Opinión
La pasión por el fútbol más allá de las estrellas
"Y es que en eso consiste el deporte, en compartir más allá de las estrellas, de enseñar a unos niños y al resto del planeta el verdadero significado del trabajo en equipo"
Estamos acostumbrados a ver al fútbol como un gran fenómeno de masas, un acontecimiento pleno de entretenimiento en torno al cual giran los grandes eventos del año. Sin vida no hay fútbol o mejor dicho sin fútbol no hay vidilla. Para muchos el necesario gol de su equipo hace que la afición sueñe y proyecte sus metas en sus jugadores favoritos y que sientan el orgullo patrio que muchas veces reside en los colores de su escudo.
Y lo bonito de todo ésto es que el deporte no entiende y entenderá jamás de fronteras o de conflictos bélicos y a la disciplina del “balón pie” le pasa un poco lo mismo más allá del ruido de unos pocos.
En el siglo XIX Thomas Arnold introdujo la práctica del deporte en general al darse cuenta de que la agilidad del cuerpo y de la mente se apoyaban en gran parte en fomentar el trabajo en equipo.
Y eso lo consiguieron grandes futbolistas como Pelé, Alfredo Di Stéfano, Diego Maradona o Ferenc Puskás que siempre formarán parte del buen recuerdo de miles de personas que atentos a sus jugadas hicieron brincar de vitalidad a todo tipo de aficionados tras sus cábalas con el balón, algunas desafiantes a la propia física y que fueron más allá de lo humano.
Y volviendo al tema educativo y a nuestra tierra encontramos a gente entregada, como Andrés Domingo, que en 2021 se convirtió en el fotógrafo oficial de la selección absoluta de fútbol de Guinea Ecuatorial lo que le ha hecho viajar por nada menos que por 15 países del continente africano documentando gráficamente las más grandes concentraciones, partidos y competiciones, incluyendo dos Copas de África. Toda una maravillosa experiencia que nos hace plasmar la realidad más allá de nuestras fronteras.
Charlando con Andrés el otro día, en una de sus visitas por Valladolid, me cuenta orgulloso como su equipo se encuentra inmerso en la clasificación para la Copa Mundial de Fútbol de 2026, donde Guinea Ecuatorial aspira a participar por primera vez. Tras degustar un bocadillo de jamón para desayunar, hablamos de fútbol y de como allí el tiempo pasa de otra forma y como no, hablamos de lo humano y de lo divino.
Me confiesa que hace poco, durante su estancia en Malabo, se dieron una vuelta por el centro de la ciudad algunos jugadores y algunos miembros del staff. En un momento determinado vieron a unos niños jugando al fútbol en una explanada de tierra con porterías improvisadas de piedras y escombros y que, sin pensarlo dos veces, bajaron del coche y se unieron al partido. Sonriendo me cuenta que aquellas caras de emoción de los chavales no se le van a olvidar nunca. -Ni a mí tampoco la cara de felicidad de mi entrevistado mientras contaba esta anécdota-
Y es que en eso consiste el deporte, el fútbol, en compartir más allá de las estrellas, de enseñar a unos niños y al resto del planeta el verdadero significado del trabajo en equipo y poder disfrutar por disfrutar. ¡Ay! ¡Cuánto tenemos que aprender de ellos! Son al fin y al cabo los auténticos dueños del tiempo.
Tras más de una hora de deliciosa conversación apuré mi Cola-Cao de toda la vida, como buen “retro-man” que soy, y nos despedimos hasta la próxima, con ganas de volver a conocer más hazañas, cual Quijote en los estadios de la sabana, de este pichichi del obturador, en sí mismo todo un reto donde ni corto ni perezoso, tras abandonar su tierra natal, continua raudo y veloz pulsando el disparador de su mágica caja para captar para la eternidad la esencia de los verdaderos jugadores del mundo. Porque esto sí es África.
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