LA RAZÓN
Los medios de comunicación y esas cosas
Por Ana Rubio Jordán.
La mayoría de los turcos no confían ya en lo que publican los medios de comunicación de su país. Las últimas declaraciones de su presidente, Recep Tayyip Erdogan, en las que asegura que “con los medios de comunicación y esas cosas, no puede haber democracia”, no hacen sino mostrar cuál es el panorama de los medios de comunicación a día de hoy en el antiguo Imperio otomano. Una realidad que muestra que apenas quedan ya medios críticos con el poder, y donde la censura se ha extendido de tal modo que hasta regula las licencias de emisión por Internet.
La venta del grupo independiente Dogan a principios de año despertó la ira de muchos periodistas. El antiguo magnate mediático turco cedió sus periódicos y emisoras de televisión al Grupo Demirören, lo que supuso el fin de los medios de comunicación independientes en Turquía. Apenas importan ya los pocos periódicos de izquierdas que puedan quedar, puesto que sus principales redactores están encarcelados, y porque no hay empresa u organización que quiera anunciarse en ellos.
El presidente Erdogan encabeza su particular guerra contra los periodistas, a los que ha acusado en numerosas ocasiones de apoyar al terrorismo. En Turquía no hay una caza de brujas contra periodistas, sino “contra delincuentes que apoyan el terrorismo”. Reporteros Sin Fronteras lleva ya tiempo advirtiendo de que el país se ha convertido en una auténtica cárcel para todos aquellos periodistas que desean ejercer su profesión. Podemos afirmar que es la primera vez que un dirigente se hace con el control de los medios logrando un doble intercambio de intereses: empresarios cercanos al mandatario compran medios de comunicación a petición suya y, a cambio, Erdogan les concede contratos públicos, que a su vez usan para adquirir más medios y eliminar así las voces opositoras y críticas.
De este modo, Erdogan está logrando el firme objetivo que se propuso hace dos años, cuando estalló el golpe de Estado: lograr el control de todos los medios de comunicación en el país. Objetivo que inició en el verano de 2016 cuando mandó cerrar más de cien medios así como una veintena de editoriales. Fueron un centenar de empresas cerradas a golpe de decreto del Gobierno, al amparo del estado de emergencia proclamado a consecuencia del fallido golpe militar del 15 de julio.
La organización RSF ha denunciado lo que considera “un auténtico linchamiento judicial” la condena inicial a cadena perpetua impuesta por el tribunal de apelación de Estambul a los hermanos Ahmet y Mehmet Altan, así como al también periodista Nazlı Ilıcak, por “intentar derrocar el orden constitucional”. A pesar de que en un primer momento el Tribunal Europeo de Derechos Humanos apoyó a los periodistas presos y consideró que, con su detención, Turquía violaba los derechos fundamentales de libertad de expresión, obligando el gobierno turco a indemnizarles con 21.500 euros a cada uno.
El encarcelamiento del periodista alemán Deniz Yücel en Turquía tuvo consecuencias a nivel bilateral. Acusado de diseminar “propaganda terrorista”, Yücel fue arrestado justamente cuando informaba sobre las restricciones de libertad de expresión en el país. Aunque muchos vieron al periodista como un rehén político de Erdogan. Estos casos demuestran cómo los gobiernos anti-democráticos y las dictaduras merman las libertades de sus ciudadanos. El peligro de muerte para los periodistas no solo existe en países en guerra, como Afganistán, Siria o Irak. Incluso donde no hay conflictos, los periodistas pueden sufrir agresiones por las razones más simples. No solo en países como China, Irán y Rusia, la libertad de prensa se ve amenazada. También en países de la UE, como Polonia o Hungría, los periodistas han sido presionados. Turquía es el ejemplo actual de un país donde la prensa libre e independiente no está garantizada y la situación sobre los derechos humanos no parece que vaya a mejorar a juzgar por las nuevas declaraciones de su presidente.
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