Opinión

50 años de coro y orquesta

Este año el coro y la orquesta del colegio San José de Valladolid, dirigido por Luis Cantalapiedra, pone punto y final a su larga historia

Alfon Arranz junto a Luis Cantalapiedra
Alfon Arranz junto a Luis CantalapiedraLa RazónLa Razón

Se dice pronto, pero 50 años dan para mucho. Este año el coro y la orquesta del colegio San José de Valladolid, dirigido por Luis Cantalapiedra, pone punto y final a su larga historia.

Fue en el curso 1974-1975 en el que Luis Cantalapiedra, sacerdote y profesor de música, se atrevió a dar el paso y solicitó a la dirección del centro la creación de un coro y orquesta semejante al de las grandes instituciones musicales.

Por aquel entonces Torrebruno copaba las listas de las canciones más sonadas para el público familiar y los payasos de la tele seguían siendo los artífices de uno de los programas más vistos por niños y niñas. Arrancaban la E.G.B., B.U.P. y COU y los aires de renovación e impregnación de la cultura pop llenaban ciudades y despertaban a una sociedad deseosa de vanguardia y algarabía, y la música y la educación no eran ajenas a ello.

El maestro Luis Cantalapiedra Conde, uno de los grandes prodigios musicales del conservatorio, recuperó la idea de volver a traer a los escenarios al género chico, a la zarzuela, pero esta vez de una forma diferente: Los propios alumnos tocarían, cantarían e interpretarían las obras más aclamadas de Federico Chueca, Pablo Sorozabal, Tomás Bretón, Ruperto Chapí o Vicente Lleó, entre otros.

El experimento funcionó maravillosamente y el coro y orquesta del San José se llenó rápidamente de alumnos y alumnas que querían impregnarse de aquel espíritu artístico y cultural. Festivales de navidad, conciertos de Santa Cecilia, fiestas en honor a San José, charangas y más variopintos eventos completaron el calendario escolar para que los niños y jóvenes desarrollaran su pasión por la música y las artes escénicas.

La lista de actuaciones es interminable y el nombre de tantos y tantas que pasaron por este lugar es casi inabarcable. Lo que sí que está claro es que muchos de ellos se dedican a la música, a la interpretación, al doblaje, al teatro o a la televisión, gracias a la pasión y al entusiasmo del mejor profesor que hemos tenido, yo mismo no estaría escribiendo estas líneas ni me dedicaría a lo que me dedico sino es por Luis Cantalapiedra.

Y es que siempre tiene que haber un origen, una chispa que lo encienda todo, un empujón quizás para vencer la timidez escénica y navegar finalmente por lo que a uno le llena de verdad. La magia de los ensayos se debe a él, pues Luis no es un eterno pureta de la cuadratura del círculo como tantos otros, sino que él te daba la libertad para que, mientras la actuación saliera bien, lo llevaras a tu forma y manera y aprendieras realmente a llenar la escena.

¡Ay, bendito coro! En unos tiempos en los que sólo se hablaba de fútbol, para gente como yo, que jugaba con construir historias y cambiar cromos en el recreo, el coro de Luis era un balón de oxígeno para el alma y el entorno social adecuado para conocer a grandes amigos en actuaciones, chocolatadas y excursiones que quedarán para siempre en mi memoria.

Tras una larga carrera, numerosos homenajes y premios y muchas partituras a sus espaldas, este año el director de coro y orquesta ha decidido poner punto y final a toda esa etapa de su vida para poder descansar y seguir dedicándose a sus otras actividades musicales, porque este hombre, como ser inquieto que es, nunca descansa.

Pero dentro de esta emotiva despedida ha sucedido algo muy bonito, algo hermoso y a lo grande, algo propio sólo de este coro y orquesta: Decenas de antiguos alumnos y alumnas de todas las

generaciones que pasaron por sus aulas se reúnen de nuevo semanalmente bajo su batuta en un reencuentro sin precedentes para ensayar lo que será esta “traca final”.

Se hará un último festival en el colegio el día 18 de mayo, cuando el telón baje para siempre y el eterno profesor reciba el eco de los aplausos por tanto bien durante tantos años.

Sólo me queda pensar en el ciclo de la vida, en que otros vendrán y continuarán los viajes que nosotros comenzamos, cantarán las misas y los festivales que nosotros hicimos y llegarán a vivir épocas que nosotros ni imaginamos; definitivamente dejaremos de ser los chicos y chicas del coro y orquesta para convertirnos en sus amigos para siempre.

Gracias Luis por ser como eres, por tu dedicación en la vida y por lo que lograste en el corazón de mucha gente. De momento, que suba una vez más el telón, que afinen los instrumentos y que comience la primera canción.

¡Música maestro!