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Morir en Marte
Por Ana Rubio Jordán
“Mueve el culo hacia Marte” le repetía incesantemente una grabación a Arnold Schwarzenegger en aquella original película de los años 90 dirigida por Paul Verhoeven titulada Desafío Total. Al igual que en el filme, el sueño de crear una colonia humana viviendo en Marte parece estar cada vez más cerca. O, al menos, eso es lo que cree el empresario Elon Musk, que esta semana ha dado otro paso de gigante con el lanzamiento de su cohete Falcon Heavy, el cual supone un gran avance para la industria espacial por su tecnología reutilizable.
Llevando a bordo su convertible Tesla rojo, el multimillonario pensó que su invento fracasaría. “Me imaginaba una rueda volando por el aire y el logo de Tesla incrustado en la plataforma de lanzamiento", confesaba Musk. Nada más lejos de la realidad. Todo estaba calculado y cientos de personas habían estado trabajando durante horas para que el lanzamiento fuese un éxito. Rodeado de cámaras de televisión por dentro y por fuera, millones de espectadores en todo el mundo disfrutaron de un espectáculo que fue cien por cien Made in USA.
Si dejamos de lado las excentricidades propias del magnate y que no faltaron en el show, comoel propio Tesla Roadster color rojo, propiedad de Musk, conducido por un maniquí de nombre Starman mientras suena de fondo la música de Bowie (a mí me recuerda a la película que protagonizó Jeff Bridges en 1984 del mismo título), lo cierto es que la imagen que supuso el baile armonioso de los dos cohetes laterales desprendiéndose del principal para volver a apoyarse sobre sus plataformas, es algo que nos dejó a todos con la boca abierta y que vino a corroborar lo que Musk siempre tuvo en mente: que es posible recuperar y volver a utilizar cohetes.
Esta es una de las ideas revolucionarias de SpaceX y que ha supuesto un cambio de paradigma en la industria aeroespacial: es posible la reutilización de cohetes. De este modo, los viajes espaciales se abaratan y el sueño mostrado en Desafío Total está cada vez más cerca de ser una realidad. La empresa propiedad de Musk asegura que el lanzamiento del Falcon Heavy cuesta solo 90 millones, una cifra muy lejana de los 1.000 millones de dólares que estima la NASA emplear para su nuevo cohete en construcción que llevará la cápsula Orión a Marte a partir de 2030.
Cuando pase la euforia que ha ocasionado el lanzamiento de la pasada semana, habrá que considerar las posibilidades que van a surgir de la misión, por el momento, exitosa. SpaceX podría comenzar a presentar ofertas de otras compañías, incluso gobiernos, para dar servicio a misiones de largo alcance en el espacio. Asusta pensarlo. Pero quizás gracias a la insistente cabezonería de Musk y su equipo se hayan vuelto a reavivar viejos sueños que creíamos olvidados.
Recordemos que la propaganda fue lo que impulsó la carrera espacial de mediados del siglo XX. Claro que por entonces muchos se quejaban del elevado coste que suponía para el contribuyente. Esa es, precisamente, la mayor distinción de esta nueva era espacial: son las empresas privadas las que aprovechan la iniciativa en los viajes espaciales que una vez pertenecieron únicamente a los gobiernos. El contribuyente estadounidense no tiene que pagar un centavo por los proyectos de SpaceX.
A una velocidad de 11 km por segundo, se calcula que el Falcon Heavy alcanzará su objetivo dentro de once meses para permanecer, en la órbita de Marte, por tiempo indefinido. Sin embargo, según publica la revista especializada Live Science, el flamante deportivo que ahora orbita alrededor de nuestro planeta no solo no aguantará los 1.000 millones de años que aseguraba el propio Musk, sino que desaparecerá en el periodo aproximado de un año debido, principalmente, a la radiación, la presión y los otros objetos que vuelan por el espacio exterior.
Multitud de preguntas quedarán sin respuesta: ¿funcionará el traje espacial que lleva Starman? Si el Tesla regresará a la Tierra del espacio, ¿seguiría funcionando como un coche normal? Genio o loco, lo cierto es que para el “nuevo Steve Jobs”, como se le ha denominado, su principal motivación es la de involucrarse en asuntos que tengan un impacto significativo en el mundo. “Me gustaría morir en Marte, pero no estrellándome. Lo ideal sería ir de visita, volver a la Tierra por un tiempo y, después, regresar allí cuando tenga unos setenta años y quedarme definitivamente”, confesó a Ashlee Vance en su biografía. Pero mientras sus sueños se cumplen o no, disfrutemos con el espectáculo.
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