian; crisis económica, crisis política, social, personal, emocional o de valores. ¿A ustedes les ha quedado claro? Porque ya ven que a mí no.
¿Alguna vez, a lo largo de la extensa Historia de la Humanidad, un pueblo ha despreciado a su bandera, su cultura, su historia -sus raíces al fin y al cabo-, bajo el beneplácito de todos sus dirigentes?
Por supuesto que no, pero a eso no se le llama crisis; se llama lavado de cerebro, fruto de una mala utilización del sistema educativo y de la manipulación de los gobiernos.
Sin ir más lejos, esta semana nos han ido preparando para la venida de una ola de frio siberiano, ¡que viene el lobo, que viene el lobo! y vamos que ha venido, pero con una subida de la luz entre los dientes que nos ha dejado a todos tiritando y con la cara de idiotas de siempre. “Es que no llueve, no hace aire y el gas está muy caro”. ¡Toma crisis!
Un gran amigo me comentó una vez que “la crisis” en realidad no existe, que es una forma de gobernar: se repite tantas veces como sea necesario que hay crisis hasta que la gente lo cree, y entonces, una vez ‘hipnotizados’, se toman medidas para robar a los humildes y enriquecer más a los ricos. Ese es el resultado final: los ricos son mucho más ricos con el rollo de “la crisis”. Y con esto me quedo, no hay nada más que hablar. Nos han frito y nos freirán a impuestos y la supuesta crisis nunca se terminará, porque la crisis española es política, no económica. Dejen de tomarnos el pelo.
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