Medio ambiente

Cien mil sabinas para borrar las huellas del fuego en el Parque Natural de Arlanza

La Junta ha diseñado un plan de restauración, con el que pretende reforestar 164 hectáreas de montes de utilidad pública, los únicos en los que puede actuar como gestor, y que se localizan en Santo Domingo de Silos

Parque Natural Sabinares del Arlanza-Yecla
Parque Natural Sabinares del Arlanza-YeclaPatrimonio ArlanzaLa Razón

Sabinas, espinos, encinas o cerezos de santa lucía ayudarán a borrar las huellas del incendio que, en julio de 2022, calcinó 2.500 hectáreas en el valle del Arlanza, entre Quintanilla del Coco, Santibáñez del Val y Santo Domingo de Silos, destruyendo 900 hectáreas del Parque Natural Sabinares del Arlanza-La Yecla, uno de los grandes tesoros naturales de la provincia de Burgos.

Los primeros ejemplares de sabinas y frondosas se plantaron la pasada primavera, y tras superar un buen otoño e invierno, son buena muestra de lo que cuesta recuperar un paisaje verde arrasado por las llamas. El fuego lo consume en pocas horas pero hay que esperar décadas para volver a ver montes como los de Arlanza cubiertos de sabinas.

Para agilizar un proceso natural lento, la Junta de Castilla y León ha diseñado un plan de restauración, con el que pretende reforestar 164 hectáreas de montes de utilidad pública, los únicos en los que puede actuar como gestor, y que se localizan en Santo Domingo de Silos, municipio con mayor terreno público afectado.

Óscar Ortega, ingeniero del Servicio Territorial de Medio Ambiente de la Junta en Burgos, explica que los términos municipales de Quintanilla del Coco y Santibáñez del Val son más pequeños, y las parcelas afectadas son de propiedad privada, así que son sus dueños los que tienen que retirar la madera quemada y repoblar.

En Santo Domingo de Silos, pese a haber afectados también terrenos privados, el fuego se llevó por delante una parte importante de sus montes, declarados de utilidad pública. Aquí, en esas 164 hectáreas, es donde la Junta va a plantar más de 130.000 ejemplares, a razón de 800 plantas por hectárea, de los cuales, alrededor de 105.000 son sabinas y, el resto, plantas de acompañamiento.

La sabina crece lenta pero segura

La empresa Eurofor resultó adjudicataria en diciembre por 420.000 euros del contrato de reforestación, y durante los próximos dos años, a razón de primavera y otoño, se completará la plantación. El ritmo lo va a marcar el vivero de la Junta, encargado de suministrar la planta, que en el caso de la sabina se está produciendo en exclusiva para Burgos.

“La sabina requiere de más cuidados en el vivero”, ha indicado Ortega, y no es una planta que se produzca de manera ordinaria, como puede ocurrir con la encina, de ahí que las primeras plantas, nacidas de las semillas rescatadas tras el incendio, se colocaron la pasada primavera. Y el 95 por ciento han resistido al otoño y al invierno, aunque crecen poco.

El técnico de Medio Ambiente ha recordado que la sabina “es de crecimiento lento. Las del año pasado se las ve hidratadas, van creciendo, pero es raro que, al final del año, ponga centímetros. Algunas veces solo ponen milímetros. Tenemos que tener mucha paciencia porque la sabina albar crece muy despacio".

El rayo de esperanza lo ponen otras especies, como la encina, que es capaz de regenerarse de raíz, y ya en agosto de 2022 se empezaron a ver algunos rebrotes, ha explicado Rafael Vicente, agente medioambiental, quien ha visto cómo ha evolucionado el terreno afectado por el fuego y los avances que se van haciendo.

Un proyecto de varias fases

Las primeras inversiones se realizaron justo después del incendio, a través de dos actuaciones de emergencia con fondos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, que aportó 300.000 euros, y la Junta de Castilla y León, con otros 100.000, cuyo objetivo era “sujetar el suelo” y protegerlo, para que fuera viable de cara a la reforestación.

Uno de los principales riesgos tras un incendio son las plagas de insectos, ha indicado Ortega, que en algunas especies, y visto el banquete que se encuentran en madera debilitada, proliferan rápidamente y atacan a los ejemplares que se han librado del fuego. De ahí que la primera actuación de reforestación tuviera lugar en una parcela de pinos, mucho más vulnerables que las sabinas.

A partir de ahí, la Junta procedió a la extracción de la madera quemada, mediante una potente y exclusiva maquinaria, contratada para la ocasión, que ha sacado alrededor de 8.000 toneladas de madera en año y medio. Madera que se ha ido convirtiendo en astillas para su uso como biomasa, a través de la empresa pública Somacyl.

Solo se han librado de este fin algunos ejemplares que, quemados, se han dejado en el terreno como atalaya para la fauna y aquella madera de mejor calidad, que se va a reutilizar para mobiliario y señalización del parque natural o la reconstrucción del campo de concentración Betterville de la película ‘El bueno, el feo y el malo’.

En la fase previa a la reforestación, la Junta ha mejorado infraestructuras como pistas, caminos o corta fuegos; construido diques, albarradas y fajinas, para frenar el agua y proteger el suelo de la erosión; y mejorado charcas y creado de puntos de suministro de agua, para garantizar el abastecimiento a la fauna y a los medios de extinción de incendios.

“Se han hecho muchas cosas pensando en el futuro”, ha insistido Óscar Ortega, quien ha destacado el punto de agua de Hortezuelo, con 72.000 litros de capacidad, que mantendrá agua durante todo el año, una garantía por si en el futuro hay que atajar otro incendio forestal como el de julio de 2022.