
Cultura
Desde la meseta, Torices
"Y es que Pepe no envejece, no cambia, sigue susurrando las líneas más acertadas y directas cual buen agricultor con su arado de discos"

A medio camino entre Cernuda y Lorca se encuentra la perfecta locura poética. Desde muy joven, embebido por las rimas de Bécquer, intenté conquistar los corazones más terribles en busca de lo brutalmente bello. Sonetos caídos en combate y versos sazonando atardeceres fueron apéndices de la lógica emocional para causa y asedio de aquel beso soñado.
Pensar a través de la poesía es de valientes y más si cabe en este nuevo mundo y malogrado de aplicaciones donde hasta el más profundo sentir se diseña y crea cual plantilla de PowerPoint para que las ovejas no piensen, en un infinito en el cual los ídolos de barro siempre están por encima de los héroes sin capa; éste es el paradigma que hace que los monos con inteligencia no lleguen nunca más allá de las estrellas.
Y dentro de este cambio continuo, de este aullar de realidades, la profesión de poeta tiene más valor que nunca. Mi amigo José González Torices, que desde la cúspide de la enseñanza más moderna siempre ha tenido por espada las palabras más hermosas para describir la perfección, bien lo sabe. El escritor zamorano y viajante por España ha amado todas las condiciones lingüísticas y ya desde su puesto de profesor apuntaba las mejores maneras de la didáctica cual dialéctica de Platón.
Y es que Pepe no envejece, no cambia, sigue susurrando las líneas más acertadas y directas cual buen agricultor con su arado de discos: La precisión necesaria y el mimo en la siembra arrullando a la semilla en el momento adecuado para que luego brote la mata y de las fastuosas floraciones salgan los frutos más espléndidos. Este prolífico genio de la escritura ha publicado un vasto horizonte de las estampas más sentidas.
Desde sus obras para la infancia hasta sus críticas más salvajes al sistema este creador bien sabe lo que se habla en su momento, con el presente más plástico y maleable llega su último libro en el que reafirma aún más su acertado análisis de franquezas. De glorias y lamentos en la España nuestra es un ejemplar que me tiene fascinado donde palomares y jilgueros nos susurran las aventuras de vida y los lustros de muerte. El maestro, una vez más y sin quererlo sigue enseñándome a través de este poemario, tal vez como una útil guía que use para intentar encontrar explicación y calma a mucho egotismo mal encarado o tal vez como aliento a mi cansado pensamiento sobre el paladeo arrebatado del viajar es un placer, como reza la famosa canción.
La poesía, la música, la danza, el teatro, el cine o la pintura dignifican el más pequeño y noble gesto hasta insospechados limites, cualquiera de las más bellas artes debe de ser declarada bien necesario para la que la humanidad sea eso: humana.
Tal vez la solución sea esa y tengamos que reclamar a más poetas de verdad y a más amigos de la pluma y la tinta, valerosos audaces que suscriban la necesidad del grito del alma para que dejemos de ahogar al ángel que llevamos dentro en penurias tecnológicas.
Aún estamos a tiempo de ser nosotros mismos, de contemplar la entelequia de la intuición que brota de la vida y que fluye por nuestros más plácidos sueños.
Como bien dice Pepe en su poema Hipocresía: “…Al necio se le corona con la sombra del laurel y va del templo al cuartel exaltando su persona. Todo es mentira llorona. ¡Su rebuzno es de papel!”
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