Entrevista
Fernando Raigal: «Me enorgullece que España haya participado en este rescate»
Aprovecho este espacio para reproducir la entrevista que me concedió el buzo Fernando Raigal, que participó en el rescate de los «jabalíes salvajes» de la cueva de Tailandia
El 6 de julio Fernando Raigal se despertó sabiendo que era su cumpleaños, pero que lejos de tartas y felicitaciones tenía un duro día por delante en el rescate de los 13 chicos del equipo de fútbol que se quedaron atrapados en la cueva tailandesa de Tham Luang. Este buzo español nacido en Ciudad Real, ha pasado los últimos años en Ferrol, Cartagena, Pardubice (República Checa) y Escocia. «Tres años de barco en barco, de proyecto en proyecto y de país en país por el sureste asiático», explica Raigal a LA RAZÓN. Una vez que se cansó de viajar y se afincó en Chiang Mai durante un tiempo, donde conoció s u novia, luego en Khon Kaen y durante los últimos meses en Bangkok. Adquirió sus conocimientos de buceo «en el CBA (Centro de Buceo de la Armada) donde recibí mi formación de buceador básico. Al licenciarme en la Marina, me puse a trabajar de buzo comercial y a lo largo de los años he ido ampliando conocimientos y experiencia en distintas escuelas del mundo (UK, EE UU, SIngapore... etc.). Y de repente el 1 de julio a las 23:00 horas recibió un correo: «Si estás en tierra y puedes subir a Chiang Rai Airport avísame, mandaré un transporte para recogerte». El correo lo firmaba un tailandés del grupo Thai Ex Navy Seals (ENSED), directivo de una empresa local de buceo comercial. Había pedido permiso al comandante a cargo del rescate de la cueva Tham Luang para que Fernando pudiera unirse por su experiencia. «La mañana del día 2 de julio ya estaba integrado en la unidad de ENSED en el campamento».
Aparte de desconocer las cuevas, Fernando encontró que existían varias dificultades técnicas antes de enfrentarse al desafío de sacar a los chicos: «Estaban a unos 5 km de la entrada de la cueva; había poca o nula visibilidad en el agua, corrientes, paredes muy abruptas con rocas cortantes y estrecheces en algunos túneles; las fuertes lluvias del monzón; bombas industriales desalojando agua, pero que si se rompían el nivel del agua subiría drásticamente (como pasó justo después de terminar el rescate); necesidad de estudiar chimeneas encima de la cueva; espacio confinado y niveles bajos de oxígeno a medida que respiraban, también para los rescatadores, la necesidad de instalar analizadores de gases y aportes de O2 vía botellas de 15 litros que se transportaban a mano; orografía de la cueva con pasajes sumergidos, grandes tramos inundados, desniveles del terreno, barrizales y rocas sueltas; resbalones, y caídas; bacterias en el agua con muchas infecciones de las heridas de los rescatadores y la posibilidad de que los niños se quedaran aislados si el nivel de agua subía y no poder proveerlos de agua, comida, mantas y atención médica».
Fernando se enfrentó durante aquellos días a jornadas que empezaban a las 7 am y duraban hasta pasadas las 23 horas, «dejando sólo un pequeño grupo durante la noche que hacía lo que podía para seguir la misión». Su labor se estableció en dos fases: búsqueda y rescate. «Como yo llegué en la mañana del día que se encontraron, 2 de julio, mi labor fue, junto con la ENSED, la instalación de cabos guía a lo largo de zonas sumergidas, ya sean túneles o bóvedas casi sumergidas. Aparte, el suministro de botellas de aire, O2, comida, agua y elementos de electricidad y comunicaciones». Raigal reconoce que lo máximo que llegó dentro de la cueva fue hasta la «T junction», pasada la cámara 3 junto a un compañero buzo. Fue labor de los buzos británicos, con especialidad en buceo de cuevas y múltiples sistemas de seguridad y más cantidad de aire, avanzar lo máximo que fuera posible y encontrar a los niños. Una vez localizados, e integrado en la ENSED de nuevo, «nos adjudicaron la cámara 2 de la cueva, sin necesidad de bucear, y ya se había sacado bastante agua y nuestra misión consistía en recoger y pasar las camillas que nos iban llegando hacia la salida de la cueva, donde las recibía otro grupo de rescatadores». Fueron momentos duros, porque como cuenta Fernando, «la cámara 2 estaba llena de rocas sueltas y desniveles importantes que exigían un número de personal acorde para garantizar que la camilla no se caería mientras la trasladábamos». También hubo momentos de incertidumbre cuando aún no se conocía el plan que se llevaría a cabo para el rescate, durante esos días «mi función fue llevar el suministro de víveres y botellas de O2 hasta la cámara 3».
