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Monseñor Lozano. El campeón de tenis del Vaticano.
¿Se puede ser Nuncio Apostólico y campeón de tenis a la vez? ¡Claro que sí!
A veces se cree, que la vida de los sacerdotes sólo es rezar, no se los imagina uno vestidos de futbolistas, tenistas ó regatistas.
Dentro de la Ciudad del Vaticano, allí detrás de los muros a donde sólo se entra con autorización, también hay cupo para el deporte.
Monseñor Francisco Javier Lozano, Arzobispo de Peñafiel y Nuncio Apostólico, conoce perfectamente el camino a la cancha de tenis, ese espacio en donde pasó momentos, que allí los tiene, en la mente siempre presentes.
El 26 de Junio de 1986, se celebró la final del torneo de tenis en el Vaticano, el OPEN de Tenis singular masculino de la categoría Seniors y el de Juniors, en el que participaban los funcionarios del Vaticano y en la categoría para los más jóvenes, los hijos de los empleados. El que haya habido una competición deportiva entre empleados de cualquier entidad no llama la atención, pero en este caso, que la haya ganado un Arzobispo, no es de lo más común.
En aquel año y con un 6-4, 6-3, el segoviano Monseñor Javier Lozano venció a Monseñor Faustino Sainz Muñoz, el torneo más conocido dentro de los muros del Vaticano. Le fue a entregar la copa ni más ni menos que el gran Nicola Pietrangeli, considerado el mejor tenista italiano de todos los tiempos, lo nunca visto en el Estado más pequeño del mundo.
Todavía queda una pista de tenis en donde se celebraban aquellos torneos a donde personalidades del mundo del deporte y eclesiásticas pasaban momentos emocionantes, pero como bien lo cuenta Monseñor Lozano – “ ya no hay quien impulse este deporte dentro del Vaticano y una parte de la única cancha que queda, está ocupada por las carpas que se utilizan para el arreglo de los jardines. Cuando se hizo la obra de los Museos Vaticanos- aclara- hubo que prescindir de algunos espacios que antiguamente utilizábamos para hacer deporte”- señala Lozano.
Lagos (Nigeria), Pretoria (Africa Meridional), Harare (Zimbabwe), Belgrado (Yuogoslavia), Guatemala, Dar-es Salaam, República Democrática del Congo (Kinshasa), Zagreb, Rumania y Moldavia, en todos estos paises ha vivido y en cada lugar, una bicicleta. Monseñor Lozano no para nunca, camina a una velocidad difícil de superar.
Desde la Puerta Santa Anna hasta las antiguas canchas de tenis dentro de la Ciudad del Vaticano, hay un tramo no muy corto y no en plano, sino con pendientes típicas romanas y Monseñor Lozano ni baja el ritmo ni se sofoca cuando lo recorre.
Con su maletín en mano, me llevó por el camino que solía hacer hace más de 30 años. Un camino lleno de recuerdos, un camino que él ayudó a recorrer a todos los que quisieron ser parte de aquellos partidos de tenis.
Tal y como Papa Francisco me contestó, a la pregunta que le hice sobre los consejos que le había dado a los curas que acababa de ordenar en Myanmar, en la conferencia de prensa del vuelo papal volviendo de Birmania a Roma “-¡los sacerdotes deben de hacer deporte todos los días!-” respondió el Papa.
Monseñor Lozano lo ha hecho desde siempre y cada día sin parar, a pie, en bicicleta, en barco, no importa, el deporte es parte importante en su vida.
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