Días de camaradería entre efectivos en los que, a pesar de enfrentarse a muchos retos, siempre hubo «una actitud positiva; ya que estábamos allí había que intentarlo con todas nuestras ganas, no se podía decaer». Incluso cuando falleció Saman, que formaba parte de la ENSED y que fue «un golpe muy duro, pero en ese momento la misión aún estaba pendiente por lo que nos teníamos que centrar en hacer todo lo posible y descartar cualquier pensamiento negativo». Y llegó el día D, Domingo 8 de julio, las lluvias y el estado de los niños aceleraron su intento de rescate: «El comandante reunió a todas las unidades involucradas en el rescate, nos dio un briefing, explicó la misión de cada unidad y nos lanzamos a ello. Yo en concreto como ya he mencionado antes, estuve integrado “adoptado”con la ENSED, en la cámara 2». Después se conocerían detalles como que los niños tuvieron que ser sedados para proceder a su extracción. Fernando lo explica: «Estamos hablando de un buceo que incluso para los mas experimentados es un reto y hay que tomarlo tranquilamente y paso a paso. Para alguien que no ha buceado nunca (o ni siquiera sabe nadar), por muchas lecciones intensivas que se le intente dar, seria un suicidio. Había un riesgo altísimo de que estos niños entraran en pánico, en visibilidad cero o casi cero, corrientes, y roca abrupta dentro de los túneles como se ha descrito antes y sin posibilidad de sacar la cabeza del agua, ya que los túneles están totalmente sumergidos. Con esta situación, si entran en pánico supondría un riesgo muy muy alto para ellos mismos e incluso para sus rescatadores. Sí, se les administró un sedante, aunque desconozco cuál».
Pasado el rescate y con los niños dando hoy su primera rueda de prensa tras la experiencia, Fernando reflexiona sobre que le consideren «héroe» por su participación. «En absoluto, no somos héroes. Simplemente somos profesionales (cada uno en su especialidad) que seguimos procedimientos y estudiamos cada riesgo y como mitigarlo para que la operación sea exitosa». Hace unos días se supo que había recibido la llamada del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que le transmitió «su enhorabuena y la de todos los españoles», y que, además, le han concedido la Cruz de Oro de la Orden Civil de la Solidaridad Social. Ante esta u otra condecoración, Raigal matiza que «sólo la podría aceptar en nombre de todo el equipo que ha hecho esto posible y con todos los voluntarios en España y por todo el mundo. Me enorgullece que de alguna manera España haya participado en este rescate».
Termina la entrevista con un aprendizaje vital de este buzo que sólo hizo lo que se le daba mejor y sin pensar más que en los «jabalíes salvajes»: «Me llevo muchas cosas. Me voy dando cuenta de más y más según pasan los días. Para empezar, ni diferencias lingüísticas, ni nacionalidades, ni rangos, ni especialidades. Todos nos hemos coordinado de una manera impresionante, aún siendo grupos de buzos tan diversos y, la fuerza y enriquecimiento que eso nos ha dado, ha sido sin duda vital para completar esta tarea con éxito. Que aunque parezca que no hay muchas posibilidades y se va a fallar, hay que intentarlo y poner ganas, pues a la vista están estos resultados, que han merecido la pena las pequeñas posibilidades que había. También me llevo la hermandad con ENSED, la unidad en la que me “adoptaron”».
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